Pilar M. Gil, académica
Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal UC
Flavia Maldini, investigadora

La crisis climática que atravesamos como planeta -y de la cual Chile es un gran perjudicado- nos impone desafíos urgentes. Uno de ellos es la necesidad de responder a la creciente demanda de energía generada a partir de fuentes renovables no convencionales (ERNC). A diferencia de aquellas provenientes de fuentes fósiles -que son depósitos de energía bajo tierra-, las ERNC necesitan gran cantidad de superficie, por lo que su aumento podría convertirse en una amenaza. Estudios señalan que, a nivel mundial, el principal conflicto de las ERNC ha sido la ocupación de tierras agrícolas. En Chile, la actual sequía podría inclinar la balanza del uso del suelo hacia la generación de ERNC, en desmedro de la producción agrícola.

Con el apoyo del Centro de Políticas Públicas UC, junto a académicos e investigadores del Departamento de Fruticultura y Enología de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la misma universidad, elaboramos un artículo en el que analizamos las consecuencias y oportunidades de la instalación de campos fotovoltaicos y eólicos en suelos agrícolas del país.

En el estudio vimos que existe un creciente número de proyectos en suelos con vocación agrícola entre las regiones de Valparaíso y de la Araucanía. Las empresas generadoras identifican predios que cumplen con ciertos criterios y ofrecen a los dueños un arriendo por 25 a 30 años por una tarifa fija anual. Este negocio resulta muy atractivo para los agricultores en situación de sequía, ya que supera la rentabilidad de los cultivos bajo esta condición.

Dada la alta demanda por ERNC, se prevé que su expansión seguirá avanzando. Sin embargo, es importante considerar que la actividad agrícola tiene un relevante valor social: es una fuente de trabajo en el campo, evita la concentración poblacional en las ciudades y, lo que es más importante, ofrece seguridad alimentaria y desarrollo productivo. Por su parte, los servicios que brinda la energía también son cada vez más importantes: seguridad, operación de los sistemas digitales, comunicación, entre muchos otros. En ambos casos, los valores sociales de estas actividades sobrepasan el de mercado y, por lo tanto, este no debiese ser el único elemento en la asignación de tierras.

En el artículo identificamos también una serie de elementos cuya gestión permitiría avanzar hacia una coexistencia equilibrada de ambas actividades. En primer lugar, mejorar la seguridad de riego a los agricultores, permitiéndoles recuperar una rentabilidad que les posibilite vivir de esta actividad, dejando exclusivamente aquellas tierras que no tienen ninguna posibilidad agrícola para el cambio de uso.

Por otra parte, sería deseable que el Ministerio de Agricultura impulsara una política global de fomento a la actividad agrícola, así como el Ministerio de Energía lo ha hecho para promover las ERNC, con normativas e incentivos que han resultado muy atractivos para los inversionistas. También existe consenso en las ventajas de contar con un ordenamiento territorial que considere la situación hídrica de cada territorio y el progreso de las ERNC, dentro de una serie de otros factores. Esto impulsará polos de desarrollo, donde las empresas generadoras y distribuidoras alcancen economías de escala.

La intervención política es crucial para un desarrollo equilibrado. Por eso, hacemos un llamado a las autoridades a explorar nuevos modelos que potencien ambas actividades, sin renunciar al crecimiento de estos sectores que son fundamentales para el bienestar de la sociedad.