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INIA en conjunto con Consorcio Biofrutales

Avances de programa para desarrollar nuevas variedades chilenas de cereza

INIA, en conjunto con el Consorcio Biofrutales, se encuentra desarrollando un programa de mejoramiento genético de cerezos para obtener variedades de alto potencial comercial orientadas a la industria tradicional y para zonas más tempranas de producción. El programa cuenta con el apoyo del sector privado y CORFO, y se espera que el año 2020 se presenten las primeras selecciones avanzadas de este trabajo.

05 de Septiembre 2018 Equipo Redagrícola
Avances de programa para desarrollar nuevas variedades chilenas de cereza

La cereza presenta varias particularidades que hacen de su consumo un rito especial. No está presente durante toda la temporada en las góndolas de los supermercados, contrario a manzanas y otras frutas de las cuales se tiene una oferta permanente. Su color rojo, en el mercado de destino más importante para nuestro país (China), tiene un significado emocional muy importante; las cerezas se regalan, particularmente durante el año nuevo, como una muestra de afecto y estima personal. Pero más allá de estos elementos culturales, el desarrollo de la cereza en Chile representa una opotunidad única. Más del 85% de la producción mundial de cerezas se concentra en el Hemisferio Norte. En este menos del 20% restante (Hemisferio Sur) Chile representa a lo menos un 80% de la producción. Esta situación de privilegio está dada por el clima templado frío que existe en la zona productora de cerezos en Chile. Según datos entregados por la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile (Asoex) las exportaciones de cerezas chilenas marcaron un récord al superar las 150 mil toneladas en enero de este año. Cifras que debieran sostenerse en temporadas venideras y que entusiasman al sector agrícola.

30 mil segregantes ha establecido en campo el Programa de Mejoramiento Genético de Cerezas INIA-Biofrutales, plantas cada una diferente de la otra, las cuales podrían llegar a ser una variedad en el futuro.

Hacia fines de la década anterior el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) ya comenzaba a delinear un programa para desarrollar la primera variedad chilena de cerezo con características únicas de adaptación climática y conservación en poscosecha; mejorando, además, elementos críticos para cualquier variedad, como son tamaño, firmeza y sabor, para impactar a consumidores y productores de diferentes mercados internacionales.

El año 2008 se reunió un grupo de investigadores de INIA con BIOFRUTALES, para delinear el plan de trabajo del que sería el Programa de Mejoramiento Genético del Cerezo INIA-Biofrutales. Las primeras etapas de investigación permitieron generar los primeros protocolos de cruzamientos y propagación, hasta que en el año 2010 gracias a un proyecto de  CORFO  se logró la incorporación de nuevas empresas privadas bajo el alero de Biofrutales: Univiveros, Viveros Los Olmos, ANA, Buenos Aires de Angol y FEDEFRUTA. En un esquema similar al Programa de Mejoramiento Genético de Vides de INIA-Biofrutales, el cual cabe recordar tuvo como primer gran resultado la generación de la variedad Maylen® (Inia Grape-one), la cual no sólo logró aceptación en el mercado nacional, sino que también está siendo introducida en más de 19 países, a la fecha presente en al menos un país de cada continente.

VARIEDADES QUE RESPONDAN A REQUERIMIENTOS LOCALES

El objetivo del Programa de Mejoramiento Genético de Cerezos INIA-Biofrutales es obtener nuevas variedades de cerezo, que respondan a las demandas de productores y consumidores nacionales, ampliar el periodo de maduración de la fruta, incorporar nuevas zonas productoras y desarrollar el negocio de la mejora de genética vegetal para Chile.

El desarrollo de una variedad contempla a grandes rasgos tres etapas: 1) establecer la estrategia de mejora, elección de parentales y generación de miles híbridos que se establecen en campos experimentales de evaluación; 2) en una segunda etapa la elección de los mejores individuos producidos en la primera etapa, permiten escalar a una etapa intermedia, donde se evalúa con mayor intensidad cada individuo replicado sobre portainjertos comerciales; finalmente, 3) en una tercera etapa se selecciona el mejor (o los mejores) individuo de los evaluados en la etapa intermedia y se escala a nivel pre-comercial, pudiendo incluso evaluarse en diferentes condiciones agroclimáticas, permitiendo un conocimiento acabado de la variedad y la mejor forma de cómo debe ser producida.

En este contexto, el Programa a la fecha ha establecido en campo alrededor de 30 mil segregantes, plantas cada una diferente de la otra, las cuales podrían llegar a ser una variedad en el futuro. Tras llevar a cabo diversas evaluaciones de estos segregantes, el Programa ha seleccionado 21 selecciones intermedias, árboles que han mostrado los resultados más interesantes hasta el momento. A partir de este año, las selecciones tendrán un período de estudio de dos a tres años. Al cabo de ese plazo se seleccionarán los mejores individuos para escalar a la tercera etapa de trabajo, las selecciones avanzadas.

 

CANDIDATOS POTENTES PARA SELECCIONES AVANZADAS

Durante el mes de mayo se realizó la reunión anual del PMG de Cerezo donde INIA citó a todos los socios para dar a conocer los resultados del último año. Al encuentro acudieron profesionales de todas las empresas participantes. La exposición estuvo a cargo del genetista del programa Dr. José Manuel Donoso, quien junto al director del Proyecto, Gamalier Lemus, lideran las acciones del Programa. Para el profesional esta reunión es clave, pues junto con entregar los resultados anuales, se trata de una instancia en la que el equipo se retroalimenta de la industria. “Todo lo relacionado con el mejoramiento genético es un complejo de diferentes elementos. En estas reuniones vemos cómo interactúan las necesidades de los productores, los viveristas y de la industria en general. Es una conversación que nos ayuda a entender muchas cosas y a mejorar nuestro trabajo”, indica el investigador INIA.

Respecto a la evolución del Programa y los resultados expuestos durante la reunión, Donoso explica que “este año tuvimos la oportunidad de dar un salto cualitativo. El equipo que se ha formado durante años entró en una fase de consolidación y experticia adecuada para enfrentar los grandes desafíos propuestos; hemos podido  levantar un laboratorio de rescate de embriones para propagar hijos de madres tempranas, establecer pautas de evaluación en campo, laboratorio y poscosecha, establecer huertos de mejora aumentando la precocidad productiva de los híbridos, aumentar el conocimiento genético de la especie para realizar cruces con mayores probabilidades de éxito, entre muchos aspectos técnicos. Nos sentimos consolidados como equipo y tenemos las plantas, el equipo y los procedimientos. Lo que los socios quieren ahora es ver candidatos potentes para selecciones avanzadas y esperamos poder presentarlos prontamente”, afirma José Manuel Donoso.

Según indica el experto, un programa de mejora genética en esta especie toma un plazo aproximado de 15 años. “En una primera etapa el objetivo es crear y criar miles de individuos producto de cruces definidos por el mejorador genético del Programa. Esta etapa incluye desde el primer cruzamiento, la evaluación de miles de híbridos en campo y laboratorio y la identificación de los genotipos superiores, periodo que abarca alrededor de cinco años”. En una segunda etapa, los mejores individuos son injertados en replicas sobre un portainjerto adecuado y se vuelve a evaluar por un mínimo de tres temporadas, incluyendo determinaciones fenotípicas más específicas como la tolerancia a la partidura, su condición viajera, entre otras importantes evaluaciones de poscosecha. Este periodo nuevamente tiene una duración de cinco años. Finalmente, en una tercera etapa, las candidatas para convertirse en variedad pueden ser evaluadas en diferentes zonas agro-climáticas en una condición pre-comercial, lo que le permite al agricultor probar fehacientemente su calidad”, explica el Subdirector del PGM de cerezo.

Las zonas agroclimáticas en que se están evaluando las variedades corresponden a  la Región de Coquimbo, bajo influencia marítima (La Serena y Ovalle), Región Metropolitana (Buin) y Región de O’Higgins (Rengo). Los portainjertos utilizados, por su parte, corresponden a MaxMa 14 en Rengo y Colt en la zona Norte.

¿CÓMO SERÍA LA CEREZA PERFECTA?

Los criterios para definir una cereza óptima comienzan por un buen calibre, que supere los 28 mm, sumado a una firmeza aceptada por el consumidor y a una buena duración en postcosecha. En el proceso de búsqueda de la mejor cereza también se considera la época de maduración, donde se buscan variedades que sean muy tempranas y también tardías para ampliar el período de cosecha y así no competir con variedades fuertes que hoy están bien posicionadas en el mercado, como son Santina, Lapins y Regina.

En lo relativo a conseguir variedades tempranas, de bajos requerimientos de frío, Donoso indica: “Lo que tenemos hasta el momento es un conjunto de selecciones intermedias con características superiores. En la actualidad tenemos un conjunto de poblaciones donde esperamos encontrar ganancia genética en cuanto a este carácter”. En cuanto a características de color, en tanto, buscan diversos colores, pero con énfasis en rojas oscuras-caoba en piel y pulpa.

Atributos secundarios hay por montones, como por ejemplo el largo del pedicelo, su grosor, color (tiene que ser de un verde vivo, turgente y fresco), la tolerancia a la partidura del fruto o “cracking”, relación solidos solubles/acidez, el hábito de crecimiento de la planta, entre otras características.

En todo caso, las variedades deben funcionar y satisfacer las necesidades de toda la cadena de valor: productores, comercializadores y consumidores. Cada uno de ellos tiene sus propias prioridades, el productor quiere que produzca cajas, el comercializador que viaje bien y el consumidor que sea rica de comer. Para la temporada 2018-2019 se espera la evaluación de selecciones intermedias injertadas el año 2015. José Manuel Donoso cree que el Programa entró en una etapa decisiva y confía en que el producto final será de alto impacto. “En un sentido amplio, lo importante es que una variedad conquiste al consumidor, abra mercados y oportunidades de negocio y que los agricultores estén dispuestos a adoptarlas. Queremos ofrecer una variedad que impacte al mercado, que nos permita apoyar el crecimiento de esta industria con genética de alta calidad. Claro está que para favorecer su desarrollo y sustentar este esfuerzo de investigación, el alcance de estas variedades debe traspasar las fronteras de Chile y llegar a la mayor parte de países productores de cerezas”.

Según Rodrigo Cruzat, Gerente de Biofrutales, este programa tiene una oportunidad y un desafío que vale la pena apoyar. “Si Chile ha llegado ha convertirse en uno de los países más importantes en la produccion y oferta de cerezas, cómo no vamos a ser capaces de tener un lugar equivalente en la oferta de genética. Estamos convencidos de que así será porque el INIA, las empresas asociadas, Biofrutales y CORFO, han hecho un esfuerzo enorme por apoyar este desarrollo. Ahora nos queda seguir trabajando para dar pronto con esta nueva variedad chilena de cereza”, asevera Rodrigo Cruzat.

Se estima que para el año 2019 las exportaciones de cerezas chilenas mantengan como principal destino Asia, donde el mercado de China acapara cerca del 90% del total de cajas que salen de nuestro país. Números que seguramente seguirán creciendo y quizás con mayor fuerza a partir del año 2025, cuando la primera variedad chilena de cereza entre en circulación, algo esperado por agricultores y exportadores para seguir haciendo crecer la industria nacional. Dependiendo de las cualidades de las futuras variedades, estas podrían ser desarrolladas comercialmente bajo la modalidad de “club” o de “royalty”.

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