“El Valle de Copiapó ha mejorado su competitividad”
Rodrigo Susaeta, vocero del PTI Uva de Mesa de los Valles de Atacama y gerente general de la empresa Manflas, analiza algunos logros de este Programa, los desafíos productivos para la zona de Copiapó y las incertidumbres para los productores de la Región de Atacama. Sin embargo, destaca que las nuevas variedades abren oportunidades frente a la uva de Perú. “Allá las parras tienen una vida útil menor y su fruta no tiene el mismo sabor que el que ofrecemos nosotros”, afirma.
Por Jorge Velasco Cruz
Mejorar la competitividad. Eso es lo que se buscó con la conformación en 2020 del Programa Territorial Integrado (PTI) Uva de Mesa de los Valles de Atacama. La iniciativa de Corfo reúne a cerca de 150 productores que cultivan un total de 6.417 hectáreas (ha) de uva de mesa en los Valles de Huasco y Copiapó. Es por ello que la entidad puede entregar una visión de la actualidad de lo que ocurre en la Región de Atacama y, especialmente, en el Valle de Copiapó.
“El PTI tiene una función importante de llegar a los productores más pequeños. Hay varias políticas en relación a sistemas de riego y nuevas variedades, que contienen información a la que los productores más grandes ya han tenido acceso, pero que el Programa ha podido llevar a los de menor tamaño, para que puedan ser más eficientes y tengan la posibilidad de hacer un recambio varietal para continuar con su negocio”, comenta Rodrigo Susaeta, vocero del PTI y gerente general de la empresa Manflas.
A pesar de los problemas que enfrenta la uva de mesa chilena, la última campaña fue positiva para la uva de mesa producida en Copiapó, señala Susaeta, considerando el contexto logístico internacional y el encarecimiento de los fletes y de los servicios en el extranjero.
“Fue mejor que las que veníamos teniendo en cuanto a precio y mercado, y además se prolongó bastante. Se diferenció mucho del resto de Chile. En la parte más tardía, en el sur, los exportadores se encontraron con unos mercados bien complicados. Pero en el caso de Copiapó, donde tenemos un volumen menor, la logística funcionó razonablemente bien. Llegamos a los mercados y logramos zafar de los problemas que hubo en la parte tardía de la temporada”, explica.
De esta manera, en el caso particular de la empresa Manflas, esta pudo obtener US$2 más de precio FOB que la temporada anterior por kilo. “Es muy significativo, porque tuvimos dos dólares más de gasto en exportación, entre fletes y servicios en los puertos de destino”, detalla Susaeta. Fue así como el precio CIF fue US$ 4 más elevado que el año pasado. “Es probable que aquellos que están más cargados a la fruta verde y más temprana en enero, tuvieran diferencias mejores y los que tienen más producción de fruta roja, más tardía, pudieron haber tenido diferencias peores o, en algunos casos, el mismo precio del año anterior”.
– ¿Cómo les afectaron las dificultades logísticas en la última campaña?
-Tuvimos un mayor porcentaje de fruta enviada a EE UU que en años anteriores. Este país tiene un canal de exportación bastante bien estructurado, con barcos especializados que van de un puerto a otro y vuelven. En cambio, en otros mercados hay más dificultad para conseguir contenedores y tienen más demora en cada puerto en que recala el barco, por lo tanto, los fletes se demoran más, sacrificando condición de la fruta. En segundo lugar, hubo un tema de oferta. Tuvimos la capacidad de mandar la fruta de buena manera. Salvo una semana en que hubo un colapso de uno de los frigoríficos, pero que no alcanzó a mayores, no enfrentamos problemas para embarcar. Fue una temporada más apretada que la anterior, pero logramos enviar toda nuestra fruta sin colapsar a los frigoríficos en plazos razonables.
– ¿Cuáles son los principales desafíos de la temporada que viene para Atacama?
-Nosotros seguimos tratando de hacer el mismo trabajo de siempre: producir calidad, tratando de llegar en buenas condiciones a los mercados de destino. Los desafíos son los de siempre, aunque pareciera que este año vamos a tener mejor cantidad de agua, que es un problema menos. Pero hay un nivel de incertidumbre gigantesco. No tenemos mucho que hacer frente a nuestras principales amenazas como son los problemas logísticos y de costos, que radican en el extranjero. A eso se agrega el escenario interno del país, con temas de mano de obra y también con un escenario bastante incierto en relación al agua y la nueva Constitución.
– ¿Ha mantenido su competitividad el Valle de Copiapó?
-Creo que el Valle de Copiapó ha mejorado su competitividad. El problema es que estamos compitiendo con Perú, que posee condiciones climáticas muy buenas para la uva de mesa. Logra rendimientos muy rápido, muy temprano. Al segundo año están produciendo volúmenes que en Chile no se ven. Entonces, es difícil esa competencia. No somos igual de competitivos en cuanto a productividad, pero creo que los peruanos tienen otros problemas. Allá las parras tienen una vida útil menor que acá y su fruta no tiene el mismo sabor que el que ofrecemos nosotros. En las nuevas variedades, el Valle de Copiapó va a ser competitivo con Perú. De hecho, teniendo un ‘Systems Approach’, que permite enviar fruta a EE UU sin la necesidad de fumigar y cuya implementación es apoyada por el PTI, y con productividades como las que estamos viendo, pienso que Copiapó se va a defender de muy buena forma frente a la competencia con Perú. Sobre todo, porque tenemos una fruta que es más sabrosa, tiene un nivel de acidez que en la boca es otra cosa en relación a fruta más tropical como la peruana.
– ¿A qué nicho debiera apuntar la uva de Copiapó?
-Lo que se está viendo es que la producción de fines de diciembre, enero y comienzos de febrero es una ventana que todavía entrega posibilidades al Valle de Copiapó y creo yo que ahí es a donde hay que apuntar. Pero, obviamente, cuando se produce se busca alargar la cosecha para aprovechar mejor la infraestructura.
– ¿Cómo les impacta a los productores el alza del dólar?
-Tenemos una matriz de costos que se compone en un 70% o 75% en pesos, incluida la mano de obra. Por lo tanto, el aumento del dólar efectivamente es algo positivo para nosotros. Siempre hemos hablado de que somos una actividad contracíclica: cuando al país le va muy bien, con el dólar bajo, a nosotros se nos complica y tenemos mayores dificultades para lograr buenos retornos. Pero cuando el país enfrenta mayores problemas y hay un dólar más alto, nosotros estamos mejor. Esa es la realidad. Sin embargo, no es para alegrarse de que el país esté enfrentando dificultades financieras. Eso golpea también en el estado de ánimo, en las relaciones entre las personas y entre empresa y trabajadores. Eso es delicado.