Experiencias de manejo de uva de mesa bajo plástico
Adelantar, retrasar, aumentar la producción, disminuir los vientos y el estrés hídrico, proteger los cultivos de plagas, de pájaros, mejorar las microcondiciones ambientales… Todo eso pueden hacer las coberturas de plástico en un huerto de uva de mesa e incluso disminuir el uso del agua en un 20%. En la 1ª Conferencia Redagrícola Ica se habló de las experiencias en el uso de plásticos en uva de mesa. Los especialistas Gabriel Sellés y Gabriel Marfán, contaron sus experiencias en Chile; Rafael Ibarguren explicó las suyas en tierras iqueñas.
El Doctor Gabriel Sellés, del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) de Chile, ha trabajado en muchos proyectos de innovación con productores de uva de mesa, fundamentalmente en tres valles de ese país: Copiapó (27° 22´S), Aconcagua (30º 44’ S) y Colchagua (34º 26’ S). Las áreas productivas de estos valles tienen condiciones distintas, pero el de Copiapó es quizá el que más se parece al Valle de Ica.
La primera preocupación de Sellés, y obviamente de los productores, tuvo que ver con la productividad de los cultivos. “Y esta depende de la capacidad de las plantas de hacer fotosíntesis. El fin de la producción es lograr que las plantas hagan fotosíntesis, la cual se puede conseguir con solo el 5% de radiación y el 7% o 10% del agua que consume la planta, porque también depende de la energía del agua. Y reducir el consumo de agua solía ser una complicación”, explica el experto.
Los genetistas buscan plantas que reduzcan el consumo de agua, según Sellés. Porque el agua que se necesita para la fotosíntesis es mínima. Cuando se restringe el riego de las plantas, se genera estrés hídrico y nos alejamos de la productividad; con técnicas para disminuir el consumo de agua, como el riego deficitario controlado (RDC), se puede ahorrar agua pero los huertos se ven afectados con una menor vida útil.
Por su parte, el sol dota de energía a todo el sistema productivo pero, como dijo el especialista chileno, solo se necesita el 5% de esta energía para conseguir la fotosíntesis. Sobra mucha energía; el sistema productivo tiene que eliminar esa energía y con el riego restringido se genera un estrés técnico, las plantas aumentan su temperatura. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo alteramos las condiciones climáticas y microclimáticas dentro de un cultivo? Gabriel Sellés responde: “Pasa por mejorar la relación entre transpiración y productividad. La energía del calor latente uno la puede expresar por el consumo de agua o transpiración. El calor latente máximo va a depurar la energía, la temperatura
la velocidad del viento… Lo que tenemos que hacer es alterar las variables en relación a las condiciones naturales. La gente dirá, ‘pero este está loco, ¿cómo voy a ir determinando el calor latente de los cultivos?’. La transpiración de referencia es equivalente al calor latente; y el calor latente no distingue entre plantas y suelo; todo lo que sea agua lo transforma en vapor. Entonces, empezamos a evaluar y preguntarnos, ¿cómo se comportarán las mallas, los plásticos y las cortinas cortavientos? Y nos dimos cuenta que estos factores climáticos se pueden modificar con estas cubiertas”.
RADIACIÓN DISMINUYE EN 20%
Hay que prestarle mucha atención a la evaporación y transpiración en la uva de mesa. Cuando hay evaporación directa, advierte Sellés, la mayor parte de la pérdida de agua se va a la atmósfera y no significa nada para el cultivo. La alternativa es, entonces, cubrir el suelo con una cubierta impermeable plástica (‘mulch’) que disminuye la evaporación. Por otro lado, la velocidad del viento disminuye bajo malla. “Las mallas no generan un gran efecto sobre la fenología y fisiología de las plantas, pero sí en el consumo de agua, y el viento y la radiación solar se ven disminuidos”, precisa el experto. “La radiación solar es menor bajo plástico que al aire libre, disminuye en un 20%. Bajo malla, hay un 20% menos de demanda atmosférica por agua; y bajo plástico, un 17%. Está claro que bajo plástico ocupamos menos agua; bajo plástico, la apertura de los estomas es más alta que al aire libre”, sostiene.
Al inicio, Sellés confiesa que le preocupaba que la temperatura bajo plástico disminuyese la fotosíntesis; pero luego de la evaluación del sistema fotoquímico de la fotosíntesis, se determinó que eso no ocurría. En conclusión, bajo cubierta hay menos estrés hídrico, las plantas se comportan mejor; se puede diseñar un sistema predictivo en relación al consumo de agua, se puede anticipar un desarrollo; las aplicaciones de agua pueden disminuir hasta en un 40%, aunque lo más usual sea un 20%; entonces, se ahorra la energía del bombeo. El enfoque, según Sellés, cuando se pretenda trabajar con cubiertas se debería apuntar a la economía del agua y a las microcondiciones ambientales.
UN GIRO PRODUCTIVO
El ingeniero agrónomo chileno Gabriel Marfán, es gerente técnico y de desarrollo de la Exportadora Subsole, empresa chilena que exporta 5 millones de cajas de uva de mesa. Para Marfán, la respuesta ante las coberturas depende de la variedad. En Chile, las primeras pruebas ocurrieron entre 1988 y 1990, en Copiapó, para adelantar la cosecha, como principal objetivo. Se trabajó con la Flame. “El primer año funcionó muy bien”, dice Marfán, “pero en el segundo año, cuando se amplió a 60 ha, muy mal”. Entre 1990 y 2010 siguieron muchas pruebas, y la opinión general fue que las cubiertas no sirven o no son necesarias. “En 2010 partimos con el objetivo de ampliar la oferta, con adelanto y retraso de la cosecha, y asegurar el flujo. Las cubiertas protegieron los cultivos de las lluvias, evitó el exceso de viento, de radiación, porque antes siempre pasaba algo, como que se queme la fruta. Entonces hubo un aumento importante de la productividad y calidad, así como un desarrollo de nuevas zonas productivas”.
¿Para qué sirven las mallas, los plásticos y las cortinas cortavientos? Según Marfán, para modificar el microclima del cultivo: para controlar la temperatura, la radiación, el viento, la humedad relativa; la fenología y cosecha (adelanto o retraso); para aplicar la inducción y diferenciación; mejorar la calidad y aumentar producción; para la eficiencia del uso de agua, energía y fertilizantes. En relación a la protección física, sirven para disminuir el viento y la radiación excesiva, para proteger de las heladas, las lluvias, el granizo; también para evitar los daños que pueden ocasionar los pájaros, insectos, derivados de productos y el polvo, así como para hacer más eficientes las aplicaciones. “La forma de producir Thompson cambió bastante”, acota el ingeniero agrónomo y afirma que la fertilidad aumentó con las cubiertas.
Para Marfán el viento puede ser un problema; a 10 km/h la planta empieza a cerrarse, a transpirar menos y empieza a hacer fotosíntesis al día siguiente. Por otro lado, la planta funciona con un nivel de radiación que no es tan alto. “En Chile, la radiación llega a 2,800; en Ica estará en 1,200”, dice.
AGRICOLA DON RICARDO: ADELANTAR COSECHAS Y AUMENTAR LA PRODUCCIÓN
Agrícola Don Ricardo empezó a trabajar con coberturas plásticas en 2002, en una superficie de 20 ha. “El objetivo era adelantar 15 o 20 días la cosecha para llegar con nuestra uva al mercado inglés”, precisa Rafael Ibarguren, gerente general de esa empresa. “A diferencia de Chile, nosotros dejamos el plástico solo durante tres meses, aunque en un periodo de tres años. Al inicio fue difícil el manejo del plástico, pero luego llegas a entender cómo se comporta, dependiendo de la variedad. Hoy, hemos conseguido optimizar la producción en 30% más de kilos. Hemos utilizado diferentes tipos de plástico, yo diría que el 95% de los plásticos disponibles en el mundo. Ahora no solo buscamos adelantar, sino el aumento de producción. El mercado americano se ha puesto ‘simpático’ a comienzos de diciembre, en los últimos años…”.
Ibarguren añade que, a diferencia de Chile, a ellos sí les ha ido bien con la Crimson bajo plástico, “nos ha ido fantástico”; mejoró mucho el raleo en flor por la presencia de altas temperaturas. “El raleo natural es muy bueno en todas las variedades. En Superior prácticamente no raleamos a mano; es suficiente con el efecto del plástico. En Thompson, tan difícil de ralear, nos ha solucionado la vida. Hoy tenemos 200 ha cubiertas. Cubrimos 4 o 5 días después de aplicar y lo retiramos en el envero; si dejamos los plásticos hasta la cosecha perdemos el adelanto, se enfría el parrón, la fruta se retrasa”.
En Agrícola Don Ricardo han disminuido hasta en 20% el consumo de agua, gracias a la cobertura. “Eso es algo revolucionario en Ica. Hoy no utilizamos más de 8,000 m3/ha/año. Y la mejora en la calidad de fruta es absoluta”.