Productividad de la caña de azúcar en Colombia duplica el promedio mundial
Martha Betancourt, directora ejecutiva de Procaña, explica que las condiciones agroecológicas de las zonas donde se produce caña de azúcar, la inversión de los agricultores y un amplio paquete tecnológico han sido claves para posicionarse como uno de los países más productivos a nivel mundial. Indica que, si bien la producción en 2017 alcanzó 133 toneladas por hectárea, el efecto de tres años con el fenómeno La Niña llevó a cerrar el 2023 con 102 toneladas por hectárea, cifra que sigue estando por encima del promedio internacional.
El producto agrícola más representativo del Valle del Cauca y el Cauca es la caña que se destina para producir azúcar y etanol. Estos dos departamentos concentran la mayor área sembrada, con 186.415 hectáreas (ha) y 44.350 ha, respectivamente. Es que desde hace más de 150 años el sector agroindustrial de la caña se ha consolidado como el motor del desarrollo económico, industrial y social en estas regiones, y ha hecho que Colombia se destaque a nivel internacional por sus altos niveles de productividad, superando incluso el promedio mundial: 75 t/ha.
De acuerdo con Martha Betancourt, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de Productores y Proveedores de Caña de Azúcar, Procaña, las buenas condiciones agroecológicas, el suelo, el clima, el nivel de lluvias, la radiación solar, entre otras ventajas, sumadas al compromiso de los agricultores en la inversión intrapredial y donaciones voluntarias a Cenicaña, que contribuye con programas de adopción de tecnologías e innovación, han sido fundamentales para lograr ser más productivos, creando sinergias entre diversos actores.
“El nivel de radiación solar en la región permite mayor eficiencia en el proceso de fotosíntesis, que se traduce en mayor producción de biomasa y sacarosa, si se complementan estas condiciones agroecológicas. Contamos con un amplio paquete tecnológico que incluye investigación de nuevas variedades, mecanización de labores, diseño de campo referenciado, utilización de drones, sistemas eficientes de uso de agua, mejoramiento de suelo a través de la incorporación de los residuos de cosecha”, dice Martha Betancourt.
En línea con lo anterior, la directiva destaca que, aunque Colombia no figura en el ‘ranking’ de los países con mayores exportaciones, ni de área sembrada en caña, frente a países como Brasil, por ejemplo, con sus 9 millones de hectáreas, sí se ubica como el país más productivo, con 102 t/ha.
Sin embargo, aunque la productividad local cuenta con un promedio más alto del internacional, la variabilidad climática ha generado una reducción importante en los últimos tres años. Mientras el rendimiento de caña por hectárea fue de 133 toneladas en el año 2017, siendo la cifra más alta en los últimos 13 años, el año pasado cerró con un rendimiento de 102 t/ha.
“Llevamos tres años del Fenómeno La Niña con niveles de lluvias que sobrepasan en 1.600 milímetros de precipitación promedio anual, mientras que el nivel promedio en los últimos 20 años había sido de 1.288 milímetros/año, y eso afecta no solo el desarrollo de la caña, sino la implementación de las prácticas agrícolas”, agrega la directiva, precisando que en un suelo con altos niveles de humedad es contraproducente adelantar labores mecánicas agrícolas o de cosecha por los efectos en el daño de las cepas, afectación en las vías, compactación del suelo, entre otros efectos.
“Tanto la falta de agua como el exceso nos afectan las labores agrícolas”. Betancourt explica que la planta necesita un equilibrio entre agua, luz solar y condiciones de suelo para hacer eficiente el proceso de fotosíntesis, y los agricultores sufren las consecuencias de la variabilidad climática que impactan, además de la productividad, los costos de las labores y la adecuación de los terrenos.
Por otro lado, la directora ejecutiva de Procaña dice que, para hacerle frente a las contingencias climáticas y en aras de mejorar la productividad, vienen trabajando de la mano de Cenicaña en la implementación de nuevas tecnologías y prácticas agrícolas.
“Uno de los estudios que adelanta Cenicaña es la adaptación de la cosecha mecánica en condiciones de alta humedad, para lo cual están ensayando llantas con especificaciones diferenciales y sistemas de orugas que disminuyen los niveles de compactación”.
En este mismo sentido, para el uso eficiente del agua se cuenta con el balance hídrico y su respectivo ‘software’ BH v3.0; diversos sistemas de riego más eficientes, red automatizada de pluviómetros, sensores de humedad que permiten al agricultor optimizar el agua y sus costos de producción de la mano de la tecnología; el aforador RBC para la medición del agua de riego; el control administrativo de riego asistido por computador, entre otros.
Los agricultores de caña han adoptado diversas alternativas tecnológicas dentro de sus cultivos, como los que se muestran en la figura 1.
INCREMENTO DE LA PRODUCTIVIDAD Y SEGURIDAD EN EL SECTOR, ENTRE LOS DESAFÍOS
Según la directiva, uno de los retos que enfrenta hoy en día el sector agroindustrial de la caña de azúcar en Colombia es sin duda volver a los niveles de productividad que se tenían en 2017. Con dicho objetivo, vienen desarrollando el paquete tecnológico mencionado líneas atrás. Además, la seguridad en el campo, que es una condición ‘sine qua non’ para que los productores puedan trabajar en sus cultivos, tema que les preocupa.
“En el departamento del Cauca, donde tenemos 44.350 hectáreas sembradas, las condiciones de seguridad se han deteriorado significativamente. Existe un conflicto interétnico entre comunidades indígenas, campesinas y afros, presencia de grupos al margen de la ley, cultivos ilícitos y violaciones reiteradas a la propiedad privada. Hoy tenemos 5.000 hectáreas afectadas, impactando la productividad, donde en muchos casos los propietarios no pueden ingresar ni realizar las operaciones de cosecha, violando el orden constitucional, el derecho al trabajo, los derechos humanos de las comunidades y la vida de miles de personas que derivan su sustento de esta actividad agrícola”.
Destaca que la inversión social es uno de los compromisos asumidos por los cultivadores de caña para invertir en comunidades con índices de pobreza multidimensional en las zonas aledañas a los cultivos. “Desde el 2022 trabajamos en Huertas Familiares con el apoyo de la Fundación Caicedo González en cinco municipios, donde tenemos 1.600 huertas que benefician a 4.619 personas”. El proyecto brinda a las familias capacitación, insumos y materiales para que produzcan alimentos. A través de esta iniciativa, en un espacio de 5 o 10 metros cuadrados capacitan a las personas, para que obtengan su sustento diario con cultivos como plátano, yuca, aromáticas, lechuga, tomate, pepino, entre otros.
La mejor aliada para combatir el cambio climático
De acuerdo con la directora ejecutiva de Procaña, la caña de azúcar es una planta versátil, capaz de convertirse en una importante materia prima para la fabricación de productos como papel, abono, bioetanol, un combustible renovable y de origen natural, o energía eléctrica obtenida de la combustión de su bagazo, y más de 120 productos y sus derivados.
Martha Betancourt precisa que la mayor parte del área sembrada en caña es propiedad de agricultores particulares. De las 237.169 hectáreas sembradas en caña de azúcar, el 75% es propiedad de más de 3.927 cultivadores de caña y el 25 % son tierras propias de los ingenios.
Procaña representa los intereses de micro, pequeños, medianos y grandes agricultores, resaltando que el 65% de las unidades productivas tienen menos de 60 hectáreas, y se destaca que hay 736 fincas que tienen menos de 10 ha. “El cultivo de la caña en Colombia ocupa uno de los mayores niveles de productividad en toneladas de caña por hectárea, gracias al aprovechamiento de las condiciones agroecológicas, encadenamiento virtuoso e inversiones interprediales, a la inversión voluntaria en investigación, tecnología y a donaciones a proyectos de desarrollo social”.