¿El paraíso en la otra esquina?
Son 330 especies de frutos amazónicos registrados. Hasta hace diez años era imposible ver estos productos en los mercados locales pero ahora algunos se exportan y están en los supermercados. Con el camu camu se consiguió abrir el mercado de Japón, pero se cerró después de que no se pudiese cumplir con las exigencias impuestas por los japoneses. El biólogo Kember M. Mejía Carhuanca, del IIAP, llegó a Lima desde Iquitos, en el marco de un encuentro organizado por Central Restaurante y Concytec, donde sostuvo que primero hay que fortalecer el mercado interno antes de pensar en la exportación de estos frutos.
El Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) ha registrado, hasta el momento, 330 especies de frutos amazónicos, en 57 familias botánicas. 221 están aun en estado silvestre y se recogen del bosque; 78 ya tienen un grado de cultivo en las comunidades rurales o indígenas y 28 provienen de ambas fuentes. Kember M. Mejía Carhuanca, director del Programa de Investigaciones en Biodiversidad Amazónica del IIAP, empezó su ponencia en el Hotel Estelar, en Miraflores, dando estas cifras a cocineros, empresarios gastronómicos, investigadores, científicos, profesores universitarios, estudiantes y periodistas, que habían acudido al evento. “El proceso de domesticación y selección aún continúa, en las chacras y huertas, de manera incipiente o avanzada”, agregó.
“Es una suerte que Kember, reconocido biólogo, experto en biodiversidad, esté ahora en Lima porque él trabaja en Iquitos”, dijo Miguel Ángel Ayquipa, subdirector de Ciencia, Tecnología y Talentos, del Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec), antes de cederle la palabra a Mejía, en el marco del reciente Café Mater-ValBio, cuyo título fue: “Potencial de los frutales amazónicos”. El encuentro, organizado por Concytec y Central Restaurante, tuvo como fin seguir ampliando el conocimiento científico de nuestra biodiversidad y fortalecer las relaciones entre cocineros e investigadores. La diversidad de frutales en la Amazonía es enorme; y los beneficios nutricionales, medicinales y culturales, son igual de importantes. ¿Se habló también del potencial comercial de estos productos? Sí, el profesor Kember M. Mejía Carhuanca también habló de ello.
Pero antes dijo que la diversidad biológica es un componente esencial en la seguridad alimentaria de los pueblos. “Los frutos de la Amazonía aportan a la dieta del poblador carbohidratos, lípidos, proteínas, minerales, nutracéuticos, antioxidantes… También sirven de alimentación de animales silvestres y domesticados, así como de materia prima a la agroindustria. El caso es que hasta hace diez años era difícil ver estos frutos, incluso en los mercados locales. Pero ahora sí encuentras aguaje y camucamu, por ejemplo, incluso en algunos supermercados”.
EXTREMADAMENTE VARIABLES
La sede principal del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) está en Iquitos, pero tiene sedes regionales en toda la Amazonía, como en Amazonas (Chachapoyas), Tarapoto (San Martín), Pucallpa (Ucayali) y Puerto Maldonado (Madre de Dios); próximamente habrá otra en Cusco. “Hemos estado en Villa Rica (Oxapampa, Selva Central), desarrollando un taller sobre biocomercio; es el sétimo taller que desarrollamos; hacemos uno cada año, para promover el consumo, la industrialización, el uso de estos frutos, y de plantas medicinales. La gente en la selva consume los frutos silvestres que están en su entorno y en muchos casos, cuando les son agradables, llevan las semillas a su huerta, y empieza el proceso de domesticación del fruto. Los frutos silvestres, los que están en el bosque, suelen ser más pequeños, quizá un poco más ácidos; los que están en la huerta tiene un sabor más ‘aceptable’ si cabe el término”, acota el biólogo.
El profesor Mejía advierte que muchos de estos frutos tienen extraños sabores, aromas o texturas, por lo que su aceptación, por parte de gente ajena a la Amazonía, requiere de un proceso de gustos adquiridos. La mayoría son extremadamente variables en calidad, ya que están en proceso de domesticación y son propagados mediante semillas. El biólogo lo explica: “Por eso es muy importante tomar en cuenta que no es bueno plantear estándares, si lo que se quiere es comercializar alguno de estos productos. Más bien hay que trabajar con la variabilidad de los mismos; de otra manera, habrá problemas, como pasó con el camu camu: se le dio un estándar de contenido de ácido ascórbico y cuando hubo cosechas de menor contenido de este ácido, no pudieron entrar al mercado. ¿Los mercados se podrán adaptar a la variabilidad de estos frutos? Yo creo que sí se pueden adaptar, siempre y cuando nosotros, como productores, planteemos el asunto de la variabilidad desde un comienzo”.
FRUTOS DE RÁPIDO DETERIORO
Los frutos de 41 especies provienen de poblaciones silvestres, según investigaciones lideradas por Kember M. Mejía Carhuanca, en el marco de su trabajo en el IIAP. Tres especies amazónicas son importantes a nivel mundial: el cacao, la piña y la nuez de Brasil, más conocida como castaña. Otras son de importancia regional o local como el pijuayo, el caimito y la guaba. Especies como el camu camu, el aguaje, el sacha inchi, están coqueteando con el mercado internacional.
“La mayoría de estas frutas se deterioran rápidamente, por lo que requieren ser procesadas también rápidamente. La uvilla, el aguaje, la cocona son quizá más resistentes. Es importante mencionar que en la agricultura que se desarrolla en la selva no se utiliza nada de químicos”, precisa Mejía, para luego mencionar otros frutos destacados de la Amazonía, como el umarí, el pijuayo, el huasaí (que ya se está exportando desde Brasil y procesando en Iquitos); una lúcuma muy grande y más arenosa que la hay en los valles interandinos. El profesor también menciona el aguaymanto y seis especies de granadillas que crecen silvestres, así como el arazá, que crece todo el año, y el huito.
¿Pero cómo podría hacer una empresa –un restaurante, por ejemplo– que desea abastecerse de estos productos de manera constante? ¿Existe esa posibilidad? Mejía responde: “Hay unas tres empresas que podrían ofrecer productos, pero en pequeñas cantidades, como la del señor Martín Souza (director de D’Souza, empresa agroindustrial dedicada a la producción y comercialización de productos derivados de frutos amazónicos). En Lima, al mercado de Villa María del Triunfo llegan productos de la selva, desde mediados de diciembre hasta febrero y marzo, aunque debido al cambio climático la fecha de cosecha de los frutos se ha modificado. Esta se ha atrasado a febrero, y hubo mucha fruta que se perdió… En todo caso, si hay alguien interesado en proveerse de estos productos, pues nos dicen qué cantidad necesitan y los agricultores se van a organizar para producir. Si hay demanda, la gente siembra. Eso no es problema”.
TRABAJANDO CON EL ESTADO
El biólogo del IIAP señala que están trabajando con Sierra y Selva Exportadora en la organización de los productores rurales en la selva para contar con frutas disponibles ante la demanda del mercado. “Sierra y Selva Exportadora trabajan en Iquitos con nosotros. Ellos se van a encargar de organizar la producción, pero sobre todo en forma de productos ya transformados, para evitar el volumen y el peso; llevar agua de la selva cuesta caro, pero si llevamos el producto en polvo la cosa es diferente; con el fruto deshidratado, el costo del flete es mucho menor”.
Vicente Zegarra, especialista en Frutos y Palta Hass de Sierra y Selva Exportadora explica que a través del Programa Nacional de Frutales, están desarrollando actividades en palmito, para el incremento de la oferta exportable, en alianza comercial con Conservera Amazónica, en el departamento de Iquitos. “De igual manera, promovemos la producción de acai y ungurahui para así lograr productos en base a estos frutales, que tienen un alto contenido de antocianinas. En Madre de Dios, con el Gobierno Regional, promovemos la industrialización del plátano para la producción de harina, componente de diversos alimentos procesados con demanda tanto en el mercado nacional e internacional, además del copoazú, para el desarrollo de combinaciones con derivados del cacao. En la selva central realizamos prospecciones de campo para identificar zonas productoras de longan, rambután y litchi e instalar viveros, con el apoyo de los gobiernos locales, para así mostrar una oferta exportable”. Zegarra acota que el longan, rambután y litchi son frutos de origen asiático y se están haciendo evaluaciones para conocer su comportamiento y proponerlos como alternativa adicional a los frutales amazónicos. “El clima templado y tropical que hay en el Perú favorece el cultivo de estos frutos, que además ofrecen una perspectiva de mercado interesante. En el Perú, trabajamos mucho con la piña, con la Golden sobre todo, pero no somos tan competitivos en comparación a Costa Rica. Es necesario diversificar la oferta exportadora”, dice.
Mejía menciona también una iniciativa del Ministerio del Ambiente que busca mitigar los preocupantes índices de desnutrición crónica y anemia (la primera afecta al 14.4% de la población menor de 5 años, sobre todo en zonas rurales; y la segunda al 43,5%). Se trata del programa Frutos Amazónicos y Granos Andinos contra la Desnutrición y la Pobreza (FAGA), que incorpora, en la alimentación de los habitantes de las zonas más pobres, recursos de la biodiversidad nativa, principalmente frutos amazónicos y granos andinos. Muchos son los beneficios, ya que no solo se combate la desnutrición, sino que también se promueve la seguridad y soberanía alimentarias, así como la conservación productiva de los de los ecosistemas amazónicos.
6 MILLONES DE HA DE AGUAJALES
El director del Programa de Investigaciones en Biodiversidad Amazónica del IIAP, advierte que aún no se han hecho estudios de mercado, en relación al potencial que los frutales amazónicos podrían tener en ese rubro. Dice: “Lo que hemos hecho son estudios de transformación de estos productos, de las diversas formas que pueden tomar, dándole de probar los frutos a la gente de la localidad o a los que nos visitaban; también hemos hecho estudios del tiempo de vida del producto, tratando de usar productos naturales para su conservación. Estudios de mercado y de aceptación del producto no hemos hecho, pero habría que hacer. La gente de afuera tiene gustos diferentes y muchos no aceptan estos frutales, como sucedió con el aguaje, inicialmente. Pero una vez que vuelven a probarlos, se dan cuenta de que son muy agradables”.
Mejía precisa que hay zonas en la selva peruana a las cuales no es tan fácil llegar debido a que las vías de comunicación no están habilitadas de manera óptima. Dice: “Por eso subrayo que traer agua de la selva es caro; mejor deshidratar los productos y trasladarlos por vía aérea o fluvial, es mucho más rápido y relativamente barato. A Iquitos se llega por vía fluvial o aérea. Pero hay zonas donde sí hay acceso por carretera. Hemos estado en Villa Rica, promoviendo el cultivo de frutos amazónicos de la Selva Baja, hemos llevado semillas de Iquitos… Pucallpa es otra zona que puede producir muy bien; se produce ahí sacha inchi, camu camu, aguaje… Hay 6 millones de hectáreas de aguajales en la selva; ese es un producto que puede salir rápidamente. Y si hay demanda, se puede organizar a los agricultores para una oferta pequeña o mediana, pero no en gran cantidad, porque uno de los principios del biocomercio tiene que ver con demandas y ofertas pequeñas, dentro del rango de acción de las comunidades”.
Para Mejía, antes de pensar en un plan de marketing que facilite la exportación de los frutales amazónicos, primero hay que desarrollar el mercado local, el nacional. Explica: “Si mandamos las frutas afuera, vamos a enfrentarnos con requerimientos y exigencias difíciles de cumplir; entonces cae el precio, la demanda y los agricultores se ven en problemas. Eso pasó con el camu camu; cuando se abrió el mercado para ese producto en Japón, la gente empezó a sembrar mucho ese fruto. Ahora muchos están cortando su camu camu porque no hay mercado y necesitan el campo para producir sus cultivos de yuca o plátanos. El caso es que se desarrolló básicamente para la exportación. Y Japón empezó a comprar. Pero hubo problemas; la viveza criolla pudo más y muchos mandaron a Japón pulpa congelada con colorante, y hubo problemas de sanidad. Se cerró el mercado y la gente se quedó en la calle. Por eso digo que hay que desarrollar el mercado nacional primero. Hay mucha exigencia en el mercado internacional. Para que pueda entrar el sacha inchi al mercado europeo, tuvo que pasar mucho tiempo y se hicieron muchos estudios”.
El biólogo del IIAP advierte, sin embargo, que aun no hay oferta organizada. “Los agricultores compiten entre ellos; todo se trata de quién saca más, quién saca menos. A veces, para sacar más, han destruido los camucamales, cortando las ramas… Lo mismo ha sucedido con el aguaje. Y estamos hablando de plantas que demoran de 20 o 30 años en crecer, en su medio natural. Hoy, se trata de organizar a los pequeños agricultores, de organizar la oferta del producto para que sea sostenible en el mercado. Pero se necesita dinero para investigar, para desarrollar los productos, y desde aquí hacemos un llamado al Ministerio de Economía y Finanzas. En la actualidad, el 0.01 % del PBI es para la investigación, cuando en otros países es el 1, 2 %”, concluye.