Nuevas tecnologías y construcción de la ecuación productiva
La regulación de la carga en cerezo es un manejo clave ya que incide de manera determinante tanto en el volumen de fruta producido como en la calidad de la fruta cosechada, principalmente en el calibre. Una mala regulación de carga puede afectar negativamente el potencial productivo y aumentar los requerimientos de mano de obra. El ingeniero agrónomo Raimundo Cuevas, gerente técnico de C. Abud & Cía, así mismo explica cómo usar algunas nuevas tecnologías para impactar positivamente la producción.
Desde C. Abud & Cía. vienen trabajando hace más de una década en el manejo de la regulación de la carga de los cerezos para llegar a los potenciales productivos de cada zona, incluyendo en ello el uso de nuevas tecnologías, tanto de riego y nutrición, así como otras; que son fundamentales para estimar de mejor manera la carga frutal de los árboles.
Los primeros trabajos en este terreno se realizaron en 2005, año en que algunos especialistas determinaron que la regulación de la carga es un manejo clave, “sobre todo porque sabemos que quien produce cerezas está corriendo los ‘100 metros planos’, si es que lo comparamos con otras especies, porque el periodo que va desde floración hasta la cosecha es muy corto. Entonces, todos los manejos que se realicen en cuanto a la cantidad de yemas frutales antes de la floración, son fundamentales, ya que afectarán a la producción”, explica Raimundo Cuevas, gerente técnico de C. Abud & Cía.
Esos primeros estudios que se realizaron hace ya más de una década fueron relevantes porque determinaron que a pesar de que hubiese buenas condiciones (más de 1.000 horas frío y cuajas normales, por ejemplo), los productores debían ralear. “Hubo campos que incluso ralearon hasta pinta”, afirma Cuevas. Un año más tarde, en 2006, junto a la empresa Frusan se realizaron trabajos para lograr una buena regulación de carga. “En 2008 había un consenso de que el dardo era un elemento clave en la regulación”, sostiene. Así, por ejemplo, en una variedad como Stella, si se determinaba pasar de 550 a 337 dardos, la producción final –por su parte-, pasaba de 36,3 t/ha a 20,7 t/ha.
Sin embargo, esa también es historia pasada, porque hoy en día trabajar con esas producciones es inviable, en términos de calibres, a pesar de que en ese mismo estudio se mejoró notablemente. “Los calibres pasaron en promedio de 23 a 27 mm y la firmeza mejoró desde 78,5 a 82,5 durofell, grafica el especialista de C. Abud & Cía. Con la finalidad de afinar aún más los manejos en los huertos de cerezos, en 2010 se incorporaron las ramillas como un elemento importante, sobre todo porque estas influyen en el calibre final de la fruta, evitando además el entubamiento y el exceso de dardos.
EL CLIMA ES UN FACTOR DETERMINANTE
Sin embargo, desde 2013 los efectos del cambio climático han sido más patentes en la industria nacional de la cereza, año tras año. Así, en 2013 hubo un episodio de heladas, en 2014 azotaron las lluvias, en 2015 se vivió un otoño cálido y en 2016 se volvieron a repetir las heladas. El cambio climático ya se hace patente y debe ser considerado. Un ejemplo de ello es que la temporada pasada en Sagrada Familia se vivieron siete días seguidos de heladas, del 1 al 7 de septiembre. Incluso las temperaturas llegaron a -3,3ºC durante ocho horas el día 2 de septiembre. “Frente a eso, es muy dudoso que haya zonas totalmente seguras, en cuanto a clima, para la producción de cerezas”, advierte Cuevas.
La cereza sigue siendo un buen negocio y la industria, consciente de ello, se está preparando para enfrentar de la mejor forma los futuros episodios climáticos, sobre todo previendo que los precios tenderían a bajar en algún momento. Por ello es que hay empresas invirtiendo en cobertores plásticos para proteger los huertos de las lluvias y en hélices para proteger los campos de las heladas. Incluso se están dejando de lado los huertos con árboles grandes, y hay quienes han invertido en sistemas peatonales para enfrentar de mejor manera los costos asociados a la mano de obra. Además, se conocen algunos productores que están produciendo cerezos en laderas, algo que hace poco era impensado.
Pero, ¿qué pasará cuando se llegue a los 35 millones de cajas? ¿Qué sucederá con aquellas zonas que eran rentables y ya no lo sean? “Habrá que ser más eficientes”, subraya Cuevas. Y esa eficiencia pasa por aspectos de manejo, sobre todo para conseguir mejores calibres, porque si antes la industria producía fruta con calibres entre 22 y 24 mm, hoy se está concentrando en fruta sobre los 28 mm e incluso hay productores que han sacado cerezas de 32 mm, un tamaño que hasta hace poco no existía en la industria chilena y que ha obligado a contar con embalajes especiales.
TRABAJAR CON UNA ‘ECUACIÓN PRODUCTIVA’
“Para conseguir buenos calibres debemos regular nuestra producción, de acuerdo a la realidad de la zona donde está instalado el huerto”, subraya el experto. Entonces, la pregunta más obvia es ¿cuántos kilos por hectárea queremos producir? Y la respuesta se puede encontrar en la ‘ecuación productiva’, donde se incluyen todas las variables, tanto cualitativas como cuantitativas. “De esa forma se puede determinar la producción y, esto nos permitirá estimar de manera confiable la carga frutal”, afirma.
Estimar la carga frutal no es un asunto trivial. Y esta se realiza en una determinada fecha, “al inicio de cada temporada, porque así estamos a tiempo de realizar los manejos más adecuados o bien no hacer nada”, explica Cuevas. Para ello, la ‘ecuación productiva’ incorpora todos los factores de una temporada.
El gerente de C. Abud & Cía. explica: “La ‘ecuación productiva’ es el número de centros frutales por hectárea por un coeficiente de producción (gramos de fruta cosechada por cada uno de esos centros frutales) (g/CF). Eso lo multiplicamos por 1.000 y el resultado será el número de kilos por hectárea a proceso”.
En este proceso, el correcto conteo de los centros frutales es clave. “Y eso dependerá de nosotros. No nos podemos equivocar”, subraya. Pero, ¿qué es un centro frutal? “Es el dardo que tiene tres o más yemas frutales y la ramilla del año porque en ella tenemos fruta en su base, sacando los chupones. Es clave contar todos los años porque los dardos se renuevan todos los años. Si no hacemos un buen manejo ni llevamos un buen control sobre cuántos dardos se renuevan todos los años, podemos caer en un exceso y tener un grave problema”, añade. En el coeficiente de producción entran las variables cualitativas como las horas frío, las temperaturas, el riego…
Cuevas recuerda que la temporada 2006/07 tuvieron problemas porque no se hacían despuntes, “y eso es fundamental porque los despuntes regulan la carga. Un despunte bien hecho regula la formación de dardos y equilibra la planta en la parte vegetativa. De lo contrario se puede llegar a tener más de un 75% más de dardos”, explica. Es decir, un 75% más de producción potencial. “Si eso no lo regulamos, estamos mal”, advierte.
Para llegar a un número confiable de centros frutales/ha, se debe hacer un conteo de al menos un 1% de las plantas. Solo así se obtiene una muestra representativa. “Debemos tener personal capacitado y especializado en esta labor, para que sean los mismos operarios quienes cuenten todos los años”, aconseja. Añadido a esto, hoy estamos usando mapeos NDVI (Índice de vegetación de diferencia normalizada, NDVI por sus siglas en inglés) que permiten realizar una mejor selección de plantas de acuerdo a su vigor. “Los cálculos son exactos. Si contamos diez plantas, las elegiremos según el vigor y esto lo podemos multiplicar por el número real de plantas/ha”, precisa Cuevas.
Para el experto, este también es el coeficiente del ‘terroir frutícola’, es decir, a un huerto de Lapins que está ubicado en Santa Cruz no se le puede pedir un comportamiento similar a otro que está en Los Niches. “Por eso es que es tan importante generar un historial productivo propio”, remarca e indica que el coeficiente también sufrirá variaciones dependiendo de las variaciones climáticas de cada temporada. “Si no las registramos ni les ponemos un número, no podremos estimar cómo vendrá la temporada”, advierte. No es lo único porque también será importante la combinación de variedad y portainjerto.
En términos climáticos, un factor que se está voviendo crítico, según Cuevas, está en las temperaturas de otoño, que últimamente son cada vez más cálidas. “En 2015 la variedad Regina en la zona de Comalle, acumuló 823 horas frío, mientras que en 2016 hubo 682 horas frío. Un frío aceptable, ante el cual podríamos haber esperado un mayor coeficiente de producción, pero si lo contrastamos con las porciones de frío, que es lo que nos indicará cuál fue la calidad de ese frío, no solo en una sumatoria de horas, sino cuánto frío está acumulando la planta, en ambos casos fue de 66 y, sobre 60 es una buena acumulación de frío. Pero, ¿qué pasó en 2015? Porque con esa acumulación de frío podríamos haber vaticinado una gran cosecha, sin embargo, el coeficiente de producción fue de 22 gramos, versus los 59 gramos de 2016. Eso significó 3.000 kg/ha en 2015 y 12.510 kg/ha en 2016. ¿Cómo se explica esto? Porque las temperaturas máximas promedio de abril en 2015 fueron de 23ºC, cuatros grados más que el histórico. Es decir, esa yema llegó a agosto con una acumulación de frío buena, pero entró a receso en mayo en una condición en que no estaba receptiva a acumular frío. Por eso hubo problemas de cuaja. No fue por un problema de acumulación de frío, sino por un problema de aclimatación de la yema”, explica el especialista y repite la importancia de contar con un historial productivo porque todas las temporadas son diferentes. Actualmente en C. Abud & Cía. tienen coeficientes de producción de siete años y sus promedios. “Si queremos estimar cuál será el coeficiente de producción para esta temporada, no nos vamos a equivocar mucho porque tenemos un historial. Así podremos anticiparnos y realizar los manejos que se debe hacer”, asegura.
MANEJOS DE NUEVAS TECNOLOGÍAS PARA IMPACTAR EN LA PRODUCCIÓN
Riego: es fundamental para tener una planta sin estrés y para llegar a un buen vigor y calibre. “Estamos muy avanzados y hay muchas tecnologías disponibles y todas son muy buenas, pero la clave está en cómo las usamos e interpretamos, junto con contar con una plataforma online amigable. Por eso es que hoy integramos la planta, el riego y el clima trabajando con la gente de CDTEC y Wiseconn. No podemos ver un sensor sin saber qué está pasando con el clima ni saber cuántos metros cúbicos están saliendo desde la caseta ni saber cuánto estamos gastando”, explica.
Los productores deben trabajar con monitoreo de humedad del suelo e incorporar sensores a diferentes profundidades (entre 20 y 80 cm). “Eso es lo que definirá el tiempo de riego, que no se modificará. En cambio, sí se modificará la frecuencia de riego, que se manejará según los estados fenológicos. Es decir, manejaremos una frecuencia de riego para la brotación, otra para la maduración y otra para poscosecha”, explica Cuevas. La clave es no regar igual durante toda la temporada, y dar las señales a la planta para que se comporte como uno quiere a través del riego, por ejemplo, bajar frecuencia de riego en otoño para inducir a la planta a entrar en un buen receso.
Otro concepto que los productores debiesen tomar en cuenta es el de la reposición. Y es que para cada mes se debe manejar distintas tasas de reposición. “Hay meses en que reponemos más, por ejemplo, en diciembre cerca de un 120% y en abril un 50%. El volumen total de riego de la temporada fue de 8.841 m3/ha/año, mi demanda o lo que se evapotranspiró fue 9.128 m3/año y por lo tanto mi Kc real fue de 1,02. Esto es lo que el cultivo estuvo demandando y con resultados óptimos. Esto lo podremos repetir el año próximo dependiendo de las condiciones de la temporada y, si lo hacemos bien, tenemos gran parte del trabajo hecho”, explica.
Nutrición: La fertilización debe ser evaluada con sistemas que permitan reaccionar durante la temporada y evitar pérdidas de calidad de la fruta. Ese sistema debe funcionar desde inicios de la temporada y a lo largo de ella. Al inicio de temporada podemos hacer una detección de deficiencia temprana, por ejemplo, de potasio, el que sabemos es un elemento muy relevante para el calibre y la calidad. Lo podemos manejar con fertilizaciones en la misma temporada y lograr un efecto positivo. Porque, ¿quién nos dice que todo lo que aplicamos va donde debe ir? Si no nos preocupamos de esto último, nos pasará factura”, advierte.
Manejos de poscosecha: Durante la temporada hay tres meses en que es común creer que la planta está de ‘vacaciones’, pero no es así. Está trabajando. Por ello es que es importante definir un manejo de poscosecha. “Debemos crear estándares de poscosecha para medir de manera objetiva si estamos haciendo bien el trabajo”, afirma Cuevas. Por eso es que en la empresa están próximos a iniciar un trabajo con el laboratorio AGQ, especializado en nutrición, en lo referente a los niveles de reservas en raíces y madera y su relación con la nutrición foliar y la producción del próximo año. “Debemos llegar a indicadores tempranos que nos digan cómo están las reservas. Las reservas en madera son necesarias. Si el dardo está bien nutrido, tendrá una buena calidad de flores. También debemos ver cómo es la calidad de las flores y hacer correcciones de boro o zinc, en caso de ser necesarias y si no lo son, no hacerlas, porque no tenemos que aplicar la misma receta para todos los casos”, explica.
Uso de biofertilizantes: A través del uso de biofertilizantes se están consiguiendo aumentos en la solubilidad del nitrógeno. Eso el equipo de Abud lo comprobó en un ensayo con los productos de la empresa Rosario. “Lo más importante es que en las evaluaciones de rizotrones logramos un crecimiento acumulado de raíces de un 30% sobre el testigo. Para el próximo año eso es más reserva, es más potencial, es más precocidad. Hacia allá debemos ir”, remarca.
Polinización: Los productores deben tener un plan estratégico de colmenas que no sea llamar unas semanas antes al apicultor para que las lleve al campo. “Hoy trabajamos con Colmenares Los Cristales, haciendo un plan estratégico, donde el apicultor está presente desde julio hasta enero. Debemos exigir calidad en las colmenas que contratamos, cuál será nuestra estrategia de postura, capacitar al personal en campo… sobre todo porque el clima está cambiando. Si buscamos las colmenas a última hora, no nos irá bien. Ya en junio los agricultores deben saber dónde ubicarán sus colmenas”, explica el gerente técnico.
CASO PRÁCTICO PARA UN AÑO DE ALTA FERTILIDAD
“El dato para la próxima temporada es que las temperaturas de otoño fueron buenas. A mediados de junio, el frío invernal en Curicó había pasado las 400 horas de frío y no nos extrañemos que este año habrá zonas en que superaremos las 1.000 horas frío. Eso nos llevará a un resultado de análisis de fertilidad alto. Teniendo en cuenta esto, y si tenemos 350.000 centros frutales/ha, en un huerto cuyo riego y nutrición fueron bien manejados, estamos ante un año, de una potencial ‘tormenta perfecta’. Si asignamos entonces un coeficiente de producción sobre el promedio, en este caso de 60 gramos, eso se traduce en 21.000 kg/ha, que en muchos casos significaría una mala curva de calibre. Si rebajamos los centros frutales con la poda fina quedamos con 262.000 centros frutales/ha. Si los multiplicamos por mismo coeficiente de producción (60 gramos), tendremos 15.600 kg/ha y podemos optar a buenos calibres. Ahora bien, si ese coeficiente de producción, por pobre acumulación de frío por ejemplo fuese de 40 gramos, con 350.000 centros frutales/ha, tendremos 14.044 kg/ha… ¿Haremos poda fina? No, porque estamos ajustados”, explica Cuevas.
La calidad de polen: En Chile hay huertos que tienen las variedades Lapins y Regina, algo a priori impensado porque sus floraciones no sincronizan. “Pero si usamos cianamida y logramos adelantar su floración, conseguiremos esa sincronización. Además, Lapins tiene una calidad extraordinaria de polen”, sostiene el experto. En un ensayo se lograron producciones récord (22,6 t/ha) de Regina, que estaba junto a Lapins. “Gracias a esto es que elevamos los coeficientes de producción”, afirma.
Reguladores de crecimiento: a través del uso de etileno logramos adelantar el receso de Royal Down respecto a la variedad Rainier. “Esa inducción de la entrada en receso favorece a la cuaja en variedades difíciles de manejar y en zonas con falta de frío u otoños muy cálidos. La experiencia habla entre un 30 y 50% más de cuaja”, precisa.
Paclobutrazol: es un fitoregulador del crecimiento. “En un campo con exceso de vigor, de Santina sobre Colt, en tercera hoja, llegamos en una rama de tres años con una serie de chupones que, en condiciones normales, debieran ser dardos. El crecimiento lo regulamos con una buena aplicación de estos reguladores. Así es como llegamos con una rama de tercer año endardada y lista para producir, y con un 20 a 30% más de centro frutales/ha”, explica Cuevas.
Protecciones: los techos son una herramienta para la lluvia y tienen un efecto sobre la calidad de la fruta, pero, ¿qué plásticos se debe usar? ¿Cuándo se debe cubrir y cuándo descubrir? Para eso, C. Abud & Cía. está iniciando un proyecto financiado por FIA, en el cuál el objetivo es comparar rafias con plásticos de mayor tecnología, para entregar una respuesta a los productores.
Análisis de fertilidad: es una herramienta potente que indica cómo viene el potencial productivo de las yemas, es decir, cuántas flores por dardo tendrá un árbol. “Hicimos un estudio en 2009 y 2010 teniendo los mismos centros frutales, pero el número de primodios fue de 11 en 2009 y al año siguiente de 21. Eso fue determinante porque tuvimos un potencial de carga un 55% más alto”, indica.
Secuencia lógica de regulación de los centros: esto se realiza a través de las podas. La poda gruesa tiene el objetivo de determinar cuál es la calidad de los centros frutales, mientras que con la poda fina se regula la calidad de esos centros frutales, recortando las ramas endardadas y realizando un despunte de ramillas al año. Se hace en julio y agosto. Es una labor que permite la regulación de la carga final, que dependerá de las variables que determinen el coeficiente de producción.