Colombia busca rescatar su colorido legado de papas nativas
En asociación con pequeños agricultores andinos, un proyecto busca seleccionar semillas de 38 variedades de papas nativas para darle sustentabilidad económica y ambiental a un legado biológico que se estaba perdiendo ante la preferencia por opciones más comerciales.
A pesar de su belleza, pocos las conocen porque tradicionalmente han sido cultivadas para el autoconsumo de las comunidades indígenas y campesinas. Si bien hay variedades de papas colombianas más conocidas que se compran en masa en los supermercados –como sabanera, pastusa, R12 o la criolla–, las nativas “se han ido perdiendo a lo largo del tiempo porque no han sido incluidas en las cadenas productivas”, dice la bióloga María del Pilar Márquez, profesora del Departamento de Biología en la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá. “Han dejado de sembrarse porque no representan un ingreso significativo”.
Márquez lidera un proyecto de papas nativas y tubérculos andinos que busca rescatar las variedades a través de la producción de semillas de buena calidad para que los pequeños productores las vuelvan a sembrar en sus parcelas, “lo que redundará en menos costos de producción y menos costos ambientales”, asegura.
Junto con su grupo de investigación, la Corporación para el desarrollo participativo y sostenible de los pequeños productores rurales (PBA) y la Universidad Mayor de San Simón en Bolivia, trabaja con campesinos y pequeños agricultores de las poblaciones de Carmen de Carupa, Soracá y Cómbita, en el Altiplano Cundiboyacense, en Colombia, y del municipio de Sacaba, en Bolivia, quienes con su ruana para combatir el frío, cultivan mortiña, ratona, jardinera, española, espaldona y otras papas nativas con curiosos nombres.
María del Pilar Márquez, de Universidad Javeriana: “las variedades nativas de papas se han ido perdiendo a lo largo del tiempo porque no han sido incluidas en las cadenas productivas”
La alianza con Bolivia surge por dos motivos. Primero, porque al ser un proyecto financiado por el Fondo de Inversión para la Investigación Agrícola, Fontagro, entre los requisitos está que debe haber mínimo dos países de Latinoamérica participando en la iniciativa. Y segundo porque los dos países comparten una historia similar en cuanto a la pérdida de semillas nativas.
Uno de los datos que arrojó la investigación es que no hay una línea base. En el caso colombiano, por ejemplo, ni el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, ni las comunidades tienen información de cuántas áreas de papas nativas hay sembradas ni cuáles son sus variedades. Por tal motivo, uno de los méritos de esta investigación es que rescata semillas que, quizá sin su intervención, se habrían perdido del todo.
UN LABORATORIO CON ENVIDIABLE VISTA
Adriana Sáenz, también profesora del Departamento de Biología de la Javeriana e investigadora del proyecto, cuenta que la línea de investigación en papas nativas comenzó en 2008. Sin embargo, fue en el 2021 que empezó este proyecto mediante el cual han capacitado a más de 500 personas en temas de control de plagas y mejoras del rendimiento en los cultivos. Además, se capacitó a dos campesinas de la comunidad en técnicas especializadas como el cultivo de tejidos, el cual permite reproducir una planta a partir de sus células o tejidos, en medios sintéticos bajo condiciones asépticas y controladas de luz, temperatura y humedad.
“A partir de un tejido, se puede obtener una planta sana que van a llevar al campo para luego venderlo”, explica.
Desde entonces, Marcela Pinilla y Diana Rincón, dos pequeñas agricultoras de la zona, pasaron a liderar el laboratorio en Carmen de Carupa. De no saber nada de biotecnología o propagación in vitro, se han convertido en expertas en el manejo de las semillas nativas.
Marcela Pinilla y Diana Rincón, dos campesinas de la zona, pasaron a liderar el laboratorio en Carmen de Carupa en donde seleccionan y reparan las semillas que luego se distribuyen a los campesinos.
La escena emociona. En medio de un laboratorio con vistas privilegiadas a las montañas, Pinilla observa a través de un microscopio para hacer cortes con mayor precisión. Tiene cuidado quirúrgico. Con una pinza retira diminutos tejidos de una planta de papa hasta llegar a los meristemos, grupos de células responsables del crecimiento vegetal.
Para lograr semillas de mejor calidad, retiran los meristemos de las plantas de papa y los desinfectan para luego proceder con la propagación in vitro, o sea cultivarlas dentro de frascos de vidrio en un ambiente artificial. Así se eliminan posibles enfermedades y plagas que afectarían los cultivos.
“La criolla pepina de corazón rojo la estamos sembrando aquí en este cultivo”, dice la campesina Ana Ebidalia Moncada, refiriéndose al lote de Carmen de Carupa. “Hemos tenido capacitaciones y ya adquirimos mucho conocimiento”, agrega. Es la combinación entre ese saber tradicional y científico lo que les ha permitido tener dos invernaderos (cada uno con capacidad para 7.000 plántulas) para la producción de semillas de buena calidad que, después de su paso por la tierra, se convertirán en papas sanas.
LAS SEMILLAS FAVORITAS
Hoy en día ya tienen 38 morfotipos de papas nativas en Carmen de Carupa, pero debido a que cada variedad se comporta de forma diferente al cultivo in vitro, en el momento se está priorizando la limpieza en laboratorio de cinco de ellas: jardinera, manzana, chaucha, andina y uva mora.
Sin embargo, no todas crecen al mismo ritmo y algunas, como la uva mora, les han causado dolores de cabeza por la lentitud en su crecimiento. “No hemos podido propagar muy bien esa variedad”, dice Pinilla. Esto, según la bióloga Márquez, se puede deber a diversos factores, como la cantidad de pigmentos, pero aún siguen investigando para lograr estandarizar los protocolos de producción in vitro de cada una de estas cinco variedades y luego, de las 33 restantes.
Estas variedades seleccionadas se están produciendo en las parcelas de las asociaciones vinculadas al proyecto (Asoagroalizal, Coinpacol y la Cooperativa El Olivo) y alrededor de diez familias campesinas están sembrando algunas de estas variedades con fines de autoconsumo o comercialización. Con esta iniciativa se espera beneficiar de forma directa a 250 familias en Colombia y Bolivia.
Hoy en día ya tienen 38 morfotipos de papas nativas en Carmen de Carupa, pero debido a que cada variedad se comporta de forma diferente al cultivo in vitro, en el momento se está priorizando la limpieza en laboratorio de cinco de ellas: jardinera, manzana, chaucha, andina y uva mora.
Hasta el momento han recogido tres cosechas de doce variedades de papas nativas. Allí determinaron que los morfotipos con mayores rendimientos son la jardinera y la mortiña, con 30 toneladas por hectárea, y que las más susceptibles a insectos y patógenos son manzana, calavera, chaucha y andina. De cada cosecha escogen los mejores tubérculos para la siguiente siembra y así han ido mejorando la semilla que se le entrega a los agricultores.
El proyecto no se limita al rescate de las plantas nativas, sino que busca mejorar la seguridad alimentaria de los productores. La bióloga Sáenz explica que en los cultivos han combinado diferentes hortalizas y plantas aromáticas como lechuga, brócoli, espinaca, arveja, caléndula, menta, hierbabuena y ají para así “colaborar con el control de plagas que afectan a estos cultivos y favorecer la seguridad alimentaria al incorporar otros alimentos en sus dietas”.
En estos ensayos encontraron que las plantas acompañantes generaron una repelencia a los insectos y se obtuvo una baja incidencia por plagas, “lo cual redujo en un 20% las aplicaciones de agroquímicos y, por ende, se redujeron costos de producción y costos ambientales”, agrega Sáenz.
PLATOS LLENOS DE COLORES
Las características únicas de estas papas nativas las hace muy atractivas para hoteles y restaurantes gourmet. Antonio Camargo, quien acompaña al proyecto desde la Corporación PBA dice que los pequeños productores (asociados con organizaciones) ya están vendiendo las papas nativas gracias a “sus colores y características antioxidantes”.
Pero esos no son sus únicos beneficios. Según el Centro Internacional de la Papa (CIP), también tienen una buena fuente de carbohidratos bajos en grasa y cantidades importantes de vitamina C, hierro, calcio y zinc.
La oferta de papas nativas es bien recibidas en hoteles y restaurantes que buscan aportar variedad de colores, texturas y sabores a sus platos.
Para Rincón y Pinilla, esta investigación permite rescatar las raíces campesinas de las alturas andinas, pues incluso para ellas, que han vivido siempre en Carmen de Carupa, muchas de estas variedades son nuevas porque se habían perdido en la zona o porque los morfotipos que se cultivan en un municipio y no se conocen en el vecino. Esperan que de la misma forma en que términos como ‘preparación de medios’ y ‘propagación in vitro’ hoy hacen parte de su cotidianidad, la jardinera, la andina y los demás morfotipos nunca falten para llenar de colores su plato.
Al recuperar estas semillas y volver a sembrar papas y tubérculos nativos es posible que los consumidores las conozcan y se abran nuevos mercados, “pero no podíamos poner una meta de siembra porque no podemos ofrecerles un mercado”, concluye Márquez. “Ya hay gente preguntando por ellas. Ojalá que la investigación permita que se abran unos canales diferentes de comercialización, sin intermediarios, donde los campesinos vendan directamente sus productos”.