Héroe de la montaña
Nació y estudió en las alturas de Cusco y empezó su carrera profesional en las alturas de Huaraz, ciudad donde subió por primera vez a la montaña, porque hasta entonces no sabía nada de glaciares y, ¡ni siquiera había pisado el hielo! Tras más de cuarenta y cinco años dedicados a la glaciología, este peruano, que en Nepal es confundido como un nativo más y que tiene allí una montaña bautizada con su nombre, conoce mejor que nadie lo que se esconde en las montañas y hielos del Perú, advirtiendo de paso que en el país se necesita con urgencia una mejor gestión del recurso hídrico para que, de una vez por todas, se acaben los conflictos en torno al agua.
Los sherpas son personas de las montañas de Nepal que destacan como guías y ayudantes en las expediciones en el Himalaya, donde empiezan a migrar probablemente hace 500 años, de la provincia china central de Sichuan. Hoy, hay aproximadamente 190,00 sherpas. Cuando César Portocarrero llegó a trabajar Instituto de Montaña de Washington, presentó los trabajos que había dirigido en la Cordillera Blanca, en el Perú, y jamás se imaginó que terminaría en Nepal. De 1973 a 1996, participó en grandes proyectos en muchos lagos peligrosos, como el Lago Parón, Lago 513, Lago Shallap, Lago Tullparaju, Lago Hualcacocha, Lago Paccaruri, Lago Yanaraju y muchos otros. “Mi objetivo es la seguridad de los pueblos, principalmente, y la planificación para una buena gestión del agua en beneficio de los mismos”, dijo a los directores del instituto, que se miraron entre ellos para luego decirle: “Esto es justo lo que los nepalís necesitan. ¿Le gustaría ir a Nepal?”.
Era 2012 cuando, un mañana, César estaba tomando desayuno con un grupo de sherpas, junto al lago glacial Imja, en el marco de su sexto viaje durante ese año, ahora como asesor de la Universidad de Kathmandu y de la International Centre for Integrated Mountain Development (ICIMOD); ya había consolidado una amistad con la gente de los pueblos que se vieron beneficiados con sus trabajos en las lagunas, en los glaciares e incluso le hacían bromas, “usted parece de aquí, ¡así que la próxima vez que venga no traiga visa!”. Y César, cusqueño de nacimiento, “tengo cara de asiático, definitivamente”, reía con ellos. De pronto, el jefe de los sherpas, se dirigió a él, en tono solemne, y le dijo: “¿Ves esa montaña allá atrás? Todavía no tiene nombre. Pero desde ahora se va a llamar como usted, ‘César’. Ese será nuestro homenaje a usted”. El bautizo que recibió esa montaña no es oficial, pero cuando César, ya con setenta años, regresó a Nepal, en diciembre del 2016, para recibir el premio internacional “Sir Edmund Hillary Mountain Legacy Medal” –que se otorga cada año a los personajes mundiales que aportan con sus estudios a la conservación de las montañas–, los sherpas seguían llamando “César” a la montaña cerca al lago glacial Imja, el segundo más peligroso en el Himalaya.
EL HIELO ES UNA BIBLIOTECA DEL CLIMA
–La definición de glaciar es “hielo en movimiento” –dice César Portocarrero, con parsimonia, en el estudio en su casa en Huaraz, donde vive desde hace 45 años. Sobre los muebles se pueden ver una cantidad considerable de trofeos y distinciones, como el premio “Héroe de la Montaña”, otorgado por la National Geographic Society y el Instituto de Montaña, en Washington, en octubre del 2011–. Entonces, los glaciares al momento de retroceder van dejando cavidades que luego son llenadas por la misma agua de fusión; esas son las lagunas. Todas las lagunas que tenemos en la Cordillera Blanca, como Llanganuco o Parón, se han formado de esa manera. Pero a veces sucede que cuando los glaciares retroceden en pendientes muy intensas, se originan avalanchas que caen sobre las lagunas, y se producen los aluviones.
César Portocarrero llegó a Huaraz en los años 70, luego del terremoto que azotó la ciudad y causó alrededor de 100,000 muertes. Llegó como Ingeniero Civil Residente de Obras en los Proyectos de Rehabilitación de la zona. Luego fue Residente de Obras de Seguridad en las lagunas peligrosas de origen glaciar en la Cordillera Blanca, en Ancash; había trabajado en las alturas, ¡había nacido en las alturas! Pero no sabía nada de glaciales, ¡ni siquiera había pisado el hielo! En la Oficina de Glaciología de Huaraz, donde trabajaba como ingeniero, surgió un proyecto extraordinario en la capa de hielo del glaciar Quelccaya, localizado en el sureste del Perú, en la cordillera de Vilcanota, dirigido por el Doctor Lonnie G. Thompson, una eminencia de los glaciales en el mundo. El asunto es que ninguno de los geólogos quería ir a la expedición pero César, con el ímpetu del único alumno de la clase que sabe la respuesta y levanta la mano porque se muere por decírsela al profesor, le dijo a su jefe que el sí iba, que se apuntaba. Al final, fueron varias las expediciones donde acompañó a Lonnie G. Thompson, descubriendo, en estas perforaciones a gran altura, que cada capa de hielo, cada estrato guarda las características del clima de determinada época.
– El hielo es un archivo, ¡una biblioteca del clima! –dice Portocarrero con un tono lúdico en la voz–. Y hay más: en las burbujas de aire que quedan atrapadas dentro del hielo, se puede determinar la cantidad de dióxido de carbono, de metano, de óxidos nitrosos que hubo en una época determinada.
En 1981, César Portocarrero –que años atrás se había titulado de Ingeniero Civil en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco– ya estaba estudiando glaciología, hidrología, geomorfología y recursos hídricos, bajo el auspicio de la Universidad de Ohio, EE UU, en la Juneau Icefield de Alaska, también en EE UU.
LA SUPERFICIE GLACIAR EN CAÍDA
La ciudad de Huaraz se encuentra a 3,052 msnm y a 407 km de Lima. Con una población aproximada de 130,000 habitantes, se ubica en el puesto 22 de las ciudades más pobladas del país. Desde el mirador de Rataquenua se la puede apreciar en todo su esplendor, con algunos nevados y glaciares fulgurando en el horizonte; luego de quince minutos en taxi desde su casa, hemos llegado ahí arriba. No es la enorme cruz que corona el mirador la que vuelve todo más sereno y amplio; son las montañas las que dejan un momento a César en silencio, con su aspecto de profesor por vocación, la chompa abotonada y un gorro que le obsequiaron los sherpas. Luego de unos segundos, empieza a hablar, con un nuevo impulso, y una sonrisa en los labios:
– ¿Lo ves? Ahí está el Huascarán con sus dos cumbres… Un poquito a la izquierda están las cumbres del Huandoy, aunque no se ven muy bien por las nubes… Más allá está la montaña Ocshapalca; a la izquierda, la Ranrapalca; estas dos tienen glaciares que están sobre la laguna Llaca… Luego, a la derecha, está el glaciar Pucaranca y abajo del mismo está la laguna Palcococha, que es la que ocasionó el aluvión de Huaraz en 1941, que destruyó una tercera parte de la ciudad, y que ahora nuevamente es un peligro porque el volumen de esa laguna, con el calentamiento, ha aumentado de 500,000 m3 a 17 millones de m3, es un peligro latente; se han propuesto medidas de mitigación pero es necesario que haya una decisión política… Más a la derecha hay otra quebrada muy grande, la de Quilcayhuanca, donde hay dos lagunas; también está la quebrada de Challac, ¿la ves? Yo he trabajado en todas esas lagunas…
César advierte que en los últimos cuarenta cinco años se ha perdido el 38% del área glaciar en la Cordillera Blanca; y a nivel nacional, el 48%. En 1970, había 723 km2 de área glaciar en la Cordillera Blanca; ahora hay 480 km2. Eso quiere decir que dentro de unos treinta o cuarenta años no va a haber casi nada de hielo en la zona. Entre Huancayo y Huancavelica, había una cordillera que se llamaba Chonta, pero los glaciares ahí ya desaparecieron; entre Arequipa, Apurímac y Cusco, había una cordillera que se llamaba Huanzu, ahí también han desaparecido los glaciares.
CAMBIOS EN LOS PATRONES DE LAS PRECIPITACIONES
– En esas zonas, la gente de los pueblos alejados ya no hace agricultura; con la poco agua que queda, lo único que tienen es ganado para sostenerse; así que venden sus ovejitas, sus vaquitas… –dice César, moviendo la cabeza de lado a lado–. Y con esa plata van a la ciudad para comprar cosas para comer; se están empobreciendo cada vez más. El gran problema de la falta de hielo es la falta de agua. Claro, va a haber lluvias, poco o mucho, pero va a haber, aunque una de las consecuencias graves del cambio climático tiene que ver con el cambio de patrones de lluvia, con todo lo que ello implica, como la proliferación de plagas en los cultivos. Lo que hay que hacer es saber guardar el agua, eso tiene que ver con saber gestionar la oferta, construyendo represas; y la gestión de la demanda tiene que ver con el uso eficiente del agua. Estudios realizados por la Autoridad Nacional del Agua (ANA) han revelado que, a nivel nacional, la agricultura usa, por lo menos, el 84% de todo el volumen de agua del país. Sin embargo, de ese volumen se desperdicia el 60%, porque, por ejemplo, se riega mal.
URGE UN SISTEMA DE REGULACIÓN
César ha advertido ya del inminente peligro que representa la laguna Palcococha, con sus diecisiete millones de metros cúbicos, para la población en Huaraz. Pero acota que esta situación podría ponerse tornarse positiva si hubiese un sistema de regulación que permita el aprovechamiento su agua. Algo así como lo que se hizo en la laguna de Parón, en las alturas de Caraz, a 67 km de Huaraz.
En los años sesenta, expertos glaciólogos determinaron que era peligrosa y había que reducir su volumen, pero que al mismo tiempo debía diseñarse un sistema de regulación para la utilización de su agua. César dirigió el inmenso proyecto de ingeniería que implicó la construcción de un túnel, a 56 metros de profundidad, que conectaba la laguna con una represa. Así se creó la hidroeléctrica Cañón del Pato que al inicio pertenecía a una entidad peruana pero que luego fue vendida a una empresa norteamericana de nombre Duke. Luego, Duke la vendió a otra empresa: Oro Azul.
– Entonces, la hidroeléctrica se usó para los propios fines de las empresas y eso causó un tremendo malestar en la población, en los agricultores, en los pequeños agricultores… Hasta que reventó el conflicto y en 2008 tomaron las instalaciones y expulsaron a la empresa. Y ahora, está sin control la laguna. No hay ningún responsable que pueda controlar esa laguna… –indica Portocarrero y se queda unos segundos en silencio, volviendo la vista a las montañas, en el mirador de Rataquenua. Luego sigue:
– Con este ejemplo nos damos cuenta de que la solución a los problemas del agua no pasa por un tema meramente técnico, sino que es más una cuestión social. Los usuarios del agua deben participar en la solución, deben exigirle al Estado, a los gobiernos regionales que se construyan reservorios. La misma ley de recursos hídricos dice que debe hacerse una gestión integrada de recursos hídricos en forma participatoria.
PERÚ NECESITA UNA MEJOR GESTIÓN DEL RECURSO HÍDRICO
Para Portocarrero, los grandes problemas de la humanidad –exacerbados por el inevitable cambio climático que exacerba la misma humanidad– hoy por hoy son tres: agua, alimentos y energía. Advierte que si no se actúa desde ahora, dentro de cuarenta años la situación mundial va a ser muy grave, tomando en cuenta de que en este momento somos siete mil millones de habitantes en el mundo y dentro de treinta años se estima que la población aumentará un 30% más. Y esa población necesitará más agua, alimentos y energía. Las consecuencias de una mala gestión de los recursos hídricos en nuestro país estarían, según el experto, evidenciadas en los conflictos ambientales que vemos en la coyuntura actual.
– ¿Por qué motivo se han dado estos conflictos? Pues por el agua –dice al glaciólogo con una sonrisa irónica–.¿Conga? Agua. ¿Tía María? Agua. ¿La pelea en Olmos? Agua. ¿Alta Chira? Agua. ¿El conflicto entre Ancash y la Libertad por el río Santa? Agua. ¿El asunto de Pasto Grande y el Valle del Tambo, en Arequipa? Agua. Así podemos ver que hay hasta muertos por estas cuestiones ambientales que tienen que ver con el agua. Y no queremos darnos cuenta de que estos conflictos no son por falta de agua, sino por una falta de gestión de la misma.
Incluso, para César, la agroexportación implicaría privar de agua a la gente más pobre del país, pues esta estaría fugando a Europa o a la China.
– Exportamos uvas, espárragos, papas, etcétera, ¡pero en realidad estamos exportando agua! El agua que utilizamos para producir estos cultivos… Los terrenos de la costa, los apropiados para la gran agricultura, llanos, inmensos, pero faltos de agua. ¿Y de dónde obtienen el agua? Pues de las alturas, de la Sierra, donde trabajan los pequeños agricultores con sus parcelitas para el autoconsumo y un poquito para el mercado. ¿Cuál es la solución? ¿Hay que dejar de exportar? No, pero los que exportan y obtienen ganancias del agua deberían pagar impuestos por las obras que se hacen en la cuenca alta, por las represas, por ejemplo; una suerte de canon hídrico. La gente de las zonas bajas tiene que pagar a la gente de las zonas altas para que les manden más agua limpia. Un ejemplo positivo es lo que está sucediendo en Ica; el Presidente Regional, Fernando Cillóniz, inteligentemente, ha propuesto a Huancavelica hacer un proyecto conjunto de irrigación, para que ambas regiones puedan beneficiarse del agua por igual. El agua debe ser más bien un recurso de solidaridad, y más que dividirnos, debe unirnos. Así, todos terminaremos ganando y las futuras generaciones lo agradecerán.