El análisis de suelo como herramienta para la toma de decisiones
El suelo cambia con cada temporada, y su correcto manejo depende de decisiones basadas en datos precisos. Un análisis de laboratorio permite conocer su composición, evitar desperdicio de insumos y prevenir problemas como la salinidad y la compactación. Andrés Arias Pinto, M. Sc. en Manejo de Suelos y Aguas, explica por qué interpretar correctamente estos estudios es clave para la productividad y sostenibilidad agrícola.

El suelo es mucho más que la base donde crecen los cultivos: es un ecosistema dinámico que influye directamente en la productividad agrícola. Su composición, estructura y equilibrio determinan el éxito o el fracaso de una plantación. Sin embargo, para aprovechar su máximo potencial, es necesario conocerlo. Aquí es donde el análisis de suelo en laboratorio se convierte en una herramienta clave para la toma de decisiones en el campo dentro de una campaña o temporada agrícola.
El ingeniero agrónomo Andrés Arias Pinto, M. Sc. en Manejo de Suelos y Aguas, destaca la importancia de estos estudios, ya que permiten ajustar el manejo del suelo de manera eficiente, optimizando recursos y reduciendo costos innecesarios. En palabras del especialista, “un suelo puede cambiar drásticamente de una temporada a otra debido a los manejos agrícolas, la fertilización y las condiciones climáticas, por lo que su monitoreo constante es esencial para evitar problemas como la compactación, la salinidad o la deficiencia de nutrientes”.

A pesar de su relevancia, aún existen muchas dudas y errores en la realización de estos análisis, lo que puede llevar a decisiones ineficientes. Por ello, Arias Pinto explica cómo un análisis de suelo bien realizado y correctamente interpretado puede marcar la diferencia en la rentabilidad y sustentabilidad de la producción agrícola.
UN ALIADO INDISPENSABLE
En el campo, cada decisión cuenta. Desde la elección de fertilizantes hasta el tipo de riego, todo influye en la productividad del cultivo. Sin embargo, muchas de estas decisiones se toman sin conocer realmente qué necesita el suelo. Es aquí donde el análisis de laboratorio se convierte en un aliado indispensable, explica. Más allá de ser un simple informe con datos químicos, es una radiografía del suelo que permite entender su composición, su equilibrio y su capacidad de sostener cultivos de manera eficiente, apunta.
Por tanto, Andrés Arias Pinto destaca que el suelo no es estático. Con cada temporada, su estructura y composición cambian. La fertilización, la aplicación de materia orgánica y hasta la cantidad de agua que recibe modifican su dinámica, afectando directamente la absorción de nutrientes. Sin un monitore adecuado, los productores corren el riesgo de sobrecargarlo con insumos innecesarios o, por el contrario, dejarlo sin los elementos esenciales para el desarrollo de las plantas. “Muchas veces los agricultores aplican materia orgánica o fertilizantes sin considerar su impacto en el suelo a lo largo del tiempo. Un análisis previo puede indicar cuánto realmente se necesita y cómo aplicarlo de manera eficiente”, advierte el especialista.
El análisis de suelo no solo evita desperdiciar recursos, sino que también ayuda a optimizar el manejo agrícola. Un productor que sabe exactamente qué necesita su suelo puede reducir costos, ajustar dosis de fertilización y evitar problemas como la acumulación de sales o la compactación.

Los mejores momentos para analizar el suelo son antes de la siembra y al final de la temporada. En la etapa inicial, permite hacer ajustes estratégicos que evitarán complicaciones futuras, explica. Una vez concluido el ciclo, ayuda a evaluar el impacto del manejo y a prepararse para la siguiente campaña. Aun así, si los recursos económicos son limitados, propone realizar al menos un análisis por año, pues es esencial para evitar decisiones a ciegas. “Un suelo cambia constantemente, ya sea por la fertilización, la aplicación de materia orgánica o los eventos climáticos. Sin un monitoreo adecuado, se corre el riesgo de desperdiciar recursos o de generar problemas en la estructura del suelo”, enfatiza el experto.
Para Arias, el análisis de suelo es una herramienta que permite al agricultor conocer su tierra, anticiparse a problemas y garantizar la sostenibilidad de su producción. No se trata de aplicar más fertilizantes ni de seguir fórmulas genéricas, sino de entender que cada suelo es único y necesita un manejo ajustado a su realidad. “El suelo no es solo química. La física y la biología también juegan un rol clave en su equilibrio. La salud del suelo no se basa en recetas generales, sino en conocer la realidad específica de cada campo”, dice.
CAMBIOS EN EL SUELO
El suelo es un organismo vivo y su composición y estructura no permanecen iguales a lo largo del tiempo, sino que se ven afectadas por múltiples factores. La fertilización, la aplicación de materia orgánica, la calidad del agua de riego e incluso las condiciones climáticas determinan su equilibrio y, en consecuencia, su capacidad para sostener cultivos de manera eficiente.
Uno de los factores que más inciden en esta variabilidad es la fertilización, explica Arias. La aplicación de insumos como el guano de ave, el compost o fertilizantes químicos modifica la disponibilidad de nutrientes, ya que los elementos se van liberando o fijando en función de las condiciones del suelo. “Es importante evaluar cuánto fósforo, por ejemplo, aporta un guano aplicado en determinada cantidad, porque si no se considera este aporte, se puede terminar aplicando un fertilizante fosfatado innecesario, generando un gasto extra y un posible desbalance en el suelo”, señala Andrés Arias Pinto.
Otro aspecto clave es la pluviometría y los eventos de riego. En zonas con alta precipitación, como la sierra peruana, las lluvias pueden lixiviar ciertos nutrientes, arrastrándolos a capas profundas y reduciendo su disponibilidad para las plantas. En cambio, en zonas áridas como Piura e Ica, donde la principal fuente de agua es el riego, el problema suele ser la acumulación de sales en la superficie del suelo. “En algunas zonas de la costa, el agua de riego tiene una conductividad eléctrica alta, lo que significa que puede estar aportando sales de forma continua. Si no se monitorea adecuadamente, estas sales pueden acumularse y afectar la absorción de agua por parte de las plantas”, advierte el especialista. A pesar de la importancia de estos factores, en muchas ocasiones los agricultores no toman en cuenta estos cambios y siguen aplicando los mismos manejos año tras año, sin evaluar cómo han evolucionado sus suelos.
En este contexto, el análisis de suelo no solo permite detectar deficiencias de nutrientes, sino que también ayuda a evaluar la estructura del suelo, la presencia de sales y la capacidad de retención de agua. Con esta información, es posible realizar ajustes específicos y evitar pérdidas de rendimiento causadas por manejos inadecuados.
“Un buen agricultor no es el que aplica más fertilizantes, sino el que entiende su suelo y le da exactamente lo que necesita en cada momento”, destaca el experto.
ERRORES EN LOS ANÁLISIS DE SUELO
Uno de los errores más comunes en la interpretación de los análisis de suelo es confiar únicamente en los rangos recomendados sin considerar la interacción entre los nutrientes. Muchos productores observan que un nutriente está en niveles adecuados y asumen que la planta podrá absorberlo sin problemas, cuando en realidad su disponibilidad puede estar condicionada por otros elementos. “Un suelo puede tener un buen nivel de fósforo, pero si está ligado al zinc, no estará disponible para la planta”, explica Andrés Arias Pinto.
Otro problema frecuente es la toma de muestras de suelo sin segmentar por zonas. En muchos casos, los productores recolectan muestras de distintos puntos de un campo y las mezclan en una sola, enviando un solo análisis al laboratorio. Esto genera una visión promediada que oculta las variaciones dentro del terreno, impidiendo hacer un manejo preciso. “Si en un mismo lote hay zonas con suelos buenos y suelos degradados, mezclar todas las muestras hará que los resultados no reflejen la realidad. En lugar de identificar las áreas que necesitan un ajuste, el agricultor aplicará un manejo uniforme que no será efectivo para todo el campo”, advierte el especialista. Entonces, será necesario que nuestras muestras se diferencien por zonas y así poder tomar decisiones más acertadas.
A esto se suma la falta de seguimiento. Un análisis de suelo no debe verse como una evaluación puntual, sino como un proceso de monitoreo constante. Muchos agricultores realizan un estudio inicial antes de establecer un cultivo, pero luego no lo repiten en las siguientes temporadas, perdiendo la oportunidad de ajustar el manejo de acuerdo con la evolución del suelo. “El suelo cambia con cada temporada, con cada riego y con cada aplicación de fertilizantes. Si no se hacen análisis periódicos, se corre el riesgo de tomar decisiones basadas en información desactualizada”, enfatiza Arias.
Finalmente, está la cuestión de la calidad de los laboratorios. No todos trabajan con los mismos estándares, y los resultados pueden variar considerablemente entre ellos. En algunos casos, se han enviado muestras idénticas a distintos laboratorios obteniendo resultados completamente diferentes, lo que demuestra la falta de consistencia en algunas metodologías. “Lo ideal es encontrar un laboratorio confiable y mantener el análisis en el mismo lugar durante varias temporadas. Saltar de un laboratorio a otro solo genera confusión, porque cada uno puede usar metodologías distintas y los valores obtenidos no serán comparables”, sugiere el experto.
La correcta interpretación de un análisis de suelo no es solo cuestión de leer números en un informe. Requiere entender cómo interactúan los elementos, segmentar el campo de manera adecuada y dar seguimiento continuo a la evolución del suelo, destaca. “Un análisis de suelo bien interpretado no solo ayuda a mejorar la producción, sino que también permite optimizar los recursos y evitar problemas a largo plazo. Es una inversión que, bien utilizada, puede marcar la diferencia en la rentabilidad de un cultivo”, indica Arias.
Uno de los problemas emergentes que ha cobrado relevancia en los suelos agrícolas es la presencia de cadmio, un metal pesado que puede tener efectos perjudiciales en las plantas y, en consecuencia, en la salud de los cultivos. Andrés Arias Pinto explica que, aunque el cadmio puede estar presente de forma natural en ciertos suelos, también puede ser introducido a través de fertilizantes y materia orgánica, como el guano o compost no analizados adecuadamente. El cadmio es especialmente problemático porque su acumulación en el suelo puede llevar a su absorción por las plantas, afectando su crecimiento y calidad.
Por esta razón, Arias recomienda que los agricultores exijan análisis de metales pesados en los fertilizantes y la materia orgánica que utilizan, ya que aunque la concentración de cadmio en los productos pueda parecer baja, cuando se aplican grandes cantidades, la dosis total puede ser lo suficientemente alta como para causar daño.