El libro que convirtió a la investigación en un best seller
Gabriel León, bioquímico, doctor en biología molecular, es la persona que ha llevado el mundo científico a los primeros lugares del ranking de ventas de libros en Chile. 'La ciencia pop' ya agotó su primera edición y la segunda va por la misma senda. ¿Cuál fue la clave para generar un puente entre la investigación, incluida la agrícola, y un público masivo?
La publicación recoge un conjunto de historias donde se relata la forma en que se llegó a grandes descubrimientos, explicados con rigor y acuciosidad, pero integrando al mismo tiempo la experiencia humana que hay detrás de todo ello. A veces se ve grandeza; otras, injusticia; la genialidad puede ir seguida de traición; el altruismo convive con la codicia e incluso el engaño…
El objetivo –revela el autor– era acercarnos a la gente en un lenguaje sencillo, que fuera didáctico, pero al mismo tiempo muy entretenido. A mí me interesa que uno lea y diga “ooooh, que increíble esto, no lo sabía”. Sueño con que las personas hablen de ciencia así como hablan de fútbol.
Hay historias de medicina, de neurobiología, de química, y por supuesto del mundo agrícola. La magia del asunto está en haber logrado que los relatos, al mismo tiempo que entregan muchos datos, sean “buenos para contar después de los asados”, en palabras de León. Por otra parte, ha recibido muy buenos comentarios de parte de los lectores científicos.
EL PUNTO DE PARTIDA ESTÁ EN LA LESIÓN DEL TENDÓN DE AQUILES
–¿De dónde nace este proyecto?
–Fui científico durante 10 años, tuve dos proyectos Fondecyt consecutivos y un proyecto Corfo-Innova. Soy del tubo de ensayo. Pero también me encanta escribir y había dejado de hacerlo, excepto por papers, proyectos y puros textos fomes. En el año 2011 jugando baby fútbol me corté el tendón de Aquiles y me dieron licencia por dos meses. ¿Qué hago ese tiempo botado en la casa?, me pregunté, y pensé en escribir una novela policial. Duré un par de días, porque no tenía talento para eso.
Entonces decidió publicar un blog con historias de ciencia que había ido guardando desde su tiempo de estudiante.
–Partí con una historia que me voló la cabeza cuando estaba en el doctorado. Era compañero de Virginia Garretón, hoy directora de Milenio, y un día me comentó: “¿sabías que un científico francés publicó un artículo en la revista Nature donde demuestra que el agua recuerda lo que estuvo disuelto en ella?”
Gabriel León buscó en la biblioteca, fotocopió el paper, y descubrió que el físico John Maddox, editor de la revista, incluso había ido acompañado de un mago al laboratorio francés para comprobar que no hubiera algún truco.
–¿Resultó verdad?
–No. Probablemente fue uno de los condoros más grandes de Nature en su carrera editorial. Hoy día un paper así jamás sería publicado sin exigir que antes se replique el experimento. Partí el blog con esa narración, que no era de ciencia propiamente tal, pero mostraba cómo funciona la ciencia. Y continué de manera bien seguida porque estaba lesionado. Uno de los temas se relacionó con la UPOV y la “ley Monsanto” (sobre obtenciones vegetales). Leí el convenio, que era bien técnico, y escribí un post cortito para explicarlo en forma sencilla. Esa nota fue tremendamente compartida, en la web, en radios, en las noticias. Un día me llaman a mi celular y me dicen: tú no me conoces, soy Matías del Río, periodista del canal 11, vi tu blog y me gustaría que me ayudaras con unas preguntas. Me di cuenta de que las visitas explotaban cuando una historia enganchaba con las noticias. Llegué a tener 100.000 visitas al año.
EL LIBRO FUE CONCEBIDO Y PUBLICADO EN SOLO UN AÑO
En febrero de 2016 recibió un mensaje en su Facebook:
–Decía: “oye, Gabriel, soy Gonzalo Eltesch, editor en Penguin Random House, llegué por casualidad a tu blog y no paré de leer hasta las tres de la mañana, me gustaría conversar contigo un proyecto editorial”. Yo leí proyecto editorial y como que ¡ooooh…! Averigüé y supe que la editorial era gigantesca. Nos juntamos y decidimos hacer un libro con este tipo de historias cortas. Además de tomar lo que tenía, escribí muchas cosas nuevas durante el verano, sin parar.
En abril de 2017 el libro ya estaba publicado.
La vida de Gabriel León ha cambiado mucho. Renunció a la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Andrés Bello, donde se desempeñaba, y hoy es director del Centro para la Comunicación de la Ciencia de la UNAB.
–A los 38 años voy de vuelta. Decidí parar la ciencia experimental. Eso tiene que ver con el actual escenario científico, que es de una presión gigantesca, con una sensación de falta de trascendencia respecto de lo que hacía y con un gusto enorme por la comunicación.
Todos los martes colabora en el programa matinal de radio Biobío y los miércoles en la tarde en radio Zero, hablando de ciencia. Publica una columna que aparece también los miércoles en el diario La Hora y participa en la organización de una conferencia de cultura científica anual en el GAM, en noviembre, aparte de coordinar las actividades de comunicación de su universidad. Toda esta exposición pública parece sorprenderlo un poco.
–Yo no tengo ningún contacto de nada. Estudié en un colegio en Estación Central que nadie conoce, el Instituto Zambrano. De hecho, ya no existe, cerró, casi demuelen el edificio. Entré a la U. Católica, dediqué toda mi vida a la investigación científica, ratón de laboratorio, no conocía a nadie de ningún medio. Todo ocurrió de a poco a través del blog y en Twitter: a muchos periodistas les gustó como escribía, porque levantaba temas, les ayudaba a contestar preguntas. Cuando me invitaban, iba y explicaba en fácil.
UNA SEGUNDA PARTE YA VIENE EN CAMINO
La abundancia de temas relacionados con el agro de La ciencia pop se explica por el trabajo que Gabriel León desarrolló en el Centro de Biotecnología Vegetal de la UNAB.
–Fue un mundo nuevo para mí, porque de trabajar con modelos de plantas, con Arabidopsis, en lo micro, pasé a durazno, frutilla, con kilos de plantas. Ahí me enteré, por ejemplo, de que la frutilla comercial era un híbrido de la frutilla chilena.
Los buenos resultados del libro han abierto las puertas para una segunda parte, anuncia el autor:
–Evidentemente va a haber historias relacionadas con la agricultura, porque tengo una cercanía especial. Me interesan los temas relacionados con el origen de los cultivos, son entretenidos y además están muy bien documentados. Tengo plantas regalonas. Por ejemplo la historia que va a ir sí o sí es la de la banana variedad Cavendish, cómo reemplazó a la Gros Michel. El plátano no corresponde a un árbol, sino a una hierba gigante, que además es triploide, o sea estéril. Por eso no tiene semilla, sino algunos vestigios que son óvulos. Pero una planta estéril en la naturaleza no puede sobrevivir, entonces se trata de un producto humano. Hay una anécdota que todavía no he podido confirmar: hoy el saborizante a plátano no tiene gusto a plátano, porque imita el sabor de la variedad Gros Michel, que era mucho mejor. La variedad actual es más bonita, de cáscara perfecta, de un amarillo parejo, y no con manchones, como su predecesora, pero de cualidades organolépticas menos atractivas. Los consumidores la prefirieron por su aspecto.
ALGUNAS HISTORIAS PARA CONTINUAR LEYENDO
A continuación, una “degustación” de temas cercanos al mundo del agro que aparecen en el libro:
La fresa, que en Chile disfrutamos bajo el nombre de frutilla, es un híbrido creado en Europa a partir de nuestra Fragaria chiloensis. Pero cuando el explorador y espía francés Frézier la llevó al Viejo Continente, no daba frutos…
Si se busca una causa de la catástrofe económica que significó para Chile la quiebra de la industria salitrera, debe culparse principalmente al aire…
El mito de que los tomates de antes eran “feos pero ricos” no es un mito, y la razón se encuentra en el gen SIGLK2, que controla la biogénesis de los cloroplastos…
Según la evidencia, la caña de azúcar ya era cultivada hace 6.000 años en Nueva Guinea, e India fue el primer país donde lograron covertirla en cristales. Sin embargo, su masificación se consiguió en América. En el siglo XIX se convirtió en una “pesadilla genética”…
Resulta sorprendente la cantidad de veneno en nuestros alimentos vegetales. Por ejemplo, pueden bastar cinco porotos crudos para provocar vómitos y diarrea, o la solanina presente en la planta de papa…
Luego de invitar a los famosos de su época (siglo XVIII) a comer en banquetes donde incluyó platillos basados en papa, el francés Antoine-Agustin Parmentier puso guardias armados que impidieran el acceso al cultivo ¡para promover su consumo…!
Barbara McClintock es, probablemente, la citogenetista más brillante que haya existido. Sus estudios con granos de maíz de color jaspeado la llevaron a hallazgos tan revolucionarios que la comunidad científica los recibió con escepticismo. ¿Contribuyó a esto el hecho de ser mujer?…
La palta Hass se patentó en 1935, luego de haberse salvado apenas, porque Rudolph Hass estuvo a punto de arrancar la única planta de la variedad. No le gustó esa piel rugosa que parecía cuero y se ponía negra…
En 2006 un grupo de científicos publicó en la revista Trends in Plant Science un manifiesto donde proponían un nuevo campo de investigación, la “neurobiología vegetal”. Para ellos, las plantas presentan comportamientos muy complejos, imposibles de explicar solo con mecanismos bioquímicos o genéticos…
SI LA CIENCIA NO CAMBIARA, TODAVÍA CREERÍAMOS QUE LA TIERRA ES PLANA
–En tu libro se ve que en el mundo de la ciencia a veces también hay trampas…
–Los científicos hacen un trabajo fuera de lo común, pero son personas normales, sujetos a las mismas miserias y brillanteces que todos. Ahora, lo bueno de la ciencia es que está permanentemente revisándose. Si publicas algo que no es efectivo y alguien trata de trabajar sobre esa base pero no le resulta, lo vuelve a probar y no le resulta, entonces quedas expuesto y se descubre la causa del problema.
–De hecho la ciencia avanza tratando de encontrar la razón por la cual las explicaciones no resultan en algunos casos.
–Se va corrigiendo, avanza tres, retrocede dos. Pero al cabo de 10 años ves todo lo que ha progresado. El proceso resulta complejo, y justamente lo que a mí me interesa es mostrar el proceso. Hay años de trabajo, de esfuerzo, de errores, y eso tan fundamental no se cuenta casi nunca. La gente dice: “los científicos nunca se ponen de acuerdo”, lo que antes era malo ahora lo encuentran bueno. Esa autocorrección es lo esencial. Cambia porque se adapta a la nueva evidencia. Si la ciencia no cambiara, todavía creeríamos que la tierra es plana.
–Pensando en un público especializado en temas relacionados con la agronomía, ¿qué motivo les darías para leer La ciencia pop?
–Que lo lea justamente porque se sale de la agronomía y la agricultura. Muestra tecnología y ciencia en general, particularmente desde el lado de la biología. Va a disfrutar, creo yo, por la forma en que está escrito, por la anécdota, muchas veces, y porque también siempre tiene un dato interesante.