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Cáncer bacterial en cerezos: Manejos para mantener el huerto rentable

La fitopatóloga Blancaluz Pinilla explica que se puede convivir con el cáncer bacterial siempre que se tomen las necesarias medidas de control cultural, las que involucran fertilización, riego, poda, raleo y el control de malezas. Estos manejos más aplicaciones periódicas de cobres y agentes biológicos pueden llevar a un huerto afectado de cáncer bacterial a no presentar ningún problema productivo y a ser un gran negocio por muchas temporadas.

22 de Diciembre 2016 Equipo Redagrícola

Pseudomonas syringae patovar syringae, es el largo nombre científico de un organismo que los productores de frutales de carozo, sobre todo de cerezo, no quisieran tener que recordar. La bacteria vive como epífita, vale decir que se ubica sobre los tejidos de las plantas, especialmente las yemas, donde no causa ningún síntoma. De tal manera, si se hace un muestreo en un huerto entre las regiones de Valparaíso y la Araucanía, resulta casi imposible no encontrar la presencia de Pesudomonas.

“Muéstrame un cerecero que diga que nunca ha tenido problemas con cáncer bacterial y yo te muestro un mentiroso”, sentenció con acritud un fruticultor de Romeral. Sin embargo, la fitopatóloga Blancaluz Pinilla, de Agrolab, dice que los hay. Pocos, pero los hay. Y la fórmula para lograrlo viene de una combinación entre el uso de los productos cúpricos para el control de la bacteria, tema que abordamos ampliamente en nuestra edición Nº30 (abril de 2010) y medidas complementarias, que trataremos en este número.

De acuerdo a la especialista, considerando que tenemos condiciones climáticas muy favorables a la bacteria y que está diseminada desde Valparaíso hasta Angol, e incluso más al sur, el agricultor tiene que toma conciencia de la necesidad de una estrategia permanente de control cultural y químico. La bacteria siempre está lista para ingresar a la planta a través de heridas o aberturas naturales, por ejemplo las de las flores o las que dejan las hojas al caer, y especialmente a través de heridas, como las provocadas por heladas de invierno o comienzos de primavera.

Las acciones preventivas parten por adquirir plantas sanas en los viveros (ver recuadro “Cómo salir del pecado original”). Una precaución antes de adquirir nuestras plantas es consultar al vivero sobre su plan de control de la bacteria.

Inóculo siempre presente

Los frutales como los cerezos pasan a lo menos dos años en el vivero antes llegar al productor. Además están en hileras muy cercanas unas de otras, de manera que la diseminación resulta muy fácil. Por tanto el vivero requiere un programa de control con pulverizaciones oportunas. Blancaluz Pinilla considera que el objetivo debe ser entregar plantas con el mínimo de bacterias posible, ya que no se puede garantizar un nivel cero. Por tanto también el agricultor debe tener un programa de control inicial, desde la plantación.

-¿Tiene que dar por hecho la presencia del cáncer bacterial en la planta?
-Tiene el inóculo potencial, pero no significa que vaya a manifestarse en todos los casos. Si voy a plantar mi huerto de carozos, especialmente cerezos, o de kiwis, y tengo probabilidades de heladas y lluvias, debo ejecutar un plan permanente de control de Pesudomonas. En nuestros años de observaciones hemos notado el daño en plantas nuevas de cerezo. Entre cero y cuatro a cinco años de edad, la madera es muy proclive a quemarse por el sol. Como hay pocas ramas y hojas, el tronco queda desprotegido del sol en verano. Después, en el invierno, si hay heladas y lluvias, el cáncer entra por los lugares donde el tronco se encuentra dañado. Está demostrada la ventaja de cubrir los troncos de los árboles hasta los cuatro a cinco años con pinturas que impidan del golpe de sol en el verano, para evitar que se queme la madera. Estas pinturas, que tienen un ingrediente activo cúprico, posteriormente protegen de las heladas de invierno.

El golpe de sol se distingue por un cambio en el color de la madera, más oscura. El tronco no se ve redondo sino tableado, a menudo se aprecian rasgaduras y exudados de goma, y al levantar la corteza se aprecia el daño. La planta queda fácilmente colonizable por cualquier agente patógeno. ¿Hasta qué altura pintar? El golpe de sol no tiene una altura -contesta la profesional-. Mucha gente pretende que bastan unos 40 a 50 cm… No. Hay que pintar hasta la inserción de las ramas madres, que van a ser el eje o base de la copa. En esos puntos, llamados axilas, hay una acumulación de humedad y mayor ruptura de madera, por lo cual son proclives a partirse. Se necesita hacer el gasto de una buena pintura y de llegar hasta las ramas madres.

Se debe asumir el gasto inicial, pues la pintura se aplica con brocha, en un trabajo lento, y debe comprarse pintura con la formulación necesaria. Pero la aplicación dura varios años, solo necesita repasar por el aumento del diámetro del tronco y para tapar eventuales rajaduras. La pintura contiene cola fría, que ayuda a una expansión acompañando el crecimiento de la planta o la contracción, si hace mucho frío. Posteriormente, con el árbol más maduro, las mismas hojas de las ramas basales lo protegen del sol y la madera se va haciendo más firme.

Además de la protección al tronco hay que tomar la precaución de limpiar las herramientas, como las de poda, cada cierto tiempo, pues las bacterias son muy contagiosas. Puede usarse cloro, un bactericida barato y eficiente, o permanganato de potasio.

Reglas de una convivencia exitosa

Entre las recomendaciones de manejo, Blancaluz Pinilla pone énfasis en la fertilización:
-Lo importante es que no se aplique por aplicar. Encontramos una tendencia por ejemplo a usar más nitrógeno (N) del necesario. El N hace más suculentos los tejidos. Los árboles se ven más bonitos, pero tardan más en madurar, tanto la madera como las ramas y la fruta. Lo anterior facilita las enfermedades foliares y de frutas. El programa de fertilización tiene que basarse en análisis de suelo y foliares para ver los requerimientos de la planta a cada año de producción, para suplir lo que se utilizó del suelo y de las propias reservas del árbol, pero únicamente lo que se necesita.

Los cánceres bacteriales no afectan la fruta. Su daño mayor consiste en matar ramas, ramillas, yemas, flores, o afectar troncos, disminuyendo la cantidad de tejido productor. En consecuencia, un huerto “chorreando” cáncer bacterial en invierno, al cual se le aplica un programa de fertilización balanceado, con un riego medido para que no haya exceso ni falta de agua, puede sorprender con sus cerezas en la cosecha.

Con respecto al riego, a lo que más tememos es a la asfixia radicular. Aunque no tiene que ver directamente con el cáncer bacterial, debilita la planta: es un factor de estrés y facilita la entrada de los patógenos. Las plantas vigorosas se defienden mucho mejor del ataque de cualquier enfermedad.

-¿Entonces se puede convivir con el cáncer bacterial?
-Se puede convivir con él, siempre que se tomen todas las medidas de control cultural: fertilización, riego, poda, raleo (dejar las frutas que el árbol sea capaz de “alimentar”) y el control de malezas, fundamental porque la bacteria puede vivir en ellas. Si tengo un huerto ahogado de malezas, además de ser huéspedes secundarios generan una humedad alta alrededor de la taza. Hay que mantenerlas cortadas a ras en la entrehilera y con herbicidas sobre la hilera para no hacer daño con las herramientas. Este manejo, más las aplicaciones, lleva un huerto afectado de cáncer bacterial a no tener ningún problema, con una buena producción, económicamente rentable por muchos años. Si se persevera en el manejo sanitario y cultural, incluso la población de la bacteria va disminuyendo todas las temporadas, porque los árboles adultos son menos proclives a la enfermedad.

Cómo extirpar los cancros

El síntoma del cáncer bacterial son los cancros: lesiones necróticas de tejido muerto, fermentado o podrido. Al comienzo son superficiales, y siempre van acompañados de goma en los bordes. Los cancros iniciales se pueden extirpar mediante una “cirugía” de los troncos, las ramas madres y las ramas con un grosor mínimo. Si el cancro está en una ramilla muy delgada, es mejor cortarla. El agricultor debe ver si hay “ojos” de goma, vale decir gotas que exudan a través de la corteza. En tal caso, se levanta la corteza con un cuchillo bien afilado para determinar su profundidad. A veces tras una gotita hay un cancro profundo, o que crece longitudinalmente hacia arriba y hacia abajo. Se requiere la capacidad de diferenciar los cancros limpiables de aquellos muy profundos para intervenir. En los limpiables se saca todo el tejido descompuesto y después se pincela la herida con un desinfectante como permanganato de potasio o cloro. Una vez seco, se aplica cualquiera de los dos antibióticos agrícolas disponibles en el mercado, en dosis de 30 gramos por litro de agua. Por último se pinta con alguna pasta-poda, que opera como parche curita para no dejar la herida abierta. Con ello se acelera la formación del “callo cicatricial”, un reborde grueso, levantado, protector del tejido sano.

El material eliminado se lleva fuera del huerto, donde se entierra o se quema si no hay problemas con el medio ambiente.

-¿Si tenemos un cáncer profundo en el tronco, hay que eliminar el árbol?
-No –responde Pinilla-, los cancros se secan solos, especialmente los del tronco, y ya no producen más bacterias. Un huerto que ha sido atacado y donde se ha controlado el problema puede verse “feo” pero producir cerezas maravillosas.

Hay que reordar, sin embargo, que la bacteria sobrevive como epífita, y que si se produce una herida se reabre la posibilidad de su ingreso a la planta.

Empezar de cero todas las temporadas

Cada año comienza de cero, porque la probabilidad de cáncer continúa vigente, incluso si en ciertas temporadas no se expresa o se expresa muy poco. Heladas y lluvias abundantes en otoño e invierno son factores de alto riesgo. Para evaluar el efecto de las aplicaciones y el control en ese período, Blancaluz Pinilla toma muestras de yema hinchada, y después flores. Sembradas en cultivos de laboratorio, permiten hacer el recuento de la población bacterial.

En nuestro laboratorio tenemos el servicio de análisis de detección precoz. Este año hicimos muchísimos análisis en flores de carozos: damascos, almendros, nectarines, duraznos y cerezos. Nuestros principales clientes son empresas exportadoras, de agroquímicos y también productores. Evaluamos si existen los patógenos (bacterias u hongos) en el huerto. Tomamos las muestras antes y después de las aplicaciones. La acción conjunta de bacterias y hongos da origen al fenómeno conocido como “tizón de la flor”.

Detectado el problema en floración, existe la posibilidad de aplicar antibióticos o productos sobre la base de cobre, pero no cobres metálicos, sino sulfatos, sin efecto fitotóxico si se manejan en las concentraciones recomendadas. Pero la mayor parte del control del tizón está orientado a los hongos, especialmente Botrytis cinerea.

Con un buen programa de control preventivo, más un buen manejo de riego, fertilización y malezas, las probabilidades de tener problemas a la floración son muy bajas, porque el progreso de cualquier enfermedad se basa en la falta de control del inóculo.

Opciones biológicas contra el cáncer bacterial

Hay también productos biológicos para el control del cáncer bacterial, basados en otras bacterias “benéficas”. Blancaluz Pinilla ha probado dos. “Nacillus”, formulado con aislamientos autóctonos o silvestres de Chile, según su experiencia se aplica especialmente para yema hinchada y flor, porque requiere disponibilidad de la bacteria como alimento. También ha utilizado “Serenade”, correspondiente a una cepa de Basillus subtilis registrada en EE.UU., pero no en cerezo sino en control de Botrytis y pudrición ácida, que es un complejo de bacterias y levaduras. En ambos casos recomienda aplicar temprano los controladores biológicos a nivel de campo: en yema hinchada-flor, para darles oportunidad de acostumbrarse al nuevo sustrato, multiplicarse y colonizar el tejido que deben proteger para generar el efecto antagónico sobre los patógenos, ya sea competencia por alimento, competencia por espacio, o antibiosis (producción de sustancias que inhiben el crecimiento del patógeno).

Este control biológico no necesariamente excluye el uso de agroquímicos, ya que el uso de los cobres llega hasta yema hinchada. De acuerdo a la profesional, aunque hay productores a los cuales les gusta aplicar sales de cobre, generalmente de flor en adelante va todo el control orientado a los hongos, y por consiguiente perfectamente se puede usar también los productos biológicos.

-¿El efecto residual no afecta a las bacterias benéficas?
-No, porque se hace un programa alternado: se da unos 7 a 10 días al producto biológico y puedes aplicar el cobre, o antes o después. De ninguna manera hay que aplicarlos juntos. Igualmente el biocontrol puede usarse de manera alternada con los fungicidas recomendados en frutales de carozo.

Novedad: yemas abiertas debido a exceso de calor en verano y otoño

Blancaluz Pinilla señala que en el último tiempo el verano y parte del otoño han sido muy calurosos en las regiones de O’Higgins y del Maule. Debido al estrés por exceso de temperatura, en algunas combinaciones de patrón-variedad de cerezo la yema no se cierra completamente. Las aplicaciones de cobres metálicos a la caída de hojas en otoño pueden “quemar” esas yemas abiertas. La planta en ese caso reacciona generando goma, que no hay que confundir con la del cáncer bacterial.

-¿Y qué se puede hacer para evitar la situación descrita?
-Lo menciono para alertar a los agricultores que a veces la muerte o el chorreo mayor de goma podría deberse a eso. Pero no se puede hacer nada en realidad, porque van a tener que aplicar los cobres sí o sí. Además los árboles florecen después mucho más de la carga que pueden soportar, siempre hay más flores que fruta final.

Otro aspecto sobre el cual la especialista llama la atención es el manejo inadecuado de las escaleras metálicas en la cosecha de los cerezos. Por el apuro en cosechar, la gente a veces simplemente las lanza sobre el árbol y provocan heridas por donde ingresa el cáncer bacterial al tronco y las ramas. Una protección, como un paño o una esponja, puede ser la solución, o también el cambio a un diseño de huerto peatonal de alta densidad, donde la gente cosecha sin necesidad de escalas.

El caso de un huerto infestado desde su plantación

Conversamos con William Startzer, norteamericano propietario de Agrícola Roma (cerca de Pelequén, región de O’Higgins), y su administrador Germán Medina, técnico agrícola, quienes debieron enfrentar un severo cuadro de cáncer bacterial en su huerto de 16 hectáreas de cerezo.
-El problema venía del vivero -señala Germán Medina-, razón por la cual tuvimos un ataque tan grave. Logramos controlarlo, pero vamos a vivir con el cáncer bacterial, no digo que se haya erradicado totalmente. Sí tenemos un huerto vigoroso, bien formado, con buenas hojas.

El problema llegó a tal punto que hacían 12 a 15 aplicaciones de productos cúpricos en la temporada. Llamaron a Blancaluz Pinilla (“ella ha hecho un trabajo fabuloso”, señala Satrtzer) y hoy han bajado a sólo 4, incluyendo el uso de caldo bordelés. El resto del tratamiento corresponde a prácticas de manejo.

Por ejemplo, el sistema de conducción inicial, Solaxe, en su caso favoreció el ataque de Pseudomonas y lo cambiaron al cuarto año de plantación. Agregaron una fertilización adecuada, bajo la guía del asesor Samuel Román. Arrancaron las plantas que consideraron irrecuperables, sacaron las ramas y ramillas muy afectadas, y dieron el material como leña para la gente que trabaja en el campo. Lo mismo han seguido haciendo con los restos de poda. Rasparon los cancros, y aplicaron los productos para proteger las heridas después de la cirugía. Ralearon para obtener un mejor calibre de fruta y evitar una sobrecarga que estresara los árboles.

-¿Y se acabó la crisis?
-Sí -contesta Medina-, vamos a encontrar una que otra goma, pero no como antes. Árboles que daban lástima los hemos recuperado.

Así lograron pasar de 60 mil a 115 mil kilos de producción total en la última temporada, comparada con 60 mil kilos en la precedente, “y con calibres del 26 al 30”. Actualmente, con el huerto ya de 7 años, las expectativas apuntan a alcanzar los 10 a 12 mil kilos por hectárea a partir de la plena maduración de los árboles.

El administrador de Agrícola Roma precisa el principal aprendizaje fruto de la experiencia:
-Elegir bien la localidad y el terreno es importante, pero la recomendación vital para la persona que quiera plantar hoy, es conocer a fondo el vivero en que va a comprar: sus condiciones de sanidad y el resultado real en huertos comerciales. A nosotros nos habían prometido plantas de 1,80 m y llegaron de hasta 90 cm. Como ya no había plantas en ningún lado, hubo que ponerlas igual. Ahora nosotros compramos en un vivero donde nos dan seguridad.

Andrés Claro, de Agrícola La Viña: Los tratamientos actuales son tremendamente eficientes

Red Agrícola visitó a Andrés Claro en el fundo Santa Eugenia, uno de los tres en que Agrícola La Viña maneja 130 hectáreas de cerezos.

Andrés Claro: Hoy, con la calidad de los cobres que hay, los tratamientos han sido tremendamente eficientes. Soy súper prolijo en la aplicación de los hidróxidos de cobre, aplico un producto inicial, un producto a caída de hojas, y mantengo programas de aplicación cada 10 días, o inmediatamente después de las precipitaciones, si hay una lluvia. Ya no tengo problemas de cáncer bacterial.

Empieza aplicando un producto biológico basado en bacterias 10 a 12 días antes de la caída de hojas para luego continuar con las aplicaciones indicadas de productos cúpricos hasta inicio de brote. Si hay mucha incidencia de lluvias o heladas, aplica nuevamente el producto biológico.

En los huertos en formación, pinta la base del tronco con caldo bordelés para protegerse de la potencial entrada a través de las heridas. Finalmente resalta como punto relevante el no hacer ninguna incisión al árbol en inducción de yemas, como acostumbran otros cereceros, “por seguridad, para cuidarme de la entrada de la bacteria por el corte”.

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