Premios a la calidez de los vinos de clima frío
Casa Marín lleva más de 15 años produciendo algunos de los mejores vinos costeros de Chile. Ubicada en Lo Abarca, a cuatro kilómetros de la costa de la Quinta Región, esta viña se especializa no sólo en la elaboración de vinos más tradicionales como Sauvignon Blanc y Pinot Noir, sino también de cepas menos cultivadas en el país como Riesling, Gewürztraminer y Sauvignon Gris. Es un trabajo donde han desempeñado roles fundamentales el clima, el suelo y un trabajo enológico que busca que el terroir se exprese de manera auténtica.
María Luz Marín está sentada en el segundo piso de la bodega de Casa Marín, en una terraza junto a la sala de ventas en Lo Abarca, una localidad ubicada a cuatro kilómetros de Cartagena y que conforma
uno de los cuatro subvalles de San Antonio, en la Región de Valparaíso. Abajo, cruzando la calle, están parte de las 50 ha de viñedos. Cepas de clima frío como Pinot Noir, Syrah, Sauvignon Blanc, Riesling, Gewürztraminer y Sauvignon Gris le han dado vida a este proyecto desde el año 2000, cuando esta enóloga se convirtió en pionera al explorar esta zona vinífera de Chile y en la primera mujer en fundar una viña en América del Sur.
Casa Marín ha sido reconocida a lo largo del tiempo por sus vinos íconos y premium, los cuales se han destacado por su elegancia, delicadeza y frescor. Por ejemplo, su Sauvignon Blanc Cipreses (Premium) fue galardonado como el mejor del mundo en su tipo en 2010 en el Concours Mondial du Sauvignon y fue el único vino blanco de Chile seleccionado como uno de los mejores 50 del mundo en el ranking de la revista especializada Decanter en 2016. A su vez, la misma publicación eligió el año pasado al Riesling Miramar (Premium) como el Top 5 Riesling seco del mundo con 92 puntos.
VISITAS, ALOJAMIENTO Y VINOBAR CIPRESES
Casa Marín dispone de una sala de ventas, además de la realización de visitas guiadas con charla y recorrido por la viña y la bodega. Ofrece, además, el vinobar Cipreses (www.cipreseswinebar.cl) para comer y realizar catas, y se puede pernoctar en la Villa Casa Marín, compuesta por dos pequeñas casas en medio de un viñedo de Sauvignon Blanc sobre una loma. Este año comenzará la construcción de un hotel que tendría de seis a ocho habitaciones.
A fines de la década del noventa era una época donde las plantaciones de uva vinífera se concentraban principalmente en el Valle Central (regiones de Valparaíso al Maule). “Todos los vinos eran relativamente similares unos a otros”, afirma María Luz Marín. Si bien ya habían empezado los cultivos en el Valle de Casablanca, de clima frío, a esta enóloga le pareció que Lo Abarca podía ofrecer una opción incluso más distintiva, ya que se ubica muy próximo al océano. “Podíamos ofrecer diferentes variedades a las que se producían en ese momento en Chile, como Riesling, Gewürztraminer y Sauvignon Gris. Era una apuesta diferente para el consumidor”, agrega Felipe Marín, enólogo de la viña.
Y es que este terroir ofrece características especiales, gracias a un emplazamiento que cuenta con niebla recurrente, fuertes vientos y temperaturas medias anuales en torno a los 14º-15º, que pueden llegar bastante bajas en la época de crecimiento y maduración de las uvas. “La producción que brindan las vides son, en muchos casos, de una calidad muy superior a las de otros valles de temperaturas más altas y de producción masiva. Las cosechas no son abundantes, pero las plantas que aquí crecen son fuertes, de uvas sanas y con una mayor concentración de sabor y mineralidad, con las que se logran producir distinguidos vinos con personalidad y carácter propio”, comenta María Luz Marín, quien encabeza este proyecto familiar en el que también juegan roles importantes sus hijos Felipe y Nicolás Marín, que se desempeña como jefe de operaciones y encargado del vinobar Cipreses.
VINOS DE ALTA ACIDEZ, CROCANTES Y DE LARGA DURACIÓN
Todas las parras se destinan a la elaboración de vinos monovarietales, con excepción de la Garnacha (Grenache), plantada hace seis años, que se mezcla con en una proporción de 45% y 55% de Syrah, ya que en esta zona cuesta que esta última variedad madure y se obtiene con alcoholes muy bajos y acidez muy alta. El 90% de la producción se ubica en cerro y, del total, el 25%-30% corresponde a Sauvignon Blanc, la cepa principal, aunque para Felipe Marín la Riesling es también muy destacada.
Luego de plantar Sauvignon Blanc el año 2000, la primera cosecha de Casa Marín fue obtenida en 2003. “Nuestra idea era producir vinos con pH bajo, alta acidez, que pudieran ser bien crocantes y de larga duración. Eso se iba a dar en este tipo de condiciones: clima muy frío, principalmente con suelos calcáreos muy pobres y nunca trabajados en cerro, que entregarían en forma natural un rendimiento muy reducido”, explica María Luz Marín.
Básicamente, se hicieron dos plantaciones. La antigua, de 50 ha y que apunta hacia el oeste, se realizó en 2000 en forma directa y a partir de selección masal. La más nueva, que se comenzó a plantar en 2011, se llevó a cabo con portainjertos y cuenta con 10 ha que miran hacia el norte. Estas fueron proporcionales a las que se arrancaron del primer paño, puesto que no satisfacían los requisitos de María Luz, especialmente en partes bajas sujetas a heladas.
VARIEDADES DE CASA MARÍN
Casa Marín tiene cuatro líneas de vinos principales. Cartagena es la más vendida y muestra una excelente relación precio-calidad, con variedades como Sauvignon Blanc, Riesling, Gewurztraminer y Pinot Noir. En tanto, Casa Marín es la línea fina de vinos Premium, con uvas provenientes principalmente de suelos pobres de granito y piedra caliza, que corresponden a Sauvignon Blanc, Sauvignon Gris, Riesling, Gewurztraminer y Pinot Noir. Casa Marín Íconos corresponde a Pinot Noir y Syrah de 12 a 24 meses de guarda en barricas de roble francés y cuatro años en botella. Finalmente, Viñedos Lo Abarca se compone de vinos de parras plantadas en 2011, con cepas Sauvignon Blanc, Pinot Noir, Syrah y Garnacha.
Algunas cepas a tener en cuenta:
Gewürztraminer: Variedad ítalo-alemana. De tamaño pequeño, pertenece a las cepas aromáticas y con granos rosados. “Son sabores concentrados y con un gusto bien exótico a la fruta china lichi, que es muy aromática, y también a guayaba o kiwi. Es un vino de muy poca acidez, que sirve mucho para comidas condimentadas o bien para servir con postres o aperitivos. Se hace mucho late harvest con él. A nosotros se nos da con muy bajos rendimientos”, explica María Luz Marín. El Gewurztraminer de la viña proviene de los cuarteles ubicados en las áreas planas ubicadas casi al nivel del mar, que consisten principalmente de suelos arcillosos. Su cosecha se ha reducido drásticamente, debido a las fuertes heladas que ha experimentando el viña desde 2010.
Sauvignon Gris: Es una mutación de Sauvignon Blanc, con una uva más rosada, pequeña y rústica. Produce vinos con más cuerpo y es más aromática que el Sauvignon Blanc. “Tiene mucho kiwi, una acidez muy rica y unos sabores un poco anizados. Posee una piel bastante gruesa y la trabajamos diferente al Sauvignon Blanc. Lo fermentamos el 50% en barricas de roble francés de 500 litros de cuarto uso y lo guardamos en ellas por siete meses, mientras que la otra mitad se fermenta en cubas de acero inoxidable. En cambio, el Sauvignon Blanc es 100% acero inoxidable”, comenta María Luz Marín.
Riesling: Variedad poco conocida en Chile. En Casa Marín, el Cartagena Riesling se cultiva 60% en laderas de suelos graníticos, mientras el otro 40% proviene de suelos arenosos ubicados en las áreas más bajas del viñedo. Es semi-seco con un azúcar residual de 10 gramos por litro, con notas a manzanilla verde, clementinas, melocotón, confituras y crema de miel. En tanto, el Miramar Riesling se produce en un área de colinas empinadas. Tiene acidez natural de aproximadamente 7,5 g/l y un pH de 2,9. Ha sido reconocido entre los mejores del mundo.
RIEGO RESTRIGIDO Y POCA PRODUCCIÓN POR HECTÁREA
Las parras se riegan poco –la disponibilidad de agua es muy limitada-, mediante goteo y de acuerdo a los requerimientos de las plantas. “El agua acá es nuestro oro (llueve de 280 a 300 milímetros al año, principalmente en invierno). Apreciamos en forma visual o hacemos calicatas para ver si la planta necesita agua. Solamente agregamos agua para que se mantenga húmedo el suelo. A veces, tenemos que regar solamente la parte alta del viñedo, ya que como el agua cae, la parte baja tiene más vigor y debemos doblar mangueras en la mitad para que se equilibren ambos sectores. Si no, tenemos más humedad abajo y menos arriba”.
Esto se traduce en plantas poco vigorosas. El objetivo es que las parras detengan su crecimiento de forma natural, para que posteriormente se centren en alimentar a las uvas. De esta manera se obtienen rendimientos que pueden ser tan bajos como un kilo a 1,2 kg por planta, lo que se traducen en una producción de entre 4 y 5 toneladas por hectárea, cuando en otras zonas más cálidas del país se logran de 12 a 15 toneladas, pero con plantas más vigorosas y un mayor uso de agua para contrarrestar la evapotranspiración. “Son uvas más concentradas, con una calidad diferente a la nuestra. Cuando obtuve mi primer Sauvignon Blanc, la botella más cara costaba unos $6.000 en Chile. Y nosotros, por rendimiento y calidad, salimos al mercado con $18.000”, relata María Luz.
“Hacemos una enología muy básica –agrega-, pues tratamos de no intervenir, ni de corregir ni agregar nada. Es todo muy natural. La idea es reflejar el terroir y la forma de hacerlo es no cambiando la naturaleza del vino. Por lo mismo, es de alta longevidad. Cuando la acidez es natural y el vino se ha hecho sin ningún tipo de agregados, si es mantenido en buenas condiciones, evoluciona muy bien. Eso cuesta mucho, especialmente en los vinos blancos”.
En Lo Abarca, uno de los problemas que enfrentan en esta viña es la maleza que crece sobre la hilera y que es difícil de contrarrestar en cerro con elementos naturales. “Debemos combatirla con productos muy al comienzo, antes de que empiece la temporada. Después convivimos con ella, aunque le quita también fuerza a la planta. Por un lado ayuda, porque le saca vigor, pero debemos manejar el tema para que no vaya tan en desmedro de la planta”, explica la enóloga.
Sin embargo, la principal amenaza son las enfermedades fungosas como botritis (Botrytis cinerea) y oídio (Uncinula necator), producto de la alta humedad ambiente que hace que las parras estén mojadas buena parte del tiempo. Para ello, en Casa Marín emplean azufre y, después de la pinta, cuando el uso de este elemento puede dejar rastros en el vino, utilizan otros productos orgánicos. No obstante, a pesar de evitar la utilización de químicos para no generar residuos, la viña todavía no se certifica como orgánica, un proceso que iniciará este 2017.
Productos Seleccionados
Para la elaboración del vino, uno de los principales aspectos que distinguen a Casa Marín es la cosecha a mano, ya que es muy complicado y costoso emplear máquinas en cerro. Se trata, por lo tanto, de un proceso lento y que requiere de mano de obra agrícola hoy escasa, pero que aporta diversos beneficios en vistas a obtener un producto de calidad. “En el proceso mecánico se usan tolvas en las que caen las uvas y se revientan unas con otras. Si se hace de día, se calientan en los bins y, cuando llegan a la bodega, están a una alta temperatura. En ese caso, no se pueden separar para seleccionar lo que uno no quiere. Acá, en cambio, realizamos toda una separación de todo lo que uno no desea que ingrese a la fermentación”, explica María Luz Marín. Las uvas se clasifican a mano y no se corrigen los ácidos.
Por lo general, en Sauvignon Blanc y Gewürztraminer, las uvas se fermentan en acero inoxidable y se mantienen ahí por casi un año, mientras que en el Gris la fermentación y la guarda es en barrica. En los tintos, el Pinot Noir se fermenta en acero inoxidable y se envejece 12 meses en barrica de madera, mientras que el Syrah se conserva dos años en barricas de roble francés, en el caso del ícono.
Casa Marín elabora 25.000 cajas de vino al año. El 80% de la producción se envía al extranjero, principalmente a Europa, ya que Estados Unidos ha resultado ser un destino complejo para los vinos chilenos. “Es un país productor que se cuida mucho de tener primero sus vinos bien colocados. Después, los europeos allá han hecho una buena labor y los argentinos nos han quitado gran parte de lo que teníamos como mercado. Por lo tanto, estamos trabajando para introducirnos más como vino chileno, pero es muy difícil. Cada país actúa como un ente diferente y yo, para estar en todos lados, tendría que trabajar con un distribuidor muy grande, con licencia para comercializar en varios países. Nosotros somos muy chicos para ello”, explica la dueña de la viña. En Europa, en tanto, comercializa sus vinos preferentemente a Dinamarca, Inglaterra y Holanda a través del canal HORECA (hoteles, restaurantes y catering).
El 20% restante de los vinos de Casa Marín se comercializan en Chile, a través de la tienda online y física que está en la propia viña, como también va a hoteles y restaurantes por medio de Desa, un importante distribuidor de vinos, licores, cervezas y bebidas premium.
Es gracias a este trabajo selectivo que, año tras año, los vinos de Casa Marín son premiados en Chile y el extranjero con puntajes que superan los 90 puntos en diversas guías, concursos y publicaciones.