Asesor especialista en suelo, Antonio Lobato: La preparación de suelo antes de plantar fija el potencial del huerto
La extensión de los frutales hacia suelos cada vez más complejos lleva consigo la necesidad de un mayor esfuerzo en la preparación física de estos, siendo la profundad efectiva de trabajo (subsolado) antes de la plantación de suma relevancia. Aunque esto aparentemente puede tener un mayor costo, es la única manera de asegurar una exploración profunda del sistema radical y el desarrollo posterior de una generosa cabellera, ambos factores claves para asegurar una adecuada relación copa/raíz, que sustente en el tiempo producciones en cantidad y calidad compatibles con los requerimientos de los mercados actuales.
Si esta labor no se efectúa correctamente antes del establecimiento, después es imposible realizarla ya que la dimensión y tonelaje de la maquinaria impiden su entrada a los huertos. Con posterioridad a la plantación, los primeros 20 a 40 cm del suelo reciben todo el efecto degradativo tanto del tránsito humano como de la maquinaria, que irán limitando la infiltración del agua y el crecimiento de raicillas, generando anoxia y dificultando el acceso a parte del stock nutricional del suelo presente a esas profundidades. Todo lo anterior afectará la productividad y sustentabilidad de los huertos. Las enmiendas orgánicas e inorgánicas antes y durante la vida del cultivo son herramientas importantes para mantener un suelo en buenas condiciones, pero no resuelven fallas en el acondicionamiento inicial.
Las plantaciones frutales, más allá de lo que sucede con cada especie particular, han ido avanzando hacia zonas antes consideradas marginales. Así lo verifica el ingeniero agrónomo Antonio Lobato, consultor en suelos (relación suelo-planta-agua) en Perú, Chile y Argentina, principalmente en nogal, olivo, jojoba, uva de mesa y vid vinífera:
–Estamos usando suelos que hace 20-30 años no hubiéramos considerado, porque todavía contábamos con superficies más bien planas, de fácil preparación. Pero el aumento del precio de la tierra, la competencia de la urbanización, han hecho inviable pagar esa inversión con los ingresos de un proyecto frutícola. Por tanto cada vez es más común enfrentar limitantes serias: poca profundidad efectiva, condiciones químicas, napas freáticas, contenidos de arcillas altos, temas de textura, pendientes…
Los protocolos que se acostumbraban a implementar ya no son suficientes:
–El costo en un suelo marginal puede llegar a tres y cuatro veces lo que sale hacerlo en lugares como Buin. Son más horas de bulldozer o excavadora, en algunos casos con el factor adicional de levantar camellones. En Molina hacia la cordillera, por ejemplo, suelos franco-arcillosos de bastante buena calidad, que fueron frutales y están en replante, han requerido preparaciones que terminaron siendo el doble de lo estimado, con valores del orden de los 800 mil al millón de pesos/ha, en circunstancias que el presupuesto inicial no era más de $400 mil.
UNA BUENA PREPARACIÓN SE JUEGA ANTES DEL ESTABLECIMIENTO
Resulta imposible corregir después de la plantación una mala preparación del suelo desde el punto de vista físico, con los frutales y las estructuras instaladas, pues las máquinas de la potencia requerida no entrarán en el huerto. Los bajos potenciales de exploración efectiva de las raíces limitan potencial productivo de manera irreversible, sentencia el especialista.
Se debe remover a profundidades de subsolado de 1 metro de profundidad, cuando la superficie todavía está desnuda.
–La revisión del subsolado con una persona atrás del bulldozer, enterrando un palito para ver la profundidad, es errónea. Al hacer una calicata para comprobar cómo quedó el trabajo, en no pocos casos notamos que no se pasó de los 40-50 cm, cuando todo el mundo vio que la pieza de subsolado de 1,2 metros iba enterrada un metro en el suelo, y el palito también. Si todos lo apreciaron así, ¿por qué en la calicata la profundidad se ve tan distinta? En realidad los suelos se esponjan al moverlos y aumentan de volumen en forma significativa. El punto de referencia que uno toma como cero es un punto esponjado, lo cual hace una enorme diferencia.
–¿Cómo profundizar más?
–Con una segunda pasada, y en casos difíciles, con una tercera. Eso tiene un costo. Todo el mundo quiere escuchar que las cosas son más baratas, pero hacerlo bien cuesta lo que cuesta. Otro aspecto en que nos estamos equivocando es en los bajos contenidos de humedad. Si se va a utilizar bulldozer o excavadora en verano, debería usarse la práctica de los cultivos tradicionales: trabajar el suelo antes en primavera con un buen contenido de humedad en la capa arable de los primeros 0-30 cm, que permita dejarlo disgregado, con pequeñas estructuras de gran superficie específica, muy amigables para la llegada de las raíces a los intersticios finos. Ello permite el acceso al stock de agua y nutrientes más toda la materia orgánica (MO) de los primeros 30 a 40 cm. En el verano se vuelve con el fin de quebrar los terteles y toscas que limiten la profundidad efectiva por debajo de la capa arable. Como esta se encuentra suelta, también hay menor resistencia u oposición a la penetración en profundidad de la maquinaria pesada.
En los últimos años las excavadoras con dispositivos denominados “garras” se han hecho muy populares, por sus buenos resultados. Trabajan con suelos húmedos y la profundidad efectiva es mayor que la de una pasada de bulldozer pues se ve efectivamente hasta dónde clavan los tridentes. Un comentario para ambos tipos de maquinaria: mientras más marginales los suelos, mayor debe ser su tonelaje.
LAMENTABLEMENTE LOS TRACTORES NO VUELAN
–Una vez establecidos los árboles –-recalca Antonio Lobato– comienzan a acumularse los efectos antropogénicos: regamos, aplicamos, podamos, cosechamos, transitamos con personas y con máquinas, tractores, colosos, segadoras, etc. Los suelos pierden profundidad efectiva en los primeros 0 a 30 cm, se compactan, tienen una densidad altísima, muy baja macroporosidad y capacidad de aire. El volumen de suelo explorado por las raíces disminuye, se dificulta la penetración del agua y se reduce a la disponibilidad de oxígeno, provocando asfixia. La pérdida de volumen de las raíces impide sustentar altas producciones de calidad. Es impensable en el caso de los frutales tener una copa grande para una raíz pequeña bajo un sistema de producción estándar.
El experto en suelos lamenta “el profundo arraigo de la cero labranza”. La considera una práctica no realmente viable en la mayoría de los frutales. Aconseja ya a partir del cuarto año desde la plantación evaluar la necesidad de escarificar y cincelar entre hileras cada dos, tres o cuatro temporadas para romper la estrata superficial que se va compactando. “Es lo que la gente entiende como trabajos de subsolado, que no va más allá de los 20-30 cm de profundidad, con el fin de que las raíces vuelvan a colonizar esa zona”. No se debe temer al corte de raíces: su ruptura no es mayor que la de una calicata, argumenta, “y nunca nadie me ha dicho que sus árboles se han muerto donde se han hecho las calicatas”.
Las prácticas anticompactación posibilitan un suelo vivo, con una microbiología abundante y una interacción virtuosa con las plantas. De lo contrario va reduciendo su fertilidad física y pasa a ser una parte inerte del sistema. “¡Me gustaría que los tractores volaran!, pero lamentablemente no es así”.
–¿La compactación afecta al los organismos del suelo?
–Indudablemente, porque se genera una anaerobiosis, y los microorganismos aeróbicos, que son los que nos interesan, van desapareciendo. El espacio físico debiera compartir una fracción de aire y otra de agua. Pero el agua se acumula sobre la capa compactada, llenando completamente el espacio, sin dejar lugar para el oxígeno del cual dependen las raíces y la microbiología benéfica, formada por bacterias, hongos, actinomicetos, etc.
En el orden de prioridades de Lobato, el primer problema a abordar es el tema físico:
–En suelos con baja fertilidad o diluidos por piedras y gravas, puedes llevar soluciones nutritivas con pH ajustado a través del agua de riego por goteo para satisfacer los requerimientos nutricionales. A modo de ejemplo, es posible que en un suelo de baja fertilidad química se requiera aplicar elementos como molibdeno o cobre, mientras que en otros casos no los habrías necesitado nunca. Pero si hay un problema físico, por densidad, compactación u otro, las raíces se afectarán debido a la falta de oxígeno; sus cutículas se debilitan y se desprenden, hay un trastorno en su funcionamiento, dejan de tomar agua y nutrientes, lo cual es el inicio del “síndrome de decaimiento por asfixia radical”.
LAS ENMIENDAS NO SON MARTILLOS NEUMÁTICOS
La conciencia de este problema hizo que entraran fuertemente técnicas como el uso de las enmiendas:
–Sulfato de calcio, enmiendas húmicas, enmiendas de reacción ácida, entre otras, son útiles, unas más, otras menos, dependiendo de los escenarios. Pero no son martillos neumáticos que reemplacen el trabajo previo a la plantación. Una vez compactado el suelo, no existe enmienda que lo suelte. Creo que estamos llegando atrasados al momento de aplicarlas. Al año 8 o 10, cuando resulta evidente la limitante de exploración de raíces y de ingreso del agua, muchos acuden a las enmiendas. Pero hay una razón fundamental para el escaso efecto en suelos con altas densidades: el agua es el vehículo de transporte en la mayoría de los casos, por no decir en todos, y ya no puede llegar a los intersticios del suelo. Su tensión superficial la hace muy poco deformable y no es capaz de penetrar un espacio pequeño entre las partículas del suelo. Entonces la aplicación de enmiendas es inconducente.
Muchas veces Antonio Lobato ha debido decir a los productores, en presencia de los representantes comerciales de un producto, que su recomendación es no aplicar nada. “Porque una herramienta bien construida, aplicada sin las condiciones para que haga bien el trabajo, significa resultado cero. Y cuando alguien usa una herramienta y no le funciona, no la vuelve a probar”.
INSTRUMENTOS PARA AMORTIGUAR LOS PROBLEMAS FÍSICOS
Con esto no quiere decir que las enmiendas sean inviables, todo lo contrario:
–Se deben aplicar ya a partir del 4º o 5º año, para lograr que el tránsito de maquinaria y personas resulte menos agresivo sobre el suelo. Hay que monitorear con una periodicidad de 2 a 4-5 años, dependiendo del tipo de suelo, para ver cuándo empiezan a formarse las compactaciones, que son siempre superficiales. En el intertanto el uso de enmiendas en su amplio concepto es benéfico para amortiguar los problemas físicos y conservar la sustentabilidad del suelo.
Lobato adelanta que las enmiendas serán el tema de su participación en la Conferencia Redagrícola que se efectuará el 3 y 4 de julio.
–Espero aclarar lo que son y referirme a los dos grandes grupos en que pueden clasificarse: orgánicas e inorgánicas. Dentro de estas últimas abordaré en especial las de reacción ácida.
ENMIENDAS INORGÁNICAS Y ENMIENDAS ORGÁNICAS
Dentro de las enmiendas inorgánicas, correspondientes a sales básicamente, se encuentra el sulfato de calcio e incluso los mismos fertilizantes. Cuando los suelos tienen desequilibrios químicos, desbalances catiónicos, es necesario corregirlos como parte del proceso de preparación:
–Adicionar, por ejemplo, magnesio, potasio, calcio, fósforo, antes o después de plantar, para corregir la fracción del volumen del suelo que llega hasta los 30 cm, de forma que las raíces exploren una zona con los equilibrios catiónicos óptimos. Cuando la cantidad de los fertilizantes conteniendo elementos como esos excede el requerimiento nutricional de las plantas y se aplican con los fines señalados, caen en la categoría de enmiendas inorgánicas.
También son enmiendas inorgánicas los ácidos. Por ejemplo, una aplicación de azufre al suelo, con el objetivo de que este S se oxide y se transforme en ácido sulfúrico. Algunas enmiendas modifican el agua, subiendo su salinidad o alterando su pH, o la usan solo como transporte para llegar al suelo. Ahí se ubica el ácido sulfúrico, el yeso, surfactantes…
Las enmiendas orgánicas comprenden los guanos sólidos, el compost, los extractos húmicos de distinto origen, entre otros.
–Una de las cosas que quiero puntualizar –enfatiza el entrevistado– es cómo nos equivocamos en lo que realmente son. Cuando pregunto si el guano es una enmienda, la gran mayoría me responde que sí. Pero la definición de enmienda corresponde a sustancias inorgánicas u orgánicas que se mezclan en forma generosa con el suelo para producir cambios en sus propiedades, químicas, físicas o biológicas. El guano por sí solo es material excrementicio en proceso de descomposición o estabilizado. Pero enmienda implica mezcla, no hacer un hoyo para enterrar materias orgánicas y taparlas. Tampoco esparcirlas sobre la superficie, porque eso es un mulch, con muchas características positivas, pero no es una enmienda porque aunque al mojarse parte de los jugos va a penetrar, en rigor no se integra con el suelo. Entonces, ¿cómo podría hacer una enmienda con guano en un huerto establecido? Justamente porque no se puede, se dispone en un hoyo o superficialmente. Son esfuerzos económicos y logísticos gigantes para respuestas muy marginales al usarlos de esa manera.
El mejor momento para aplicar una enmienda orgánica y lograr sus beneficios de agregación de las partículas y mejor estructuración en el área de crecimiento radicular, es en la pre-plantación, junto con las enmiendas inorgánicas, si corresponde.
–Mezclo una cantidad generosa de materia orgánica con el gran volumen de suelo en la banda de plantación. “Siembro” mi suelo con la MO que va a ser sustento para desarrollos microbiológicos y para mis raíces. Así esa fuerte inversión va a redituar hasta el último centavo.
QUÉ SON Y PARA QUÉ SIRVEN LAS ENMIENDAS DE REACCIÓN ÁCIDA
Los tiosulfatos son un tipo de enmienda de reacción ácida que tiene beneficios desde el punto de vista de la infiltración, formación de estructuras en el suelo y disponibilidad de nutrientes. Lobato los ha probado en hortalizas y en frutales, como cerezo, manzano, palta, entre otros, así como en macetas, para evaluar reacciones básicas.
El tiosulfato es una molécula capaz de penetrar el suelo como lo haría un fertilizante. La profundidad alcanzada dependerá del tiempo y del volumen de agua con que aplique en el riego:
–Supongamos que lo hicimos en el último tercio del riego –ejemplifica Lobato– y que quedó en los primeros 0-40 cm. El anión tiosulfato, que puede ir acompañado de calcio, potasio, o magnesio, entre otros elementos, producto de la oxidación y de la reacción con una bacteria llamada Thiobacillus, irá formando lentamente acido sulfúrico en los puntos donde se encuentra. El ácido reacciona con el carbonato de calcio y forma sulfato de calcio (yeso), convirtiendo una sal de muy baja solubilidad en otra 150 veces más soluble. El Ca entonces queda disponible para procesos de formación de agregados de suelo y nutrición. Los poros e intersticios obturados por los carbonatos se abren y las velocidades de infiltración son mayores.
Acidificaciones a niveles de pH en torno de 5,5 alrededor de las raíces generan reacciones virtuosas porque en ese punto la gran mayoría de los nutrientes está disponible.
La diferencia con la aplicación de ácido sulfúrico a través del sistema de riego es que este requiere medidas especiales en términos de almacenaje, equipos de inyección, personal calificado, y la compra de volúmenes importantes para que el costo sea bajo. Por otra parte, hay que sortear un problema difícil: transportado por el agua, el ácido sulfúrico se encuentra con los carbonatos del suelo y reacciona en forma inmediata. Su acción se va neutralizando y no es fácil generar una acidificación en profundidad. Dado que el tiosulfato no es ácido, sino un anión, se mueve y llega hasta la profundidad en que lo localiza el riego; las reacciones que derivan en ácido sulfúrico se generan posteriormente.
–Cada vez que uno aplica un ácido de cualquier naturaleza en el suelo –agrega el experto–, se va a registrar un incremento importante en la conductividad eléctrica, en la salinidad, porque se disuelven elementos antes insolubles. Mientras más bajo es el pH, mientras mayor la concentración de ácido que aplico, mayor es el efecto en la conductividad. Con el tiosulfato ello no ocurre, por tratarse de un proceso no instantáneo sino microbiológicamente mediado. Si hay humedad, oxígeno, la bacteria Thiobacillus y el tiosulfato, se produce la reacción.
Lobato menciona que experimentos a nivel mundial han determinado sinergias en la absorción de nutrientes frente a la presencia de tiosulfato. De hecho la planta puede absorberlo directamente, sin necesidad de las bacterias, para satisfacer sus requerimientos de azufre, lo cual a la vez arrastra cationes en mayor cantidad:
–Frente a la presencia de tiosulfato se absorbe mucho más potasio, por ejemplo, que si estuviera absorbiendo nitrato y potasio. Es lo que se llama la teoría del anión acompañante, ampliamente difundida. Desde el punto de vista de mantener la sustentabilidad de los suelos, sus propiedades físicas, su aireación, su permeabilidad y la facilidad para el desarrollo de las raíces en sus ciclos anuales, es una de las herramientas interesantes a considerar, en complemento a todo lo que hemos conversado.
LA MANTENCIÓN DEL SUELO ES COMO LA DE LA INFRAESTRUCTURA
El especialista entrega un mensaje final respecto de cómo abordar el tema de los suelos en el análisis de costos:
–La infraestructura predial, las oficinas, los jardines, el mantenimiento de la maquinaria, son parte de los costos de campo, pero no costos directos de producción. Y nadie los discute. Para mí, la mantención del suelo cae dentro de esa misma lógica: debe conservarse sustentable, con capacidad de mojarse, de ser explorado por las raíces, con potencial para aportar la nutrición a las plantas, de contener agua y oxígeno. ¡La base del sistema! ¿Dónde está su ítem? Entiendo perfectamente que puedo imputar al costo por kilo si raleé más o menos, si apliqué más o menos fitosanitarios. Pero el suelo, cuando se deteriora y pierde sus propiedades, afecta todo.