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Proyecto europeo TOPPS Prowadis: CÓMO EVITAR DERIVA Y ESCORRENTÍA

28 de Febrero 2017 Equipo Redagrícola

El principal foco de atención del proyecto TOPPS Prowadis (Protection Water from Diffuse Sources) es el riesgo de contaminación de las aguas a través de dos fuentes de contaminación difusa: deriva y escorrentía. Los especialistas que intervienen en esta iniciativa trabajan en el desarrollo de herramientas que ayuden a la toma de decisiones, además de dar consejos prácticos para reducir estos importantes problemas.

Por Rodrigo Pizarro Yáñez, desde Barcelona

A través del proyecto europeo TOPPS Prowadis, investigadores de siete países  (Bélgica, Alemania, Dinamarca, España, Portugal, Francia e Italia) estudian las dos principales fuentes difusas de contaminación cuando se está aplicando un agroquímico: la deriva y la escorrentía. El objetivo de este proyecto no es otro que demostrar que con unas buenas prácticas fitosanitarias, sumado a una correcta formación, se puede conseguir mejoras considerables en la disminución de las fuentes de contaminación difusa.

En España, las dos universidades responsables del proyecto TOPPS Prowadis son la Politécnica de Cataluña, que se encarga de la deriva y los investigadores de la Universidad de Córdoba son quienes estudian la escorrentía. Este proyecto tiene su antecesor, donde se estudiaron las fuentes puntuales de contaminación, es decir, cómo organizar y gestionar el almacenamiento de productos, cómo realizar las mezclas, cómo lavar las máquinas, qué hacer con el agua de lavado… “El mismo riesgo de contaminación tiene un agricultor cuando está realizando una mezcla en diferentes zonas productoras, pero cuando se realiza la aplicación del producto, intervienen una serie de factores medioambientales, que provocan que esa aplicación no sea la misma en campos del Valle del Ebro, en España, donde sopla un fuerte viento ni en campos planos de Holanda”, explica Emilio Gil, profesor del Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Gil es el responsable del proyecto TOPPS Prowadis en España, y el primer trabajo que realizaron fue una encuesta a más de 2.000 agricultores para conocer su opinión sobre las principales necesidades para mitigar de buena forma la contaminación. Ahí se dieron cuenta de que los agricultores prefirieron la formación a la reglamentación, y que los incentivos estaban por encima de las penalizaciones.

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Fue  así como se inició un proyecto que está 100% financiado por la European Crop Protection Association (ECPA), y que hoy tiene elaborada una guía de buenas prácticas fitosanitarias, traducida a todos los idiomas oficiales de la UE, la que recoge más de 100 recomendaciones sobre qué hacer y cómo hacer para mejorar esas buenas prácticas. Con el fin de facilitar la incorporación de estas recomendaciones en las labores de los agricultores la guía se ha dividido en tres categorías: general, barras y atomizadores; y los investigadores han privilegiado el manejo, entregando datos útiles al agricultor, que le permitan reducir el riesgo de contaminación.

“La guía contempla desde recomendaciones simples y básicas hasta aquellas más específicas”, precisa Gil. Algunas de las más simples son el calibrado, el cambio de boquillas o el uso de boquillas de inyección de aire; y entre las más específicas está la utilización de sistemas de ultrasonido para detectar vegetación o el uso de GPS. “Con esta guía le decimos al agricultor qué debe hacer, pero también cómo debe hacerlo, y cómo afectan las condiciones ambientales a la hora de hacer buenas prácticas fitosanitarias”, añade el especialista.

A los agricultores les falta formación. Cuando a un agricultor se le enseña a usar un disco de calibración, hay que ponerlo delante de la máquina para que pueda medir el caudal de la boquilla y ajustar la presión correctamente. Es algo que el agricultor entiende y lo hace bien, pero para que eso ocurra hay que contárselo previamente.

Pero como en este tipo de cuestiones no basta leer una guía para realizar un buen trabajo, el equipo que lidera Gil implementó jornadas teórico-prácticas en todo el país, demostrando en campo todas las recomendaciones que aparecen en la guía, mientras que otros equipos de investigación realizaron lo mismo en sus respectivos países. Así, por ejemplo, se mostraba cómo el ajuste de parámetros fundamentales como la altura de las barras y la velocidad de avance permiten mejorar la calidad de las aplicaciones y reducir el riesgo de contaminación. Además, en el caso de los atomizadores, los expertos han mostrado a los agricultores la utilidad de las boquillas de inyección de aire, demostrando su capacidad para un efectivo control de las plagas.

LO FUNDAMENTAL ES LA CANTIDAD Y CALIDAD DEL AIRE

Los especialistas han enfocado su trabajo en frutales y viñedos. “Lo fundamental es controlar la cantidad y calidad del aire. Por lo tanto, en el caso de los atomizadores, la gestión del aire del ventilador, utilizando correctamente las prestaciones de cada uno de los equipos, nos permite controlar la cantidad de aire del ventilador, adecuando la cantidad de productos fitosanitarios que somos capaces de depositar en la vegetación y no en el exterior”, explica Gil. Otro trabajo demostró que con pequeños ajustes de orientación de las boquillas, tanto del lado izquierdo como del derecho se consiguió reducir esa cantidad de producto, “porque nuestro objetivo es reducir todo aquel producto que estamos perdiendo”, subraya el experto.

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Además, el equipo de especialistas explica a los agricultores que, de igual manera que es posible ajustar el caudal de líquido en las boquillas, se puede ajustar el caudal de aire del ventilador, “porque los equipos tienen la capacidad de modificar ese caudal de aire y hay una serie de parámetros que nos permiten gestionarlo de la forma más correcta”, explica Gil. La idea es usar todas aquellas técnicas que están disponibles, para lograr que el trabajo sea más fácil para los usuarios, evitando en todo momento los excesos de producto en la vegetación, “porque en ciertos casos hemos visto a equipos que están tratando y que perfectamente podrían estar actuando sobre un incendio en vez de un árbol frutal o un viñedo”, advierte el experto.

Para conseguirlo, los investigadores realizan una primera intervención sin el operario, preguntándole a éste qué es lo que hace y cuáles son las condiciones de trabajo. “Esa es nuestra primera evaluación, además de emitir comentarios acerca de la deposición, uniformidad y riesgo de deriva. Seleccionamos esos parámetros adecuados y volvemos a hacer esos ajustes que nos permiten reducir el riesgo de deriva y volvemos a evaluar”, explica Gil. En el 100% de los casos, Gil y su equipo demostró a los operarios que es posible controlar los parámetros operativos y también que es posible una reducción del volumen de caldo y de la cantidad del producto fitosanitario.

Asimismo, y colaborando con la empresa Syngenta, han realizado un plan de acción en una zona productiva de Huesca, en España, donde se han detectado problemas en los ríos a partir de los informes de la Confederación Hidrográfica del Ebro, poniendo en marcha campañas intensivas de información y formación a los agricultores para reducir esos riesgos de contaminación, que dependen de la zona, del momento y de las características específicas.

“En esa zona hay tres tipos de cultivos: bajos, frutales y viñedos, que nos permiten cuantificar el riesgo de contaminación en una situación determinada, en función de características ambientales o el tipo de máquina, por ejemplo, y además nos permiten cuantificar los beneficios de aplicación de determinadas medidas de mitigación de deriva: la utilización de boquillas de inyección de aire, la modificación de presión de trabajo o la velocidad de avance… Son herramientas que estarán disponibles en la web del proyecto (hoy en construcción: http://www.topps-prowadis.es)”, explica el investigador.

CLASIFICACIÓN DE LOS EQUIPOS

Otra de las herramientas que han desarrollado en el marco del proyecto TOPPS Prowadis es un software que permite clasificar los equipos en función del riesgo de contaminación, simplemente haciendo un ‘check list’ y ligándolo con el dimensionamiento de las bandas de seguridad y todos los aspectos obligatorios de la directiva, porque según Gil, “no tiene sentido que todos los equipos tengan que dejar las mismas bandas de seguridad”.

Pero, ¿es posible modificar esas estrictas distancias y qué pasará en el futuro? En España un Real Decreto marca una distancia mínima de cinco metros y a partir de allí, los agricultores deben ver lo que recomienden las etiquetas de los productos, en función de su grado de peligrosidad. De hecho, están trabajando con diferentes empresas del sector para que en las recomendaciones se indique por qué, por ejemplo, se pueden recomendar boquillas de inyección de aire. “Lamentablemente en España no tenemos una clasificación oficial de las boquillas en función del riesgo de deriva, como si lo tienen en Holanda y Alemania. En Alemania tienen una base de datos donde dicen qué productos debes utilizar, que sumados a una cierta técnica, se logre reducir en un 95% la deriva. Aquí estamos trabajando en ello, pero no todas las máquinas tienen que tener los mismos márgenes de seguridad, y eso complica nuestro trabajo”, finaliza.

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