Estrategias para alcanzar mayores calibres en mandarinas
El mercado exige ciertos calibres, y los productores deben asegurar que el mayor porcentaje de su fruta cumpla con estas exigencias. Hoy existen algunas técnicas para optimizar el tamaño de los frutos, como la reducción floral, raleo y estímulo del crecimiento.
Aunque el productor implemente un manejo agronómico adecuado de sus mandarinas, puede suceder que el tamaño final no cumpla con las exigencias del mercado. Por lo tanto, es necesario emplear ciertas técnicas para favorecer el crecimiento del fruto y asegurar el mayor porcentaje exportable posible.
En este contexto, el Prof. Manuel Agustí, Catedrático Emérito de la Universidad Politécnica de Valencia, destaca dos enfoques: el de efectos indirectos (reducción de la floración y aclareo o raleo de frutos) y el de efectos directos (estímulo del desarrollo).
Previamente, refiere que es importante recordar aspectos básicos del desarrollo de los frutos: una primera fase de división celular (el cuajado), seguida por una segunda fase en la que el fruto se desarrolla y alcanza su tamaño máximo. “Esta segunda fase es crucial, ya que es en la que se produce el crecimiento lineal del fruto y la acumulación de carbohidratos y agua. En ésta, el fruto no crece por un proceso de división celular, sino a través de un proceso de engrosamiento o alargamiento celular. La división celular cesa al concluir la primera fase, de caracter exponencial, y se inicia entonces el crecimiento de las células de las vesículas de zumo, por lo que es re crecimiento del fruto es de carácter lineal, determinado por factores exógenos, endógenos y hormonales”, señala.
Los factores exógenos son muy importantes, aunque la gran dificultad es que no se pueden alterar, explica.
En la lista de estos factores, figura en primer lugar la temperatura. Una temperatura demasiado elevada, por encima de los 30°C o 35 °C, puede originar que el fruto cuaje con dificultad. Sin embargo, esa misma temperatura en verano hace posible que el fruto crezca deprisa y pueda alcanzar buenos tamaños.
El otro aspecto de interés es la pluvimetría versus la sequía, porque las lluvias durante el verano son muy beneficiosas para el tamaño final y la cantidad de zumo del fruto. En caso de sequía prolongada, se experimenta un retraso en el crecimiento inicial del fruto que, en muchas ocasiones, resulta irrecuperable, lo que conlleva a una reducción en el tamaño final.
Asimismo, la textura del suelo puede contribuir también al tamaño final del fruto, siendo en general más grandes los frutos que se cultivan en suelos arenosos que los que se cultivan en suelos francos.
El segundo grupo de factores externos abarca las prácticas de cultivo. Entre estas, figuran el riego, la fertilización y el uso de patrones, algunos de los cuales pueden tener un notable efecto sobre el tamaño del fruto. El efecto del riego puede entenderse con lo explicado en relación con la pluviometría. En este sentido, hace hincapié en que “el agua constituye entre el 70% y 75% del peso final del fruto”. Por lo tanto, recalca, “que no es un factor a mantener al margen”. La fertilización puede contribuir al tamaño final del fruto, pero de una manera indirecta. “De lo que se trata es de mantener el árbol en buenas condiciones nutricionales, para que así se logre el tamaño óptimo o característico de la variedad”, advierte el Prof. Agustí.
“Cuando el contenido foliar en elementos minerales es óptimo, fertilizar con más nitrógeno, potasio, zinc, poco contribuyen al tamaño final del fruto”, apunta. “No obstante, el potasio se ha relacionado de modo indirecto con el tamaño final del fruto, en el sentido de que es un elemento mineral relacionado con el transporte del agua a la planta”, destaca. Por tanto, los tratamientos con nitrato potásico en verano, preferentemente por vía foliar, a concentraciones entre el 2% al 4%, contribuyen a mejorar el crecimiento inicial del fruto.
“En cuanto al patrón”, resalta que “puede facilitar el crecimiento del fruto, pero también la maduración y su calidad interna”.
FACTORES INTERNOS QUE CONTRIBUYEN AL TAMAÑO FINAL
El experto resalta que el fruto crece porque reclama carbohidratos y esto lo hace a través de las hormonas que generalmente se sintetizan o bien en el embrión de aquellas variedades que se fecundan o bien a través de las paredes del ovario de aquellas variedades partenocarpicas, que son el mayor número actual.
Esa síntesis hormonal es la que se clasifica como capacidad sumidero. “¿Qué señal le manda el fruto, o sus semillas, o las paredes del ovario a las hojas para que éstas transporten carbohidratos a los frutos? Esa señal no la conocemos, pero sí sabemos qué hormonas están relacionadas y cómo reclaman carbohidratos a través de la síntesis de esas hormonas, siendo el medio de transporte el agua”, explica el experto.
Por lo tanto, el fruto reclama carbohidratos, las hojas se los proporcionan, y el vehículo de transporte es el agua.
LA IMPORTANCIA DE LOS FACTORES NUTRICIONALES
Otro factor a tener en cuenta es la competencia por carbohidratos entre frutos en relación a su tamaño final. Al respecto, refiere, realizó un estudio muy extenso en naranja Navelina para evaluar este factor. Se midió el número de frutos y su peso individual en más de 100 de árboles que diferían en el número de aquellos. Lo que se pudo constatar es que cuantos más frutos tiene un árbol, menor será el tamaño final por unidad.
“A partir de aquí uno puede pensar que raleando se puede mejorar el tamaño del fruto, pero esto tiene sus limitaciones y sus grandes dificultades. En primer lugar, la relación no es lineal, sino curvilínea, de modo que la mayor pendiente entre nº de frutos y su tamaño se dá para un número pequeño de frutos por árbol; pero cuando éste es muy elevado, la pendiente es muy baja. Esto lo que indica es que para lograr un aumento del tamaño individual de los frutos hay que eliminar muchos para situarse en el punto en el que la pendiente es muy elevada, porque reduciendo pocos frutos estaríamos en aquella en la que la dependencia, es decir, la pendiente, es muy baja y no lograríamos nada. Pero reducir mucho el número de frutos conlleva, necesariamente, reducir la cosecha, y eso hay que evaluarlo previamente. En segundo lugar, no todas las plantaciones están en las mismas condiciones; además, dentro de un mismo campo hay muchas diferencias, pues tienen lotes que estan mal situados por estar en la parte más alta o más baja, más iluminados o menos, con mayores pendientes o en llano, etc. Quiere esto decir que el raleo de frutos no puede ser indiscriminado ni tiene una respuesta general garantizada.”, indica.
LOS FACTORES HORMONALES QUE CONTROLAN EL PROCESO
En la cuestión hormonal, refiere que la auxina aumenta el volumen celular. Sobre este punto, explica que el potencial hídrico, que es la capacidad que tiene la célula de captar agua, básicamente depende de dos factores: de la presión parietal, cuyo signo positivo es hacia el exterior, es decir, lo que hay dentro empuja a la pared celular hacia afuera; y de la presión osmótica que tiene un sentido hacia adentro, por lo tanto, un valor negativo, y provoca la captación de agua. Lo que hace la auxina es acidificar el medio, lo que promueve que la pared celular se relaje, con lo que la presión parietal disminuye y, con ello, el potencial hídrico y, por tanto, la célula puede captar agua y el fruto crece.
“Por consiguiente, la manera que tenemos de aumentar el tamaño final del fruto es aumentando el tamaño de sus células, y eso sólo lo hacen las auxinas. Cualquier otra sustancia que nos vendan, si no son auxinas, no van a tener ningún efecto apreciable”, advierte el especialista de la UPV.
Bajo un punto de vista meramente agronómica, la cuestión es saber cómo se lleva acabo todo esto.
LA REDUCCIÓN DE LA FLORACIÓN
El Prof. Agustí explica que esta técnica tiene una ventaja respecto de la reducción del número de frutos. Los experimentos llevados a cabo por el Prof. (en los años 90) demostraron, en la mandarina Clemenules, que para aumentar en una proporción similar el tamaño del fruto raleando frutos o reduciendo la floración, había que eliminar, al menos, el 60% de los frutos que habían iniciado el crecimiento, lo que suponía una reducción del 40% de la cosecha, mientras que inhibiendo la floración en un 50% se obtenía el mismo resultado, sin afectar la cosecha.
Para inhibir la floración de un modo eficaz, hay que hacer un tratamiento a mediados de otoño, con 25 mg/l de ácido giberélico. Con ello no sólo se reduce la floración de la primavera siguiente, sino que aumenta el número de inflorescencias con hojas y se reduce el de las inflorescencias sin hojas, todo lo cual, menor número de frutos y mayor proporción de brotes florales con hojas, ayuda a tener frutos de mayor tamaño.
EL ACLAREO O RALEO DE FRUTOS
“Lo mejor es hacerlo químicamente”, afirma el especialista. “En este caso”, menciona, “son las auxinas de síntesis, las sustancias más eficaces. Estas, cuando se aplican en plena caída fisiológica de frutos, reducen temporalmente la fotosíntesis, lo que reduce temporalmente el aporte de carbohidratos al fruto.
Como consecuencia hay una reducción temporal de la tasa de crecimiento del fruto, y cuando eso ocurre, el fruto sintetiza etileno y cae”, explica.
En recientes estudios realizados en el naranjo dulce Navelina, refiere, que se utilizaron tres tipos de auxina de síntesis, el ácido naftalanacético (ANA), el 3,5,6-TPA y el 2,4-DP, el más eficaz es el 3,5,6 TPA.
“El mecanismo de acción de estas auxinas, aunque nutricionalmente, como se acaba de decir, está bien estudiado, exige una comprobación molecular, que se está estudiando ahora. La mejor época para los tratamientos, como se ha dicho, es en plena caída fisiológica de frutos (época 1), cuando los frutos tienen, aproximadamente, 10-12 mm de diámetro, y la respuesta va perdiendo eficacia con el tiempo.
“En cuanto a la concentración adecuada”, explica, “es de 15 mg/l de 3,5,6-TPA de materia activa, de modo que concentraciones mayores no mejoran la respuesta”.
EL EFECTO DIRECTO SOBRE EL TAMAÑO DEL FRUTO. ESTÍMULO DEL CRECIMIENTO
“Cuando el 3,5,6-TPA se aplica al inicio de la fase lineal del crecimiento, a la misma concentración, 15 mg/l, aumenta el tamaño final del fruto sin modificar el número de frutos por árbol, es decir, sin ralear. Este efecto también se consigue utilizando 25 mg/l de 2,4-DP. Y a este efecto es al que he denominado efecto directo”, apunta.
“Por tanto, cuando se aplican las auxinas de síntesis, dependerá del objetivo que se persiga, se aplicacrán en una u otra época: si se quiere ralear, lo tiene que hacer durante la caída fisiológica, si se busca un efecto directo lo ha de hacer al inicio de la fase lineal del crecimiento”, explica
Para este efecto directo se recomienda aplicar los tratamientos cuando los frutos se encuentran en determinado tamaño, según la variedd. Las mandarinas Clementina e híbridos han de tener entre 15-20 mm, las satsumas y Nova en 20-25 mm, y las naranjas en 25-30 mm. Superados estos tamaños, la respuesta pierde eficacia con el tiempo.
En líneas generales, el experto menciona que los experimentos llevados a cabo con todas las variedades de mandarina demuestran que el 2,4-DP provoca aumentos del tamaño entre 4 y 6 mm de diámetro por fruto, y el 3,5,6-TPA entre 5 y 7 mm. Por lo tanto, concluye que estas son las dos sustancias más eficaces para aumentar el tamaño final del fruto.
El Prof. Agustí advierte que puede haber algunos efectos secundarios cuando existen errores en las concentraciones o se aplica demasiado volumen por árbol. El resultado puede ser la aparición de algunas hojas amarillentas, como un efecto fitóxico transitorio, y si se aplica en árboles muy jóvenes, el fruto puede tener formas y aspectos no deseables (rugosos, deformes,…). Por tanto, hay que tener precaución en el momento de su aplicación.