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Una hortaliza con futuro agroindustrial

Radiografía al cultivo de la alcachofa en Chile

Gracias a la creciente tendencia de procesar el cultivo de la alcachofa, en la actualidad Chile produce alrededor de 50 mil toneladas anuales. El país aparece como el séptimo productor de alcachofas del planeta con 4.400 ha cultivadas, un 58% de las cuales se siembran en la Región de Coquimbo. En este artículo exploramos la actualidad del cultivo y conversamos con productores de la principal zona productora.

29 de Agosto 2016 Equipo Redagrícola
Radiografía al cultivo de la alcachofa en Chile

De acuerdo al ranking 2012 realizado por la FAO de las Naciones Unidas, Chile se encuentra en el séptimo lugar del mundo como productor de alcachofas de calidad internacional. Y si este dato era desconocido para muchos, más sorprendente aún es saber que de las 4.400 hectáreas nacionales destinadas a esta hortaliza, el 58% (equivalente a 2.600 ha), se encuentra en la región de Coquimbo, convirtiendo al norte chico en la huerta alcachofera del país.

Pero esto no fue siempre así. Desde tiempos de la colonia hasta principios del siglo XX, la región de Coquimbo se caracterizó por producir trigo y cereales, siendo no sólo fuente de alimento para la capital de nuestro país, sino que también para el virreinato del Perú y más tarde, para California, en Estados Unidos.

No obstante, la indiscriminada tala de árboles y arbustos tanto para utilizarlos de leña en la minería regional del siglo XVIII y XIX, como para ganar terrenos agrícolas, trajo consigo un empobrecimiento de la capa vegetal del suelo, que sumado a la acción caprina y a la falta de agua, desencadenaron una erosión que afectó sobre todo al sector del secano.

Esta situación obligó a los agricultores a mejorar sus prácticas agrícolas en torno al manejo del agua, la nutrición del suelo y de las plantas. Respecto al primer punto, en 1838 y a través de un Decreto Supremo, fue autorizada la construcción del canal Bellavista, afluente artificial que hasta la fecha nace desde el río Elqui, y que en sus inicios tenía una extensión de 80 kilómetros de largo, abarcando más de 5 mil hectáreas de terrenos agrícolas distribuidos en las faldas del Cerro Grande de la ciudad serenense.

Esta iniciativa promovida por las misiones jesuitas de la época y más aportes del destacado vecino Gregorio Cordovez, trajo consigo un renacimiento de la agricultura local, que a mediados del siglo XX cambió su foco al mundo hortícola y frutícola. Fue así como, gracias a la construcción de diversos canales y embalses (que convirtieron a la región en la zona con cuencas tecnificadas más grande del mundo), que comenzaron a cultivarse diversas hortalizas semi-costeras, entre ellas, la alcachofa.

Y es que esta hortaliza originaria del Mediterráneo y conocida por ser rica en carbohidratos y tener propiedades diuréticas y digestivas, desde fines del siglo XX comenzó a adquirir cada vez mayor demanda en el mercado internacional, situación que obligó a los agricultores locales a mantener estándares de calidad y uniformidad de las cabezuelas de la planta.

“EL MAYOR DESAFÍO ES ENCONTRAR UNA VARIEDAD QUE SATISFAGA A LA INDUSTRIA Y AL MERCADO FRESCO”

“El mayor desafío que tiene dedicarse a la alcachofa hoy en día es encontrar una variedad que satisfaga tanto a la industria como al mercado fresco” declara Carlos Araya, dueño de la empresa agrícola y comercial Pukara, quien se dedica a este rubro desde 2003. En sus 20 hectáreas distribuidas entre La Serena y Ovalle, este agricultor se enfrenta al dilema que junto a muchos otros alcachoferos de la región tienen que resolver temporada a temporada: ¿producir para mercado fresco o procesado? “Si cosechas para fresco, consigues menor cantidad de cabezuelas, porque vas desgastando a la planta, haciendo crecer el producto, y retrasando la producción de otras cabezuelas”, sostiene.

“Pero ya sea que nos dediquemos a uno u otro mercado, continúa Araya, lo cierto es que todos los agricultores persiguen el mismo fin, es decir, aumentar las toneladas de alcachofas por hectáreas y que éstas sean bien recibidas por el consumidor”. Y mientras que el mercado de los frescos demanda cabezuelas de mayor calibre, a la agroindustria le interesan las alcachofas de un tamaño compacto, uniforme y fácil de procesar.

En base a estos parámetros en la zona se cultivan principalmente tres variedades de alcachofa, Argentina, Madrigal y Sinfonía, las cuales se han adaptado favorablemente al clima semiárido de la Región de Coquimbo. La primera se destaca por tener buenas características para procesamiento, como es la ausencia de espinas, además de necesitar pocas horas de frío para la apertura de sus flores (o baja necesidad de vernalización). Pero lo más importante es que en la región logra producciones por hasta diez meses, con rendimientos promedio de 12 a 15 cabezuelas por planta.

Respecto a las variedades Madrigal y Sinfonía, de origen híbrido, éstas cuentan con la atractiva garantía de ser homogéneas. Mientras que Madrigal tiene producciones que bordean las 16 a 18 cabezuelas por plantas, Sinfonía se encuentra en una etapa inicial de inserción en los campos de la región, por lo tanto se destina en su mayoría al mercado fresco.

En la Empresa Agrícola La Lonza, principal productora de alcachofas de la región, con más de 450 hectáreas de cultivos distribuidas desde 1985 en el sector de Pan de Azúcar de Coquimbo, “se está trabajando con todo lo que hay en el mercado en este minuto que es susceptible de industrializar, esto es Argentina, con un 50% de nuestra superficie; después Madrigal, con alrededor del 40%; y un 10% de Sinfonía”, declara Raúl Ripoll, encargado de abastecer a dicha empresa. Y es que mientras algunos apuntan a obtener la primera cosecha de la temporada para venderlas en el mercado local como producto fresco a precios competitivos, otros, como en La Lonza, destinan sus producciones al mercado de las conservas y enlatados, en donde Estados Unidos se posiciona como el mayor comprador de la alcachofa nacional.

MEJORAMIENTO GENÉTICO PARA AUMENTAR LOS RENDIMIENTOS POR HECTÁREAS

Como todo material vegetal, los niveles productivos de la alcachofa tienden de manera natural a disminuir, por lo que velar por mantener dichas producciones a través del mejoramiento vegetal es una tarea que día a día deben enfrenar los investigadores de todo el mundo.

El mejoramiento vegetal tiene por objetivo desarrollar variedades de plantas con mayor productividad y resistentes tanto a patógenos como al estrés producido por el medio. Sin embargo, esto que pareciera ser la respuesta a todos los problemas de los agricultores es algo que no tiene más de 10 años de desarrollo en nuestro país.

Uno de los considerados cuellos de botella que tiene la alcachofa cultivada en Chile es la falta de uniformidad que tienen las cabecillas del cultivo, aspecto que trae consecuencias negativas para la industria al momento de procesar la hortaliza. Es por ello que a través de diversas técnicas, como el cruzamiento dirigido, y el uso de plantas in vitro, se puede llegar a variedades de alcachofa con altos rendimientos y notoria homogeneidad.

En base a esto, y siguiendo las líneas estratégicas que tiene el Instituto de Investigaciones Agropecuarias -INIA- Intihuasi en el estudio de hortalizas, es que a través del proyecto “Aumento del potencial productivo y comercial de la agroindustria de la alcachofa mediante mejoramiento genético, con herramientas biotecnológicas, y optimización de factores claves en la cadena de producción, en la Región de Coquimbo” financiado por InnovaChile de CORFO, se trabaja desde el año 2008 en superar esta traba productiva.

En este contexto, durante la temporada 2010-2011 INIA realizó ensayos de productividad con plantas de variedad Argentina obtenidas por selección clonal, procedentes de las regiones de Coquimbo y Valparaíso, las cuales con un debido proceso de propagación, manejo de agua, suelo, y fertilizantes, alcanzaron niveles de producción sobre las 40 toneladas por hectáreas, valor muy superior al promedio regional que apenas alcanza las 8 a 15 toneladas por hectáreas.

Este aumento del orden del 400% en el rendimiento fue incluso superado en uno de los ensayos desarrollados en la Parcela Experimental Pan de Azúcar, PEPA de INIA Intihuasi, en donde se alcanzaron producciones de hasta 60 toneladas de alcachofa por hectáreas bajo condiciones de campo. No obstante, al replicar este mismo ensayo en un campo de la localidad de Las Rojas, se obtuvieron 23 toneladas por hectáreas, cifra que aunque es considerablemente menor a los resultados obtenidos en la PEPA, sigue siendo visiblemente superior al promedio regional.

Y aunque las variedades híbridas generan entre 15 a 20 toneladas por hectáreas durante el primer año (valor cercano a los resultados obtenidos por INIA bajo situaciones reales), disminuye a más de la mitad para la segunda temporada.

EL RETORNO CAMBIA CON LAS VARIEDADES

A modo de ejemplo, en el transcurso de 3 años se logró calcular el promedio de inversión y ganancia que obtuvo un predio de la región. Los costos de producción por temporada para la alcachofa variedad Argentina del predio fueron de $2.142.700, cuyo retorno dependió del rendimiento del cultivo. “Para este caso, si se producen 12 t/ha, el retorno equivaldrá a $374.000; para 15 t/ha el retorno ascenderá a $1.004.300; y si el rendimiento alcanza las 20 t/ha, el retorno final será de $2.053.300” declara la investigadora de INIA y directora del proyecto mencionado, ingeniero agrónomo Constanza Jana.

Para el caso de las variedades híbridas, como Madrigal y Sinfony, el costo de producción fue de $2.053.676. Los retornos de estas variedades fueron igualmente analizados de acuerdo a los rendimientos obtenidos. Para las 16 t/ha el retorno fue de $936.324; para las 18 t/ha se obtuvo $1.336.324; y para las 20 t/ha el retorno fue de $1.796.324.

LOS DESAFÍOS FUTUROS PARA EL CULTIVO

Para alcanzar estos niveles de producción analizados, el agricultor debe sortear una serie de desafíos en el campo, entre estos se cuenta la baja disponibilidad de mano de obra, la cual está siendo captada muy rápidamente por los atractivos sueldos que ofrece la minería, la presencia de plagas y enfermedades, y la falta de agua para riego.

Respecto a este último punto, ya sea que nos basemos en estadísticas o en la percepción social, es claro que el cambio climático llegó para quedarse. En efecto, desde 2007 a la fecha los registros agroclimáticos muestran claramente primaveras más frías, con estaciones que se estarían retrasando, lo cual impacta negativamente en la acumulación de calor que necesitan las plantas para desarrollarse de manera óptima. Esta situación sumada al déficit hídrico que ataca a la zona desde hace 8 años, siendo éste uno de los más secos de todo el siglo, proyecta un panorama muy complejo para el futuro inmediato de la horticultura regional.

“Indudablemente que es un problema la situación de sequía. Yo diría que hoy día más del 70% de los productores está usando riego tecnificado, por goteo y pivote central, pero el resto es riego gravitacional así que la gente que no cuenta con pozos profundos se está quedando sin agua”, declaró Ripoll al respecto. Y en efecto, la alcachofa es un cultivo que requiere de al menos 6 mil a 7 mil metros cúbicos de agua si se usa riego tecnificado, y 12 mil metros cúbicos si se opta por el riego tradicional.

Don Jacinto Segovia, agricultor de la localidad de Cerrillos de Tamaya, comuna de Ovalle, cuenta que a través de un arriendo posee alrededor de 200 hectáreas para cultivo, de las cuales sólo puede explotar 50 debido a la falta de agua. “Definitivamente no hay. De este año al otro en la zona sólo tendremos agua hasta el mes de abril, y de ahí para adelante los terrenos quedarán secos”, sostiene este productor quien desde hace más de doce años dispone 16 hectáreas para el cultivo de alcachofa variedad Madrigal y Argentina.

En este plano la solución parece clara para algunos y tecnificar los campos es la consigna. “Usando riego por goteo se puede avanzar porque las condiciones de escasez en las que nos encontramos hoy día no nos han permitido crecer con riegos tradicionales” sostiene Araya de Pukara.

Otro punto a tener en consideración son las enfermedades del suelo y virales que afectan al cultivo. Entre ellas las de mayor importancia son las enfermedades vasculares producidas por los hongos del género Verticillium y Fusarium, los cuales comprometen la productividad y rentabilidad del cultivo. Pero aunque el desarrollo de estas enfermedades no es rápido, el nivel de severidad tiende a aumenta con el tiempo de manera persistente, siendo de difícil control ya que colonizan las haces vasculares de la planta.

IV Y V GAMA: LA CLAVE ESTÁ EN LA INNOVACIÓN

Sin bien es cierto que el mercado de la alcachofa ha crecido los últimos años, es importante no quedarse atrás en lo que a innovación en productos de cuarta y quinta gamma respecta. Es por ello que es necesario buscar otros formatos de comercialización que apunten a aumentar el valor agregado de la alcachofa, como son mejorar los métodos de conserva y elaborar pastas para el mercado gourmet.

Así también se tendrá que poner atención a los nuevos mercados que se abren en oriente, que de acuerdo a las proyecciones económicas, se ve como una alternativa promisoria. Y por último, pero no menos importante, se vuelve necesario incorporar a la alcachofa en la dieta chilena e internacional, aumentando el consumo per cápita, y potenciando y promoviendo su elevado contenido de antioxidantes y otras propiedades benéficas para la salud.

CIFRAS Y DATOS RELEVANTES

De acuerdo al Censo Agropecuario de 1997 y 2007 realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas, INE, la superficie nacional de alcachofas creció de 3.107 a 4.996 hectáreas de cultivo, y para la región de Coquimbo de 1.300 a 2.950 hectáreas. Las principales razones de esta tendencia se debieron a las crecientes posibilidades que empezó a tener esta especie para ser procesada.

Si comparamos estos datos con las cifras de 2012 (con 4.400 y 2.600 respectivamente), vemos que éstas han disminuido levemente desde la crisis económica de 2008. No obstante, los niveles de producción no se han visto afectados en la misma magnitud, debido principalmente a que los rendimientos y productividad de las plantas han aumentado conforme se perfecciona el manejo integrado de este cultivo.

Además es pertinente agregar que si bien en Chile existen tres grandes zonas productivas de alcachofa, como son las regiones de Coquimbo, Valparaíso y Metropolitana, el INIA está enviando material vegetal para su evaluación en regiones de climas extremos como son Arica y Parinacota y Coihaique, estudios en adaptación que recién comienzan.

LAS CONDICIONES DEL CULTIVO EN COQUIMBO

En la región de Coquimbo, específicamente en la provincia del Elqui, el agricultor que posea más de 50 hectáreas destinadas a alcachofa ya es considerado un gran productor, el cual generalmente también trabaja con papa y lechuga, variando los cultivos de acuerdo a factores de oferta y demanda, mas no utilizando esta estrategia como una técnica de rotación.

De acuerdo a las características climáticas de la región, y a los requerimientos medioambientales que exige el cultivo (temperaturas de entre 15 y 18° para el desarrollo óptimo de la hortaliza, con una humedad relativa sobre el 60%), la fecha de plantación de la alcachofa se sitúa en las estaciones de verano, entre diciembre y febrero. Es decir, que las primeras cosechas se obtendrán en abril, extendiéndose hasta noviembre, e incluso diciembre. En este contexto, la variedad Argentina produce desde muy temprano en la temporada, pudiendo tener cosechas por un largo período productivo, razón por la cual ésta es la variedad más utilizada en la zona.

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