Su exitosa adaptación a los cambios del mercado
Quienes pensaron que las variedades tardías de EE UU, la creciente producción peruana, la escasez de agua y las catástrofes climáticas iban a borrar a la región de Atacama del mapa de la uva de mesa mundial, se equivocaron rotundamente. Un recorrido por el valle muestra entusiasmo por renovarse y se detectan importantes inversiones (locales, nacionales e internacionales), sobre todo para reemplazar las antiguas variedades por las nuevas opciones, mucho más competitivas. Los precios de la época dorada ya no existen; con todo, los valores siguen siendo atractivos. Tendencias: fruta menos temprana, aumento de las variedades blancas, calidad para diferenciarse.
La estrategia histórica copiapina se empeñaba en una carrera por salir lo antes que fuera posible, para llegar a un mercado estadounidense desabastecido.
–Yo me acuerdo hace 10 años haber cosechado el 30 de octubre –señala Joseba Zugadi, gerente de la Sociedad Agrícola Las Juntas, de la empresa Subsole–, pero hay un actor, Perú, creciendo también con variedades nuevas. Y tenemos otro competidor, la fruta propia de EE.UU.
En efecto, los productores norteamericanos han avanzado considerablemente en el desarrollo de variedades tardías y con la tecnología de guarda empujan a sus contrincantes cada vez más hacia fines de año.
–Antes los estadounidenses terminaban sus cosechas temprano y en noviembre no les llegaba nada, entrabas a un nicho vacío –comenta Juan Carlos Lillo, representante de Ruta en la región–. Piensa que en Copiapó se compró clima. Se cosechaba las primeras semanas de noviembre. El escenario cambió, hoy tienes que salir a final de ese mes para arribar antes de Navidad. El negocio actual es llegar a fines de diciembre y gran parte de enero.
–Copiapó se ha ido corriendo comercialmente –reafirma Horacio Parra, gerente de Copiapó de Agrícola Atacama–, y también arrancándose un poquito de la fruta peruana.
LOS MERCADOS SE DIVERSIFICAN, LOS PRECIOS SE APLANAN
Un aspecto que caracteriza a la región es la predominancia del mercado norteamericano como destino. Aun cuando ya no representa el 70% que significaba en 2008, EE.UU. todavía se lleva más de la mitad de la fruta copiapina (figura 1). No obstante, la irrupción de Asia está marcando una tendencia a la diversificación en los últimos años.
La presencia de uva estadounidense y peruana hizo que los precios se aplanaran, constata Mario Holbert, socio de Agrícola Copayapu y Agrícola El fuerte, salvo excepciones, como la campaña 2015/16, en que los valores de la fruta temprana fueron altos.
–Lo que ha pasado siempre en la historia –reflexiona Joseba Zugadi– es una gran reacción del mercado cuando no hay oferta. El precio se dispara. Pero aparece un poquito de uva de mesa y se viene abajo. La mejor situación, creo yo, ocurre con un flujo durante todo el tiempo. Perú no es un peligro, porque da estabilidad al negocio.
Un aspecto favorable ha sido el precio del dólar, que se ha sostenido sobre los 600 pesos desde fines de 2014. “En su momento este negocio siguió funcionando con el cambio a $415” contrasta un agricultor local.
El gerente de Las Juntas cree en la firmeza de la posición estratégica actual del valle, por su producción de uva blanca que llega a competir en EE.UU. con fruta roja de variedades tardías guardada en frigoríficos. Y el volumen de uva blanca de Perú todavía es pequeño (aunque está creciendo). Tanto el recibidor como el supermercado van a privilegiar una fruta fresca, afirma. Opina que la buena fruta de Copiapó tiene un prestigio entre quienes exigen un producto de calidad en los mercados. Por otro lado, continúa, va a pasar tiempo para que la 4ª Región recupere el volumen de oferta de antes de la sequía y además en Coquimbo están privilegiando otras especies. En consecuencia, concluye, Copiapó podrá copar ese espacio, hasta San Felipe.
Es que el valle tiene excelentes condiciones para una vid de mesa de calidad, que no todos pueden igualar. Mario Holbert lo ejemplifica con la Red Globe:
–Nosotros la podemos terminar bien, iniciamos la cosecha cortando con 18°Brix. Perú no puede, porque con 16°Brix se les empieza a envejecer la fruta. Tenemos ventaja.
Las variables indicadas hacen que productores y exportadoras estén invirtiendo. También gente de afuera, incluyendo capitales chinos orientados inicialmente a minería que se ven atraídos por la agricultura (ver Redagrícola 85).
–Si miras las estadísticas de Copiapó y de Chile, los precios no caen –constata Zugadi–, se han mantenido y con tendencia al alza en los últimos tres años, diría yo.
Esta afirmación puede ser matizada cuando se compara con tiempos anteriores, la época dorada:
–Antes con 1.800 cajas/ha, oye, quedabas feliz –señala Juan Carlos Lillo–. El precio era muy alto. Ahora con menos de 3.000/ha en un parrón, ya no parece tan bueno.
LA LÍNEA DE FLOTACIÓN ESTÁ POR ARRIBA DEL PROMEDIO DE RENDIMIENTO ACTUAL
Los datos oficiales de Odepa muestran que la superficie de uva de mesa en Atacama el 2005 era de 7.753 ha, subió a 8.051 ha en 2011 y bajó a 7.746 ha en 2015, cifra casi idéntica a la de 10 años antes.
A grandes rasgos, cuantifica Joseba Zugadi, si se dividen las 11,5 millones de cajas de 8,2 kg exportadas en 2016/17 por las 7 mil hectáreas, da poco más de 1.500 cajas/ha en promedio. Y con precios “aplanados”, que ya no son los de los momentos de gloria, se necesita volumen para tener rentabilidad, lo cual está ocurriendo, plantea Mario Holbert.
–Puede bajar la superficie, pero no la producción. Los nuevos proyectos están haciendo más cajas/ha. Y hay una lógica: los huertos con poco rendimiento no flotan económicamente, por lo tanto tiene que haber una inversión moderna, con variedades nuevas y portainjertos, usando muy bien la tecnología de riego. Por ejemplo, nosotros en este campo [Agrícola Copayapu] estamos en promedio sobre 3.000 cajas/ha.
Si las variedades productivas hoy permitieran, como se espera y se está viendo, tener rendimientos de 2.500 cajas o más, unas 1.000 por sobre el promedio copiapino, entonces el royalty de 60 centavos por caja no es relevante, cuantifica Zugadi. Sin embargo, el recambio significa una fuerte inversión.
–¿Se verá una concentración de la superficie de uva de mesa en grandes empresas, por economía de escala?
–Con 15 ha o menos la cosa se complica, 20 ha podría ser la línea de flotación –estima Zugadi–. Las grandes compañías han ido creciendo y comprando. Pero siguen existiendo productores muy importantes, empresas formadas desde parcelaciones CORA en algunos casos, que exportan solos desde campos de unas 30 ha, Thompson seedless y otras variedades, incluyendo nuevas.
LA NUEVA OLA DE VARIEDADES NO BARRERÁ CON TODO
¿Qué pasó con las variedades tradicionales? La Superior, por ejemplo, reconocidamente añera, en las últimas 5 temporadas ha estado muy irregular, cuenta Hernán Pulgar, gerente de producción de Ruta Copiapó, “y ya no puedes estar haciendo esas apuestas”. Hay cuarteles de más de 3.000 cajas/ha, añade Juan Carlos Lillo, pero también de 1.200 y 800. Por lo tanto la tendencia es a arrancarla salvo en sectores donde los buenos rendimientos se sostienen.
La Flame temprana compite con la abundancia de fruta tardía californiana, tampoco tiene una productividad destacada y le exigen calibres grandes, difíciles de lograr. Red Globe, que fue la apuesta hace algunos años, asimismo se está reduciendo, dado que el mercado chino se ha puesto “complicado”. Mario Holbert añade que la presencia de pepas también va contra las preferencias del mercado; con todo, matiza “hasta el momento es la única que logra esos diámetros y viaja bien hasta mercados tan lejanos como los asiáticos, no la estamos descartando todavía”.
Un caso distinto es la Thompson seedless. Tuvo un periodo de baja porque la uva se ponía amarillenta, no cubría bien y las parras antiguas disminuían rendimiento. Pero se trataba de plantas francas, argumenta Juan Carlos Lillo, y los portainjertos modificaron completamente el panorama. “Harta gente en el valle se está reconvirtiendo a Thompson”, interviene Hernán Pulgar.
–La Thompson le gusta a todo el mundo –reconoce Horacio Parra–, a EE.UU., a Inglaterra, Europa, China, Corea… El problema aquí consiste en ser capaz de producir buena Thompson a un rendimiento que te devuelva la plata, en buenas condiciones. Ese es el desafío.
LA TENDENCIA ES IR HACIA LAS UVAS BLANCAS
Aunque hay demanda por uvas rojas, negras y blancas, en Copiapó claramente hay una línea actual apuntando hacia estas últimas, lo cual se asocia a la menor competencia que tienen de la uva tardía de EE.UU. y la peruana.
–Se acaba la Thompson en Copiapó, la más tardía el 20 de enero –reflexiona Zugadi–, pero todavía hay un amplio espacio, hasta el 20 de febrero o quizá un poquito más, de llegar con nuestra fruta blanca a los mercados extranjeros a precios atractivos, con productividades importantes, con calibres y firmezas diferentes a lo que hoy tenemos. Thompson es la reina, lo que el mundo pide, porque es fruta firme, que dura, que la puedes mandar a Asia e igualmente a EE.UU. Pero existen nuevas variedades compitiendo.
Mario Holbert cuenta que la irregularidad en la carga de un año a otro de las variedades antiguas, los problemas de fertilidad y cantidad de racimos, lo impulsaron a iniciar el recambio.
No hay que hacer un gran esfuerzo para apreciar a simple vista la mudanza varietal. Basta darse una vuelta por cualquier campo grande (y muchos no tan grandes) para ver las plantas de los distintos programas genéticos.
ETAPA DE ADAPTACIÓN Y APRENDIZAJE, CON LA VISTA PUESTA EN 3.000 CAJAS/HA
A la productividad, atributos de calidad y buena comercialización que se espera de estas variedades “más amistosas”, se suma la facilidad de manejo. La idea principal es ahorrar mano de obra. ¿Cuánto se logrará? Las experiencias todavía no son concluyentes, como se trata más adelanten en este artículo.
Mario Holbert compara la Superior con la variedad por la cual la está reemplazando y todavía no logran hacerla abortar en el punto justo, de manera que hasta ahora requiere un poco más de trabajo que su predecesora. “Estamos recién conociéndola”, aclara.
A juicio de Horacio Parra, la oferta varietal entrega muchas opciones de media estación en adelante, y pocas para producción temprana de blancas, rojas y negras, por el foco genético norteamericano de priorizar cultivares tardíos.
–Siendo realistas, ¿qué producción se pude esperar de las nuevas variedades? Se escucha 3.000, 3.500 cajas/ha…
–Y 3.800 también, pero veámoslas primero –responde Joseba Zugadi–. Los flujos de nuestros proyectos están hechos con estas variedades nuevas en 2.000 cajas, 2.500, 2.800 como máximo.
La presión por ponerse al día con las variedades nuevas ha llevado al uso de plantas francas o a la injertación sobre las plantas de las variedades tradicionales, a veces ya sobre un portainjerto. Mario Holbert cuenta su experiencia con una de estas variedades nuevas:
–Arriba [Agrícola El Fuerte] la tenemos sobre Superior, en la primera prueba que hicimos. Hoy agregamos 11 ha sobre Ramsay, un patrón vigoroso, tolerante a sales. Abajo [Agrícola Copayapu] está franca, aprovechando que la variedad tiene gran masa radicular, incluso similar a la de los portainjertos. Lo hicimos así porque al momento de la plantación la única alternativa era traerlas in vitro, no había posibilidad de injertar.
Los proveedores de plantas señalan que la práctica de no usar portainjertos implica un riesgo. Si bien se puede asumir con objetivos comerciales, lo técnicamente correcto es utilizarlos.
LA MANO DE OBRA EXTRANJERA Y LOS AHORROS DE TRABAJO CON LAS NUEVAS VARIEDADES
Los mayores costos en la operación del negocio de la uva de mesa en Copiapó corresponden a la mano de obra. En temporada, desde septiembre a enero, el sueldo promedio de un trabajador agrícola se sitúa en torno a los 600.000 pesos, apunta Joseba Zugadi. Aun cuando la cifra no resulta suficientemente atractiva para llenar todos los cupos con connacionales, sí es llamativa para muchos extranjeros de distintas nacionalidades.
–Tenemos gente de República Dominicana, colombianos, bolivianos; cruzan desde Fiambalá y Tinogasta en Argentina… –describe–. Muchos vienes por la temporada y dependemos de ellos en parte importante. Hay algunos que llegan sin ningún papel y no los podemos tomar. Hoy la normativa laboral y de inmigración son contrapuestas, obliga a estar un tiempo en forma ilegal. El trámite demora30 días, la visa para un país vale $90.0000; para otro $230.000. Y para juntar esa cifra tienen que trabajar sin contrato. Hay que ver la manera de solucionar el tema. ¡No hay para qué inventarlo, si ya funciona en naciones desarrolladas!
Junto al tema de la disponibilidad de la mano de obra, también está el de su productividad. Muchos cifran esperanzas en las características de las nuevas variedades. Hernán Pulgar tiene la experiencia de un 15 a 20% de ahorro de jornadas gracias a la facilidad de trabajo de uno de estos cultivares recién introducidos:
–Estoy hablando de las desbrotas, aquí no haces raleo, solamente un descole que es muy simple. Eso se compara con otras variedades en que tienes que cepillar, ralear, arreglar, hacer espaciamiento de granos. En esta, hasta el minuto, los raleos se dan solos y solamente es tratar de dejar las bayas óptimas que necesitas por hectárea y estás listo. En la temporada reciente la fruta se adelantó 10 a 15 días. Y para eso tienes que tener cosechadores. La nueva variedad, en cambio aguanta en el parrón y puedes planificar mejor las cosechas, lo que no es posible con una Perlette o una Flame, que se empiezan a pasar de manera impresionante.
Otros, como Horacio Parra, son menos optimistas al respecto:
–Muchas veces cuando te dicen que son de fácil manejo, están pensando en EE.UU., donde el mercado está a tres días del lugar de cosecha. La fruta chilena tiene que viajar por lo menos 15 días, 35 si vas a China; no puede estar apretada y el calibre debe ser parejo, porque el mercado es exigente. Pueden simplificar el trabajo, pero no es que no se les haga nada, como en California. No sé si va tanto por ahí, sino que al mismo esfuerzo, mejor resultado, en cajas y en la calidad obtenida.
Joseba Zugadi vio en EE.UU. que algunas variedades raleaban bien, no necesitaban trabajos de tijera, funcionaban sin arreglo de racimo. Pero acá sí tienen que arreglarlas. Sin embargo, aclara, tienen menos trabajo que una Thompson y notoriamente suman un mejor rendimiento, además de no necesitar o casi no necesitar giberélico para crecimiento del grano.
EL AGUA, SIEMPRE EL AGUA
El gran tema de la producción de uva de mesa en Copiapó fue y será el agua. Ella marca los límites de la superficie productiva.
–Tienes que asegurarte las fuentes de agua y los pozos han visto bajar sus niveles de napa –testimonia Horacio Parra–. Tenemos un río que es bastante bueno, pero eso marca bastante el volumen potencial.
–Yo arranqué 20 ha porque no tenía agua –relata Mario Holbert–. Se secaron los pozos, no hay nada que hacer.
La situación en la parte alta del valle, aguas arriba del tranque Lautaro, resulta menos apremiante.
–Es la zona menos explotada en derechos, en pozos en uso y en hectáreas plantadas –indica Joseba Zugadi–. Somos los últimos. Hay algunos que tienen agua de pozos y tienen agua superficial, del río. Nos hemos visto beneficiados con lo que ha pasado con las lluvias, porque nuestra recarga es natural. El río Manfla ha pasado prácticamente todo el tiempo con agua los dos últimos años. El río Pulido está más deprimido. El río Jorquera cuenta con mucho caudal y nunca está vacío. Los tres se reúnen aquí, en La Junta. Y nuestros pozos afortunadamente, en las mediciones que hacemos cada mes, se mantienen o suben.
El relato optimista de Zugadi coincide poco con los relatos aguas abajo.
–Acá, en este campo –remarca Mario Holbert en Agrícola Copayapu, a las afueras de Tierra Amarilla– cuando llegamos el 2006 teníamos el agua a 30 metros de profundidad. Hoy está a 120 m y perforamos hasta los 160-180 m. En cambio en la parte alta, en Los Loros, están exactamente en los mismos niveles de hace 20 años.
En el último tiempo se ha vuelto a hablar mucho sobre el “mito” copiapino de un antiguo estudio con participación de expertos internacionales en que se habría detectado que una fracción importante del agua subterránea proveniente del tranque Lautaro no sigue la dirección noroeste del valle de Copiapó, sino que iría directamente hacia el poniente. De ser así, el agua se estaría perdiendo para la agricultura del valle.
–¿Qué hay de cierto en eso?
–Es un estudio que hizo el Sernageomin con laboratorios alemanes mediante el uso de isótopos radiactivos para determinar hacia dónde se iba el agua –señala Juan Carlos González, secretario del directorio y asesor legal de la Junta de Vigilancia del Río Copiapó (JVRC)–. Este estudio no indica en forma exacta hacia dónde se va el agua, pero sí concluye que la recarga del río Copiapó se produce a través de las aguas superficiales y que el efecto de la infiltración del embalse no es tan significativo.
Más del 50% de las aguas que ingresan al embalse –continúa González– se infiltran sin un destino determinado. Se trata de un agua “no gestionada” y por lo tanto no somos eficientes en la distribución de los derechos de aprovechamiento. Tenemos un proyecto, en etapa de prefactibilidad, para evitar la infiltración, lo cual puede lograrse vía un embalse complementario de 12 millones de m3 en la cola del actual, o bien vía impermeabilización. Habrá que definir con un servicio público que actúe como ente técnico la mejor opción. Dentro de los beneficios estaría la seguridad de riego a todos los regantes durante la temporada, la recuperación del flujo en el río Copiapó y la recarga natural a lo largo del acuífero de manera pareja. En el último tiempo hemos sostenido reuniones con la Dirección de Obras Hidráulicas a nivel nacional con el fin de que nos indiquen los pasos a seguir, pues dependemos de diversas autorizaciones del sector público. Las comunidades de agua superficial están de acuerdo con el mejoramiento y también lo están los usuarios de aguas subterráneas, al igual que la comunidad en general, representada en juntas de vecinos y municipios. Este es un proyecto transversal, con apoyo de todos los parlamentarios de la región.
Mientras todo eso se resuelve, Mario Holbert cree que todavía hay mucho que avanzar en cuanto a eficiencia en el aprovechamiento del recurso a través del riego. Destaca el trabajo de la Universidad de Chile con fondos regionales para capacitación. También resalta el Proyecto de Eficiencia Hídrica (PEH) de APECO con financiamiento de la minera Caserones.
Juan Carlos González destaca asimismo la solución final de la disputa judicial con la Hacienda Manflas, sobre el uso de las aguas del río del mismo nombre, afluente del Copiapó. La Hacienda podrá extraer 130 L/segundo de agua superficial y no los 300 L/s que pretendía. Para la JVRC, la comunidad y la cuenca en general, indica, se recupera el libre acceso al río con el fin de monitorear, controlar y transparentar el flujo de las aguas, de manera que la diferencia del caudal en su integridad pueda fluir hacia el valle, aumentando la dotación de agua de todos los regantes y, además, recargando la napa subterránea de forma natural.