Consumo de bioinsumos en el sector floricultor ha crecido 600% en la última década
Las alternativas biológicas hoy forman parte fundamental del manejo integrado en los cultivos de flores en Colombia. Sobresale el uso de extractos vegetales y ácaros depredadores. “Los sellos verdes y la apuesta por permanecer en los mercados internacionales, están detrás de que se haga una transición responsable y que se migre cada vez más al uso de bioinsumos”, así lo destaca Anderson Páez, director ejecutivo de Ceniflores.
Pese a que no son un producto comestible, las flores colombianas hacen parte de la transformación que vive el campo y de su gran apuesta por la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente. Por ello, la producción de flores en el país incorpora cada vez más el uso de bioinsumos para la estimulación, nutrición y el manejo de plagas y enfermedades. Entendiéndose que, el concepto de bioinsumo es muy amplio, pues incluye varios métodos de control que actúan a través de activos vivos como microorganismos, artrópodos o parasitoides, o a través de productos biorracionales, como los provenientes de extractos vegetales. Pero, además de esta categoría, también se pueden encontrar múltiples soluciones biológicas, como estimulantes, fertilizantes y herramientas para el mantenimiento de los cultivos en general.
El crecimiento es evidente. De acuerdo con Anderson Páez Pacheco, director ejecutivo del Centro de Innovación de la Floricultura Colombiana, Ceniflores, el uso de bioinsumos en el sector ha tenido un crecimiento del 600% en los últimos diez años. “A pesar de que las flores no se comen, no quiere decir que no tengan en cuenta normativas o sellos verdes para facilitar el comercio y la venta. Además, aunque actualmente no se cuenta con parámetros establecidos de límites máximos de residuos -LMR- para las flores, esto no quiere decir que en algún momento sea un requisito”, dice Páez.
Destaca que, dicho crecimiento se debe en gran medida a que más del 90% de las flores de corte se exportan y al ser un sector exportador, deben ajustarse a los requerimientos de los mercados internacionales. “Colombia exporta flores a más de 100 países, principalmente a EE UU y Europa, países que tienen unas serie de consideraciones relacionadas con manejo integrado y producción sostenible, sumado a la promoción del Pacto Verde Europeo”, dice sobre una apuesta que ya está dada de cara al cumplimiento de los parámetros de sostenibilidad y reducción de la carga química en los cultivos de exportación.
“Los sellos verdes, los mercados internacionales y los grandes compradores, están detrás de que se haga una transición responsable y que se migre más al uso de bioinsumos”, destaca el directivo.
Pero ¿cuáles son esos productos que más está usando el sector? Páez indica que, actualmente hay dos grandes grupos de plagas en el sector floricultor: los artrópodos o insectos plaga, particularmente trips y los ácaros. En el caso de enfermedades sobresalen la Botrytis, Fusarium y Roya Blanca del crisantemo.
Hoy, gracias al crecimiento del sector de bioinsumos se cuenta con un gran número de registros, entre los que sobresalen, por ejemplo, extractos vegetales, algunos de estos compatibles en mezcla con algunos activos químicos de fungicidas, insecticidas y acaricidas. “En todo caso su compatibilidad va a depender mucho de las pruebas de fitotoxicidad para no afectar la estética de la flor, además, si hacemos una mezcla que no sea compatible, no solo podemos arruinar un programa de control biológico sino también generar eventos de toxicidad no deseada en las plantas”
En lo que respecta al control biológico, el directivo menciona que el sector floricultor recurre principalmente al uso de ácaros depredadores para el control de ácaros y en algunos casos para el control de trips.
“Pero lo que se usa con más fuerza es el control biológico delimitado, es decir, trabajamos mucho con el uso de organismos vivos, hongos entomopatógenos, Beauveria bassiana y Metarhizium anisopliae”, indica y recalca que, lo más importante a considerar en los esquemas de manejo integrado son las compatibilidades.
“No todo se mezcla con todo, y no solo me refiero a mezclas en tanques, sino también en las mismas rotaciones, porque hay activos de síntesis química, no solo insecticidas o fungicidas que pueden impactar de una u otra forma el controlador biológico que estemos usando o incluso a la misma planta”.
Por otro lado, el director ejecutivo de Ceniflores menciona que, en cuanto ácaros depredadores, los floricultores usan principalmente ácaros de la familia Phytoseiidae siendo la especie que mejor se ha distribuido la Phytoseiulus persimilis, un ácaro muy específico para Tetranychus urticae (arañita roja). “Phytoseiulus persimilis solo come ese ácaro”.
Así mismo dice que, hay otros géneros, como el Amblyseius que también hace parte de la familia Phytoseiidae y que son más generalistas pues no solo comen ácaros, hay unos que también comen trips. “Recientemente también se está usando algo que en el mundo ya se había explorado y son los ácaros de la familia Laelapidae que consumen plagas en el suelo y algo interesante es que los trips tienen una fase en el suelo”, explica Páez, y añade que, “esta podría ser una estrategia de control interesante, la combinación de ácaros en las estructuras foliares y ácaros en el suelo”.
En el tema de extractos vegetales, Páez comenta que los floricultores recurren en su gran mayoría al uso de extracto de ajo y ají. “También es frecuente el uso de extracto de té que tiene unos efectos importantes sobre enfermedades como Botrytis y extractos de algas y algunas plantas para el control de ácaros por su efecto de repelencia”, dice. En línea con esto menciona que, hoy por hoy, se ha diversificado mucho más el uso de extractos por una mayor facilidad en el tema de registros.
“Es más sencillo en este país registrar un extracto vegetal que un controlador biológico y sobre todo cuando este es importado, porque hay unas restricciones muy fuertes relacionadas con el tema de licenciamiento ambiental para poder importar nuevos controladores biológicos”, dice.
Más allá de los ácaros y los extractos vegetales, Páez indica que los floricultores también recurren al uso de micorrizas o soluciones que mejoran la microbiota del suelo. Menciona que, por ejemplo, las micorrizas son antagonistas de hongos como Fusarium y Trichoderma harzianum interactúan en la microbiota para que haya un proceso de bioestimulación en la planta.
“También hay otro tipo de extractos vegetales que permiten elicitación, es decir, activaciones de las defensas naturales de la planta. No solo interactúan con el patógeno, sino que también mejoran la interacción con la planta para activar, por ejemplo, la defensa basal y activar esas rutas metabólicas que van mejorando de alguna u otra forma la fisiología de la planta”, explica.
UNA APUESTA POR CUMPLIR LAS EXIGENCIAS DE LOS MERCADOS
De acuerdo con Páez, desde que se empezó a medir la sostenibilidad en algunos sistemas de indicadores, por ejemplo, la certificación ‘Florverde Sustainable Flowers’, y la certificación Rainforest Alliance, la industria empezó a identificar una tendencia al alza en el consumo de bioinsumos en el sector floricultor.
“Con el uso de bioinsumos conservamos no solo el estatus de lo que implican estos sellos verdes, sino que además cumplimos con las exigencias de mercados como el estadounidense y el europeo”.
Por ello, indica el directivo, la primera gran ventaja es la conservación de estos mercados, pero además hay otros aspectos tanto a nivel biológico y fisiológico de la planta que toman relevancia. “Hay literatura que respalda el hecho de que las plantas tienen una mejor res- puesta a ciertos tratamientos en donde se reducen las presiones de productos de síntesis química”.
Sin embargo, en lo que respecta al impacto ambiental de los bioinsumos frente a los químicos, Páez indica que, aunque es menor, no es totalmente inocuo. “No quiere decir que el impacto ambiental sea cero, porque no hay ningún tratamiento que se pueda decir es 100% inocuo, o sea, que no genere absolutamente ningún impacto. Con los bioinsumos se habla más bien de una mitigación del riesgo de impacto”, concluye el directivo.
Más de 600 especies de flores que se suman al uso de biológicos
En Colombia, el sector floricultor tiene aproximadamente más de 600 especies diferentes y no todas comparten las mismas plagas y enfermedades. Sin embargo, según Páez, por área sembrada, la rosa es el cultivo que más recurre a este tipo de soluciones. “Los programas de manejo integrado con el uso de bioinsumos, se están implementando mucho más en esquemas de producción bajo invernadero, pero no quiere decir que, en cultivos como clavel, astromelia, o crisantemos no se esté trabajando bajo estos esquemas”, dice el directivo y agrega que, “de manera general son los cultivos en los que más se usan por la exigencia del mercado y porque cada vez más, los sellos verdes están restringiendo los activos de síntesis química, tanto preventivos como curativos”.