Sin miedo a innovar
Apenas terminó el colegio en su natal Ica, le pidió a su padre, que era un reconocido agrónomo, que le ayudara a rentar un campo para poder cultivarlo. Mientras estudiaba agronomía en la universidad, sus profesores, a manera de prácticas, hacían clases en los campos que él dirigía. Continuó trabajando con su padre hasta que años más tarde decidió fundar Agrícola Don Ricardo, asociado con el empresario minero Ricardo Briceño, convirtiéndose en uno de los pioneros del cultivo de la uva de mesa y la palta Hass en el Perú.
Gabriel Gargurevich Pazos
Para mí no hay nada como estar en el campo”. Eso es lo primero que dice cuando nos recibe en su casa, ubicada en uno de los fundos de la empresa de la cual es el gerente general. Pero él es mucho más que eso; él fue uno de los fundadores de Agrícola Don Ricardo, en 1995. El otro fue su socio, Ricardo Briceño (de ahí el nombre). En todo caso, él, Rafael Ibarguren Rocha, es el hombre de campo, el que supervisa las labores y da las directivas en los fundos.
Su padre, Oscar Ibarguren, fue un agricultor por vocación, que fue premiado por la FAO en 1974, en reconocimiento a su labor como agricultor. “Mi padre no estudió para ser agricultor, solo terminó la secundaria; fue huérfano de padre y madre y fue criado por el propietario de la hacienda, el doctor Claudio Fernández Concha. Empezó a trabajar a los 18 años, porque así lo prefirió, en la hacienda y desde ese día no paró de trabajar”, recuerda.
Rafael es el último de los hijos hombres y el más pegado a su padre, desde pequeño. “Todas las tardes después del colegio yo iba con él al fundo de la familia, el fundo San Miguel, incluso los sábados y domingos. Siempre estuve junto a mi padre, incluso cuando estudiaba en la universidad. Juntos hicimos el primer proyecto exportador de espárragos en Ica, en el fundo San Miguel. Nosotros somos los pioneros de la plantación de espárrago verde en el Perú”, afirma Rafael.
Sucedió en el año 1985, cuando Rafael tenía 22 años. “Luego hice algunos intentos de plantar café, pues estaba buscando algún cultivo que reemplazara o acompañara el éxito del espárrago”, cuenta. Y es que el espárrago fue el primer cultivo exitoso que manejó, “incluso tuvimos una planta procesadora, junto a la Asociación de Productores de Espárrago, en una época en que esta la formaban ocho agricultores”, continúa y explica que tras vender sus acciones, dejó de pertenecer a la asociación.
El espárrago, en buena parte, ha sido el ‘culpable’ del despegue agrícola en Ica, que se “había convertido en un lugar fantástico para producir espárrago verde, especialmente en la zona baja del valle”, precisa sobre una zona donde se instalaron cerca de 3,000 hectáreas.
Rafael Ibarguren explica que, en realidad, lo que sucedió con el espárrago fue el inicio del segundo ‘boom’ exportador de Ica. El primero se habría dado justo antes de la Reforma Agraria, entre 1965 y 1969. Recuerda: “La Reforma Agraria liquidó la agricultura peruana. Mi padre producía melones y sandías para David del Curto y cuando yo tenía seis años, mi primer trabajo fue pegar etiquetas redondas a los melones exportados, en cajas de madera de pino blanco. La Reforma Agraria retrasó cincuenta años al Perú; todos los fundos donde se hacían estos trabajos fueron expropiados y se acabó el inicio del ‘boom’ exportador. Si hubiésemos seguido por ese camino, el Perú sería ahora una potencia mundial agrícola”.
La hacienda donde nació, fue expropiada durante la Reforma Agraria, y su padre tuvo que migrar, con seis hijos, sin trabajo, sin nada. Y en pleno proceso de expropiaciones, Oscar Ibarguren compró el fundo San Miguel, que en ese entonces era de Alfredo Cillóniz. Rafael acota: “La ley decía que una causal de expropiación era tener más de una propiedad en el campo y mi padre ya no tenía ningún fundo, entonces decidió comprar el fundo San Miguel, que tenía 104 hectáreas. Debió ser el único loco en todo el Perú que compró un fundo en plena Reforma Agraria. Hubo intentos de expropiación pero él peleó a muerte la defensa de su tierra”.
En ese entonces, a inicios de los años setenta, se producía muchísimo algodón, maíz y sandía. Óscar tenía un semillero para la marca americana Pioneer, al mismo tiempo que se iniciaba en la producción de papa. “Antes era un mito trabajar con papa en la costa, pero él lo hizo, la trajo de la sierra”. La papa se adaptó muy bien a las condiciones de Ica, sobre todo a la zona alta del valle, que es fría, con buen suelo y buena agua. Esas condiciones, además de un buen manejo, permitieron que Óscar Ibarguren batiese el récord nacional de producción de papa: 78,000 kg/ha. Rafael precisa: “Mi padre buscó ayuda en el Centro Internacional de la Papa (CIP) en Lima, en La Molina. El CIP lo que hacía permanentemente era buscar nuevas variedades de papa. La variedad con la bate el record mi papá, se llama ‘Revolución’, en alusión a la revolución de los militares de Juan Velazco Alvarado. Obviamente, fue un guiño con sorna”.
Cuando Rafael Ibarguren Rocha terminó el colegio San Vicente de Paul, en Ica, decidió convertirse en empresario agrícola. Recién pasado los quince años se propuso rentar unas tierras para trabajarlas, con la ayuda económica de su padre. Fue así como desarrolla su primera siembra: 5 hectáreas de papa. “Tuve la buena suerte de que mi primera cosecha me la comprara un organismo del Estado, como semilla para llevarla a la sierra, pues ahí necesitaban. Así que obtuve un buen primer ingreso. Luego renté un campo de 30 hectáreas en Cachiche para sembrar cebada, con un contrato que había conseguido con una compañía cervecera nacional. Luego, a los 17 años y medio, alquilé tierras de la cooperativa Alfonso Ugarte, al sur de Ica, un área grande. Ahí sembré 200 hectáreas de algodón. En paralelo estaba estudiando Agronomía en la universidad San Luis Gonzaga; fue muy divertido porque las prácticas las hacíamos con los profesores y alumnos en mis campos”.
A los 20 años, culmina su relación con la cooperativa, que terminó endeudada con Rafael y que le ofreció pagarle la deuda con dos camiones y equipos para granjas de gallinas ponedoras. “Así, me convertí en granjero”, recuerda. Es así que, en esas épocas de crisis, de hiperinflación del primer gobierno de Alan García, su padre le ofreció venderle el 50% del fundo San Miguel. Rafael recuerda: “Decide venderme la mitad del fundo, primero porque quería bajar la intensidad de trabajo y porque yo estaba terco y necio con la idea de comprar unas tierras al sur de Ica, al lado del mar, y mi padre me decía que mejor no compre ahí, pues eran aguas y suelos muy salinos. Así le compré a mi padre 52 hectáreas. Vendí el proyecto de las gallinas ponedoras y me dediqué exclusivamente a la agricultura, a mi proyecto de espárragos”, Así creció la empresa de la Familia Ibarguren. “Mi papá manejaba su campo y yo el mío, pero era un manejo conjunto. Manejábamos principalmente espárragos pero también algo de papa, algodón e incluso pecanas”.
El primer gobierno de Alan García terminó en 1990, no solo con una hiperinflación histórica, sino también con el terrorismo en su máxima expresión; y la familia Ibarguren no estuvo exenta a los efectos de lo segundo. Grupos terroristas que operaban en la zona de Ica empezaron a acosarlos, para cobrarles cupos, y les mandaban cartas amenazadoras, donde mencionaban el nombre de las hermanas de Rafael, por ejemplo. Es así que, junto a otros productores de la zona, se organizaron para defenderse e incluso tomaron clases de defensa personal y uso de armas con un especialista israelí. “El curso duró unos seis meses; aprendí a desarmar una granada, a utilizar todo tipo de armas”. Su hermano Arturo, que en ese entonces también se dedicaba al agro, fue secuestrado por terroristas, pero consiguió escapar, al cabo de 15 horas, a punta de balazos, luego de quitarle el arma a uno de sus captores.
En 1991 los hostigamientos por parte de los subversivos nos cesaron, hombres extraños, con mochilas a cuestas, preguntaban por el dueño del fundo San Miguel, “felizmente yo no estaba, porque si no, me hubiesen matado”. En esa época, Rafael ya estaba casado con Grace y su hijo mayor estaba a punto de nacer. Entonces ocurre un hecho que se convirtió en un punto de quiebre para la familia de Rafael. Lo explica así: “Grace, mi primer hijo y yo, vivíamos en la zona de Angostura, y nuestra casa estaba alejada de todo el resto, casi como a mitad de un cerro en las dunas. Por supuesto, la casa estaba rodeada con un cerco eléctrico, teníamos guardián, pero en realidad era muy difícil dormir, pues en las noches pensaba que llegaban a buscarnos. Una de esas noches, el guardián toca la puerta para decirme que había escuchado ruidos detrás de la casa; me propuse sacar las armas; cuando fui a buscar la granada, caí en la cuenta de que estaba escondida en el cuarto de mi hijo, que recién tenía un año. ¡Cómo es posible que haya una granada en el cuarto de mi hijo! Entonces me dije que esto ya no daba para más, se acabó, pensé. Al final no fue más que un susto, pero luego decido irme a Venezuela para hacer agricultura, y así alejar a mi familia del terror”.
LA ARRIESGADA APUESTA DE SEMBRAR ‘SEEDLESS’ A INICIOS DE LOS NOVENTA
Es así que Rafael desarrolló un exitoso campo de espárragos en Nirgua, a una hora de Valencia, en Venezuela, en sociedad con Roberto Persivale, empresario peruano que vivía allá. Era 1992. En paralelo Rafael había plantado las que serían las primeras veinte hectáreas de uva de mesa en el Perú, en el fundo San Miguel; lo hicieron con uvas sin semilla, 20 hectáreas, mayoritariamente de Thompson y Flame y unas 5 hectáreas de Ruby Seedless, algo arriesgado para la época. En el fundo San Miguel, Rafael había dejado a un ingeniero a cargo, pero de todos modos él estaba entre Perú y Venezuela, yendo y viniendo, armando los parrones los findes de semana e incluso en días feriados. Recuerda: “Tuve que traer a gente de Chile para armar los parronales porque aquí en Perú nadie conocía lo que era un parronal ni cómo armarlo. En 1995, regresé definitivamente a Perú”.
UN CAMPO FRECUENTEMENTE VISITADO
En 1995, el campo de uva ‘seedless’ de Rafael era un frecuente lugar de visita para los nuevos agricultores pues no había otro igual en Ica. “Nunca he sido muy cerrado para mis cosas, creo que los secretos no existen. Esos años venía mucha gente a conocer mi campo, porque era novedoso e impecable”, relata.
Es así, como en una de esas visitas, el empresario minero, Ricardo Briceño, visitó el fundo San Miguel y quedó ‘enamorado’, según las palabras de Rafael, del campo. Ricardo le dijo a Rafael que él quería ser agricultor para tener un campo así, “quiero hacer algo contigo”, le propuso, tras ver sus campos y cómo se estaba trabajando en un packing rudimentario, pero muy bien ordenado. Por esos años Ibarguren ya exportaba las primeras cajas de uva de mesa al Reino Unido, concretamente a Mark’s & Spencer.
Ricardo Briceño pensó: cómo es posible que casi sin infraestructura se esté llegando a un mercado tan exclusivo como el británico, al tiempo que maduraba la idea de que, si se le daba un impulso a este negocio incipiente, se podrían conseguir importantes logros comerciales. Es así que a la semana siguiente Briceño le preguntó a Rafael Ibarguren si quería asociarse con él. Rafael recuerda: “Entonces le conté que había un campo vecino que había sido de mi padre pero que ahora pertenecía al señor Carlos Blume; le dije a Ricardo que estaba negociando la compra de ese fundo con el banco y él me dijo que pondría un capital para comprar juntos no solo el campo vecino, sino más tierras. Así se inicia Agrícola Don Ricardo, el 11 de setiembre de 1995”.
Al comienzo, reconoce Rafael, fue complicado porque cometieron muchos errores en los campos de uva de mesa, copiaban mucho a Chile, era él espejo donde se veían, el referente técnico.
Thompson resultó ser una variedad muy difícil de trabajar. En el transcurso de los años, otras empresas empezaron a sembrar Thompson en Ica y todas fracasaron. Rafael admite: “Parte del problema fue no entender cómo manejar un cultivo tan difícil como la uva en un clima totalmente diferente a Chile, California y España. Nosotros no estuvimos exentos de años malos. Otro factor que complicó el panorama fue el hecho de que los primeros campos se plantaron a pie franco. Otro problema fue la filoxera”.
PIONEROS EN EL CULTIVO Y EXPORTACIÓN DE PALTA HASS
Pero el espíritu inquieto de Rafael Ibarguren Rocha lo llevó a seguir buscando cultivos con los que trabajar. En 1992 ya había buscado una palta para exportar, pues en el Perú se producía mucha palta Fuerte y esa variedad era muy delicada para enviar a los mercados internacionales. De hecho los antiguos fundos que hoy en día son propiedad de Agrícola Don Ricardo tenían mucha palta Fuerte. Pero la palta Fuerte no logra viajar bien por barco. Años más tarde, Rafael se enteró de que la palta Hass había llegado a California, a través de la Universidad de Davis. Es así que en Don Ricardo empezaron con palta Hass. Rafael precisa: “El primer campo comercial de palta Hass en el Perú también lo hago yo, en el año 96. Luego de la asociación con Ricardo Briceño, compramos dos fundos más; en uno de esos fundos, que se llama La Quebrada, pusimos las plantas que iban a ir a San Miguel, de paltas Hass; ahí iniciamos el proyecto de palta Hass. Don Ricardo nace entre la uva de mesa y la palta Hass. Y nosotros somos los fundadores de Prohass. La primera exportación de palta Hass, en 1998, me parece, la hace Agrícola Don Ricardo; fueron dos contenedores”.
FLAME, LA VARIEDAD QUE POSICIONA A AGRÍCOLA DON RICARDO EN EL MUNDO
Regresando a la historia de la uva de mesa, Rafael subraya que la variedad Flame ofreció una raíz un poco más resistente que la de Thompson, pudiendo soportar la filoxera. De hecho, Flame es la variedad que le dio a Agrícola Don Ricardo una posición en el mercado, especialmente en el británico. Precisa: “Flame es la variedad que nos da el aire para soportar todo este proceso duro de recambio, donde se mataban campos antiguos, con plantas instaladas a pie franco para plantar sobre patrones resistentes a filoxera. Primer trajimos desde la Universidad de California los patrones Paulsen, Freedom, Harmony y SO4”.
En 1998, Fernando Cillóniz estaba al mando de la Fundación Perú, un organismo que creó el gobierno de Fujimori emulando lo que era la Fundación Chile, una institución que ayudaba a los productores a traer del extranjero tecnología y conocimientos para el desarrollo de los campos. A raíz del problema de filoxera que amenazaba los cultivos de uva de mesa del valle, y a pedido de los viticultores, la Fundación Perú trajo al Dr. Nick Dokoozlian, un experto viticultor de la Universidad de Davis.
Rafael recuerda: “Ese fue un gran destape, un punto de quiebre en la viticultura peruana. El especialista visitó todos los campos y luego nos reunimos con él en el Hotel Las Dunas. Estábamos con él los ocho o nueve productores de uva más representativos. Siempre digo que ese fue el primer Siuva”.
Ante un problema grave como la filoxera, había que buscar una solución, ya sea a través de un correcto manejo químico o cambiando alguno de los manejos agronómicos que en esos años se hacían en los campos. Sin embargo, la respuesta del Dr. Dokoozlian fue tajante, “había que matar todos los campos y volver a sembrar sobre patrones resistentes”, rememora. Algunos, como Rafael Ibarguren, le hicieron caso, pero otros lo ignoraron e incluso hablaban mal de él, diciendo que él solo quería venderles patrones de la Universidad de Davis. “Sin embargo, el Dr. Dokoozlian no se equivocó. Si en el Perú hubiésemos empezado utilizando patrones, la viticultura estaría hoy multiplicada por tres o por cuatro. Fueron prácticamente diez años perdidos, tirados. Tuvimos que replantar todo”.
El siguiente escollo que debían superar los viticultores iqueños era la dificultad de manejar las diferentes variedades bajo distintos protocolos para esta zona productiva, “me refiero al manejo de las hormonas, del nitrógeno, del uso del agua… Por eso es que entender cada una de las variedades tampoco fue fácil”, explica.
El otro gran recambio de la viticultura peruana ha sido el varietal, del cual Agrícola Don Ricardo también ha sido pionera. Y ha ido a contracorriente del resto de los fundos iqueños y, si bien han producido Red Globe, “más que nada para saber qué tan productiva y de fácil manejo es, decidimos arrancarla porque se volvió un ‘commodity’. Hoy somos una empresa ‘full’ sin semilla, ese es nuestro ADN y nuestro mejor cliente es el mercado británico”, afirma, aunque dado el crecimiento de la empresa y del volumen de fruta producido, ha tomado mucha fuerza EE UU, Canadá y, últimamente, Corea del Sur. “A China estamos empezando con uvas de alto sabor y de sabores especiales, con mucho éxito”, precisa.
Entre el 2006 y 2007 trajeron las primeras variedades licenciadas al país. Hoy manejan 24 variedades, 14 de las cuales están comercialmente activas. Las diez restantes se tratan de variedades ‘exóticas’ como la Gummy Berries, que tiene sabor a gomitas. “También tenemos una variedad chilena que se llama Muscat Beauty, del Grupo Santa Elena. Es una moscatel sin semilla, fantástica, de un sabor increíble”, afirma.
Actualmente, la superficie de uva de mesa de la compañía llega a las 900 hectáreas, divididas en partes iguales entre variedades tradicionales y licenciadas. A ellas se añaden 300 hectáreas de cítricos, 200 hectáreas de palta y 60 hectáreas de arándanos. Y Rafael Ibarguren Rocha está a cargo de esas casi 1,500 hectáreas. “El reto de la uva de mesa hoy en día es encontrar un manejo con el cual el cultivo sea rentable y los parrones den los racimos que necesitamos. Eso, por ejemplo, nos llevó a instalar plásticos, para tener un efecto invernadero y proteger la brotación en pleno invierno, cuando los fríos son excesivos. Además, nos dan 20 días de precocidad”, explica.
De esta forma se puede gestionar de mejor forma el packing. “Además, podemos distribuir la fruta en más semanas y una mayor oferta hacia los supermercados y, en tercer lugar, que fue para lo que los instalamos, es para poder llegar al Reino Unido antes de Navidad, porque es la fecha con mejores precios”, explica Ricardo Ibarguren.
¿Se podrían ‘comoditizar’ los precios de las variedades licenciadas? “Es muy probable que pase y eso está en manos, hoy en día, de las casas genéticas. Ellas deberían establecer límites entre las variedades para que una variedad no pase a ser de nicho a ‘commodity’. Las variedades fáciles de producir todo el mundo las copia y eso es lo que le pasó a Red Globe. Por ello es que Agrícola Don Ricardo no entra con Red Globe, porque lo fácil sale caro. Fue por eso que desde los inicios buscamos algo que era difícil de producir y de alto valor”, responde.
Pero la historia de Agrícola Don Ricardo no termina con la uva de mesa. Como una empresa que siempre está en la búsqueda, ha entrado en el negocio del arándano. “Sabemos que el arándano ha crecido mucho en el Perú y que también corre el miedo inicial que hubo con el esparrago, que se podía saturar el mercado y bajar el precio”, explica y piensa que se debiera apuntar a las variedades especiales. “Tratar de hacer lo que hemos hecho con la uva de mesa. Nosotros estamos trabajando con variedades especiales”, dice. Así, el ‘test plot’ original estuvo compuesto por 11 variedades y ya están trabajando con tres en una superficie de 20 hectáreas. Y la futura ampliación (40 hectáreas más) también se harán de nuevas variedades. “No es lo único, porque en cítricos trabajamos con Orri, que es la variedad de mandarina más especial que existe hoy en el mundo. Estamos teniendo buenos resultados con ella. También somos licenciatarios de Tango y, siempre andamos a la búsqueda de otros productos. Estamos explorando la posibilidad de hacer cerezas”, subraya.
“¿Cuál es mi filosofía de trabajo? Desde los inicios buscamos algo que era difícil de producir y de alto valor… Siempre hay que estar en búsqueda. ¿Si no hubiese sido agricultor a qué me hubiese dedicado? La verdad es que no me veo en otro lugar”, concluye.