Bioinsumos en México: El nuevo músculo para una industria agrícola tecnologizada y de alto valor
La alta tecnología ha impulsado el crecimiento de cultivos de alto valor en México y un gran socio comercial ha sustentado las agroexportaciones. La industria agrícola mexicana, consciente de los desafíos y tendencias, ha sabido adaptarse a las exigencias de los mercados y la adopción de soluciones bioestimulantes y de biocontrol que, en su conjunto suman ventas por casi US$650 millones.

El incesante tránsito de tráileres con frutas y hortalizas frescas desde México hacia EE UU no tiene descanso. Desde Puebla, desde Guanajuato, desde Sinaloa, desde Coahuila, desde Hermosillo, desde Durango… Dependiendo de la ventana productiva y comercial, todos los días arriba mercancía a la frontera entre ambos países, en una muestra de que el intercambio comercial entre ellos, se hace las 52 semanas del año y que las producciones que se obtienen en el país sirven para alimentar a este gran aliado económico.
Y es que EE UU es el gran socio comercial de la industria agrícola mexicana, que recibe más del 90% de los envíos de ese país. Para muestra, un botón: en 2024, el 98% de las producciones de tomate se destinan al mercado estadounidense. El 80% del aguacate que produce México va en dirección a EE UU. Y lo mismo ocurre con el pimiento, pepino, fresas, frambuesas, zarzamoras, arándanos, mango, banana…

Es precisamente la horticultura uno de los sectores que ha tenido uno de los crecimientos más explosivos en los últimos 25 años. Y se trata de una expansión en la superficie bajo cubiertas plásticas. Así, en el año 2000 solo había 300 ha bajo invernadero, mientras que en 2022 la cifra llegaba a 51.853 ha. El salto también ha sido en el nivel tecnológico de estas estructuras, donde hoy el 70% son de media y alta tecnología, mientras que solo el 30% son de baja tecnología. Además, hoy en Sinaloa el tamaño promedio de un productor bajo cubierta, usando media y alta tecnología, es de 119 ha. Aquellos que usan baja tecnología, tienen un tamaño promedio de 19 ha. Por si fuera poco, cada año se instalan unas 1.500 ha de invernaderos en el país.
Uno de los proyectos más impresionantes está en Querétaro y tiene por nombre Agropark. Se trata de un gran complejo de invernaderos que, desde que se levantó, hace 15 años, ha crecido a tal nivel que se consolidó con la sola presencia de doce empresas que hoy producen en una superficie de 300 ha de invernaderos de alta tecnología. Hoy por hoy es un modelo único donde se producen 150.000 toneladas de hortalizas todo el año.
Las berries es otro sector que ha experimentado grandes cambios en el último tiempo. La entrada de capitales extranjeros (de EE UU, Chile o Perú, por ejemplo) ha motivado una expansión en un rubro que, hasta hace poco, era el gran ‘olvidado’: los arándanos. Sin embargo, las superficies de fresas, frambuesas y zarzamoras también crecieron. Hoy se calcula que la producción total de berries ronda 1 millón de toneladas, de las cuales unas 600.000 son exportadas a EE UU principalmente, mientras que el resto es para consumo doméstico.
En aguacates, para nadie es un misterio el tamaño de México como productor global. Es el principal, con producciones que, en los últimos años, han rondado entre 2,6 y 2,8 millones de toneladas, producidas en una superficie de 256.000 ha que se concentran básicamente en Michoacán. Teniendo a Jalisco como el segundo polo productivo, y que desde 2022 también puede enviar fruta hacia EE UU.
Esta es una especie que enfrenta una serie de desafíos: Seguridad y continuidad operativa, debido a incidentes en rutas y zonas productoras que ha obligado a pausas temporales en inspecciones de EE UU. Otro reto es la diversificación del mercado, para no depender tanto de EE UU. También los agricultores están pendientes por presiones ambientales y de trazabilidad que han recibido en el último tiempo. Este es un cultivo que, como otros, se ha visto afectado por la variabilidad climática que puede impactar la floración, cuaja y calibre de la fruta. Y, no menos importante es el costo de producción y productividad, donde se han visto incrementos en la mano de obra, energía y diferentes insumos.

Si América Latina es la región que más crece en el planeta, en la adopción y uso de bioestimulantes, son dos los países que llevan la delantera por sobre el resto: Brasil y México. El primero es el gran demandante de este tipo de herramientas y el segundo va por un camino de constante crecimiento.
Pero, ¿qué motiva a que la industria agrícola mexicana adopte estas soluciones? México reúne una combinación bastante particular. Por un lado tiene a un gran mercado de destino al norte (EE UU) y el país es en la actualidad el mercado más grande de cultivos tecnificados de alto valor en la región y uno de los ‘Top-5’ a nivel mundial, donde destacan las hortalizas (tomates, pimientos, pepinos, melón, sandía) y frutales (aguacate, berries, uva, manzana, nogal).
Debido a ello, es que la adopción de bioestimulantes se ha expandido. Empujados por las exigencias de calidad de los mercados, este tipo de herramientas son las llamadas a ‘afinar la sintonía fina’ del manejo agronómico: elevando los grados Brix y sabor, uniformando el color, ayudando al cuajado y llenado de frutos, y extiendiendo la vida de poscosecha. Esa propuesta de valor explica su inserción creciente en los programas, tanto en cultivos al aire libre especialmente bajo invernadero de alta tecnología, donde cada detalle impacta el retorno.
Además, las tendencias de inocuidad y trazabilidad que se exigen en EE UU, el principal mercado de destino han impactado en el uso de este tipo de tecnología.
Y hay una serie de cultivos que está liderando el uso de bioestimulantes: El aguacate es uno de ellos, con una gran superficie y concentrada en Michoacán y Jalisco y presencia en Colima y Nayarit. A este cultivo se le une la producción hortícola (principalmente tomates, pepino y pimientos o chiles), que se producen fundamentalmente en el eje Sinaloa-Sonora. En la última década ha habido una gran expansión productiva y de superficie de berries (fresa, frambuesa, zarzamora y arándano) en zonas del Occidente. También en la papa, en Sonora y Sinaloa, como polos relevantes, se han desarrollado este tipo de productos y en otros frutales como la manzana, el nogal pecanero y, más recientemente, en uva de mesa, que tiene dos núcleos productivos importantes, como son Hermosillo y Jalisco.

Durante una década, el segmento ha estado dominado por extractos de algas y extractos vegetales, que concentran entre el 65% y 70% de las ventas, a los que se suman los aminoácidos. Sin embargo, la tendencia más reciente, de acuerdo a los especialistas, es hacia formulaciones más específicas. Un ejemplo de lo anterior son los polifenoles con mecanismos de acción definidos orientados prevenir o solucionar problemas de estrés abiótico (sequía/calor/frío) y salinidad. Asimismo, también se han desarrollado productos con un enfoque radicular y foliar, según fenología y objetivo (calidad versus tolerancia al estrés).
La especialización avanza desde los llamados ‘licuados generales’ hacia moléculas o fracciones con función comprobable, apoyadas en registros y normas más estrictas, incluida, por ejemplo, la Normativa Europea de Bioestimulantes.
¿Qué hace falta para consolidar las nuevas tecnologías?
Demostración técnica local: Es preciso la realización de ensayos y enfoques por momento de estrés, con productos preventivos y reactivos.
- Modelos de costo-beneficio: Se deben realizar por cultivo, de acuerdo a diferentes ventanas comerciales (precio, calidad, vida de anaquel), no solo por el costo por litro de producto.
- Transparencia de composición y etiquetado verificable.
- Armonización regulatoria: Es preciso que esta regulación sea capaz de diferenciar riesgos y facilitar el registro sin relajar la inocuidad.
BIOESTIMULANTES, UN MERCADO DE US$275 MILLONES
De acuerdo a las estimaciones de DunhamTrimmer, el de los bioestimulantes (microbiales y no microbiales) es un sector que en México está valorado en US$275 millones.
La situación de los bioestimulantes no microbiales, según Manel Cerevera, socio director de DunhamTrimmer, es mejor de lo que habían proyectado en 2020. Así lo confirmaron las cifras de 2024, que situaron al sector de los bioestimulantes no microbiales con ventas por US$224 millones.
“El mercado ha ido creciendo a un muy buen ritmo y además se está creando una industria local, en la cual hemos identificado más de 40 empresas nacionales. Hay ejemplos como Innovak Global, que es la más global de todas, pero hay otras como Hortitec Iberoamérica, que ha crecido mucho y Cosmocel, que hoy forma parte de Rovensa Next”, sostiene el directivo de DunhamTrimmer.
En lo que respecta a los bioestimulantes microbiales (Rizobium, Azospirillum, Bacillus, micorrizas, Trichoderma y otras especies) la previsión de la consultora de mercado es que en 2025 este segmento cierre ventas por US$33 millones, teniendo a Bacillus y micorrizas, como las principales herramientas.
“Ellas representaban más del 50% de la cuota del mercado mexicano, en 2021 que, según nuestras previsiones, se mantendrá a 2027. Esperamos que los fijadores de nitrógeno en especies no leguminosas se incrementen, accediendo a cultivos como el maíz o la caña de azúcar, por ejemplo, aunque será una adopción más lenta de la que ya habíamos anticipado”, sostiene Cervera.
BIOCONTROL, UN SECTOR VALORADO DE US$372 MILLONES
El biocontrol (incluido los reguladores), DunhamTrimmer había proyectado ventas por US$372 millones para 2025, teniendo como principal segmento a los insecticidas, seguido de los biofungicidas. Se trata de un segmento que, al menos en México, continúa centrado en frutas y hortalizas.
“Si solo se incluyen productos de biocontrol y dejamos fuera a los reguladores, se trataría de un mercado de poco menos de US$350 millones”.
Los microbiales ocupan hoy en México más del 50% y macroorganismos tienen una previsión de crecimiento interesante, sobre todo en cultivos hortícolas intensivos y frutales, la previsión será que ocupen una cuota del 39% en 2029. Si sumamos las berries, sería del 50%.

PALANCAS QUE IMPULSAN EL DESARROLLO Y BARRERAS QUE LO IMPIDEN
Entre las palancas que han permitido un mayor desarrollo de este tipo de herramientas en el país está una mayor demanda de inocuidad y trazabilidad en EE UU, que ha impulsado sustitutos o complementos de bajo residuo. Asimismo, el cambio climático: más extremos hídricos y térmicos generan una mayor demanda de soluciones para estrés abiótico, mientras que la expansión de invernaderos y manejo de precisión aumenta la elasticidad al valor de las especialidades.
Sin embargo, también hay una serie de barreras que están impidiendo un mayor desarrollo del mercado de bioestimulantes en México. Hoy por hoy, los aranceles establecidos por EE UU, por ejemplo, un 17% al tomate mexicano, están presionando los márgenes y las decisiones de inversión de los agricultores.
Además, hay una fragmentación de la oferta, ya que hay un importante número de formuladores regionales y productos de desempeño heterogéneo. Esto, según los expertos, eleva el ruido y exige más validación de las tecnologías que están disponibles.
En tercer lugar, el segmento profesional está altamente certificado, pero hoy coexiste con un mercado no regulado donde ‘hay de todo’.
La regulación y la burocracia también son vistos como una barrera que eimpide un mayor desarrollo de este tipo de soluciones. La fusión de la regulación agrícola con salud elevó exigencias sin diferenciar escalas, con baja capacidad científica y fiscalización débil. Esto, de acuerdo a algunos especialistas, abrió margen a la aparición de productos opacos y problemas de residuos y embarques detenidos.
En quinto lugar, hay una asimetría de costos versus el valor percibido. Es decir, las nuevas tecnologías llegan con precios por litro más altos aunque con menores dosis. La decisión está en manos de los productores que muchas veces comparan ‘costo por aplicación’, prefiriendo muchas veces aquello que es conocido.
Por último, una serie de experiencias fallidas y promesas incumplidas: experiencias fallidas alimentan el escepticismo, especialmente cuando se ofrecen dosis ultra bajas.
EN EL FUTURO, EL CRECIMIENTO SEGUIRÁ SIENDO A DOS DÍGITOS
Entre las proyecciones de futuro, se estima que continuará habiendo un crecimiento sostenido a doble dígito en cultivos de alto valor y bajo esquemas certificados. Adicionalmente, se espera una mayor ‘sofisticación’ del portafolio de producción con la introducción, por ejemplo, de polifenoles y otras fracciones específicas, con mecanismos de acción claros y ensayos locales.
Asimismo, se proyecta que habrá una ‘regionalización inteligente’, es decir, que cada vez más habrá soluciones por zonas geográficas y fenología, por ejemplo, productos que mejoren la calidad de los berries o que ayuden a tener una mejor vida de poscosecha a los tomates, como también soluciones que ayuden a los cultivos a tener una mejor tolerancia al calor o la salinidad en zonas más áridas.
Adicionalmente, se prevé una mayor expansión internacional de empresas mexicanas. Hay algunas que ya tienen presencia en otros países de la región e incluso en Europa. No será extraño que en un futuro cercano se sumen, otras, demostrando el poderío de este sector, en el que se calcula que hay al menos medio centenar de empresas de este tipo en el país.

Retos de la investigación
La Dra. Bertha Tlapal, investigadora de la Universidad de Chapingo se ha dedicado durante más de 20 años a trabajar con productos biológicos, enfocándose en programas de manejo integral. Sostiene que un desafío clave en la investigación de biológicos es la falta de ensayos de campo suficientes y a largo plazo (mínimo 3 años para frutales). Aunque los resultados de laboratorio pueden ser prometedores, las interacciones complejas en el campo con la planta, el suelo, el sustrato y el ambiente pueden alterar los resultados. Otro ‘talón de Aquiles’ es el control de calidad riguroso en la producción de biológicos, ya que la variabilidad genética de las cepas puede afectar la efectividad del producto a lo largo de las generaciones si no se realizan clonaciones o liofilizaciones adecuadas.
La experta observa un avance en las investigaciones bio en México, especialmente en la correlación con la industria, ya que el apoyo gubernamental es limitado. La interacción entre instituciones académicas y la industria o laboratorios privados es crucial para el financiamiento de estas investigaciones, que están enfocadas en microorganismos como Bacillus y Trichoderma, buscando también aprovechar los subproductos o metabolitos secundarios de estos organismos, como enzimas y péptidos.
La Dra Tlapal explica que la investigación se está volcando hacia una ‘segunda generación’ de biológicos, que se centra en el estudio y uso de metabolitos secundarios (como enzimas, péptidos, polifenoles y flavonoides) producidos por los microorganismos, en lugar del organismo completo.

Una visión de futuro optimista
Sobre los desafíos para la consolidación de nuevas tecnologías en bioestimulantes, Félix Acosta, CEO-Director general del Grupo ReteNum destaca que las nuevas tecnologías en bioestimulantes enfrentan retos en cuanto a su costo y valor percibido, en comparación con los productos tradicionales. Menciona que la costumbre de los agricultores y la sobrecarga de información poco fiable dificultan la adopción de innovaciones, a pesar de que el costo-beneficio de estas tecnologías puede ser positivo. Asimismo, advierte que la lentitud regulatoria en México frena la introducción de nuevas tecnologías.
Acosta tiene una una visión optimista sobre el futuro de cualquier tecnología que mejore la calidad, disponibilidad o durabilidad de los alimentos, ya que los recursos como la tierra y el agua son cada vez más limitados, mientras que la población y la demanda de alimentos aumentan. Sin embargo, destacó que el sector hortofrutícola en México enfrenta un momento crítico debido a las negociaciones del tratado de libre comercio, ya que el 90% de su producción depende del mercado norteamericano.

Productores mexicanos: retos más allá de buenos rendimientos
¿Tener buenos rendimientos? Sí, pero los retos de los productores van más allá: producir más y mejor, cuidando la tierra y asegurando la sostenibilidad de su negocio. “Los bioestimulantes surgen como una respuesta concreta a estas necesidades, ayudándolos a enfrentar cuatro grandes retos del campo moderno”, dice Alberto Rubí, Líder de ventas para Mesoamérica de Syngenta, quien destaca los principales reos de hoy:
Mejorar el rendimiento de forma sostenible: “Los productores necesitan maximizar la productividad sin comprometer la salud de sus cultivos ni del suelo”.
Optimizar la absorción de nutrientes: “Frente a la escasez o menor disponibilidad de nutrientes —ya sea por limitaciones en el suelo, reducción de dosis o altos costos de fertilización—, los bioestimulantes mejoran la eficiencia en la absorción y asimilación de nutrientes”.
Regenerar y preservar la salud del suelo: “La degradación derivada de la labranza intensiva y el monocultivo ha llevado a suelos menos fértiles y más compactados. Los bioestimulantes contribuyen a restaurar la estructura y microbiología del suelo, haciéndolo más vivo y resiliente a largo plazo”.
Aumentar la tolerancia al estrés abiótico: “Sequías, calor extremo o salinidad son factores cada vez más frecuentes que reducen el rendimiento. Los bioestimulantes ayudan a las plantas a recuperarse y adaptarse mejor ante estas condiciones, manteniendo su productividad incluso bajo estrés”.

Avance en investigación, incertidumbre en la adopción
El Dr. Miguel Beltran, investigador de la Universidad Autónoma de Guadalajara destaca que el apoyo financiero para la investigación en Jalisco proviene principalmente del gobierno estatal, que tiene una fuerte política de innovación y desarrollo tecnológico, especialmente en el sector agroalimentario. Este apoyo se canaliza a través de convocatorias directas a universidades y centros de investigación, así como mediante fondos que requieren la vinculación entre empresas e instituciones académicas. El apoyo gubernamental está dirigido a la generación de propiedad intelectual y transferencia tecnológica a través de la investigación, lo que no solo genera conocimiento sino que además permite la adopción de nuevas tecnologías.
El experto identifica que, a pesar del avance en la investigación y el mayor conocimiento de los productores sobre los biológicos, aún existe una incertidumbre significativa en la adopción de estas alternativas para el manejo de cultivos. El sector prefiere el uso de químicos por su facilidad de aplicación y manejo, a pesar de que la relación costo-beneficio de los biológicos a menudo es superior. “Este escepticismo de los productores ralentiza la salida de patentes y el desarrollo de bioinoculantes, manteniendo muchas investigaciones en el cajón”, precisa y añade que hoy la investigación en México se inclina principalmente hacia las bacterias, seguida de los hongos y el uso de bacteriófagos y micorrizas. “La investigación se segmenta en control biológico, bioestimulación y nutrición, siendo el control biológico el área más importante”, dice.

Bioestimulantes y producción sostenible
Las llamadas ‘megatendencias’ globales —huella hídrica, conservación del suelo y biodiversidad microbiana— también están redefiniendo la agricultura mexicana. Los bioestimulantes encajan naturalmente en este paradigma de producción sostenible.
“El agua y los suelos son los grandes temas. Los bioestimulantes ayudan a mejorar la eficiencia del uso del agua y a reactivar la vida microbiana en el suelo. Son tecnologías alineadas con la agricultura moderna y empresarial”, explica Óscar Cruz, de Innovak Global.
A medida que las certificaciones ambientales y las exigencias de los compradores internacionales se vuelven más estrictas, los bioinsumos —bioestimulantes, biocontrol y biorracionales— se perfilan como componentes centrales de la agricultura del futuro.
“El panorama a mediano plazo es optimista. Se proyecta que el mercado mantenga un crecimiento anual de dos dígitos durante los próximos cinco a diez años”, dice.